Época: Renacimiento
Inicio: Año 1500
Fin: Año 1600

Antecedente:
Literatura renacentista



Comentario

La literatura, tanto si la entendemos en sentido estricto, es decir, como creación artística, o si le atribuimos una dimensión más general como trasmisión verbal, independientemente de su valoración estética, avanza paralelamente a lo largo del Renacimiento, a las profundas transformaciones sociales, económicas y culturales que lo caracterizan.
Asistimos en la época renacentista al desarrollo de una cultura fundamentalmente escrita, si bien en el terreno específicamente literario eso no signifique el abandono de la tradición oral como medio de transmisión textual. Entre las múltiples razones que justifican este auge de lo escrito, podemos considerar tres: el significativo aumento del número de lectores, las modificaciones entre autor y receptor de la obra literaria y, como expresión técnica de las dos anteriores, la consolidación de la imprenta como vía de difusión de los textos.

El proceso de transformación social que conduce a la aparición de un público amplio, ávido consumidor de obras literarias y artísticas en general, se inicia entre el alto clero, la nobleza y la burocracia cuatrocentista, deseosas de superar los estrechos limites de la cultura medieval; en mayor o menor grado, fueron incorporando las aportaciones del Humanismo y aminorando la resistencia a lo que en ese momento podía considerarse vanguardia cultural. Pero no deja de ser una minoría y la verdadera revolución se produce con la incorporación de la burguesía a las clases ociosas. Tras un período combativo y heroico, según su propia consideración de la actividad comercial y empresarial de los primeros tiempos del capitalismo, la estabilidad de sus logros económicos originó el relajamiento de la estricta disciplina y los rígidos principios de la moral burguesa, que acabaron cediendo al ideal del ocio y la comodidad. Por otro lado, la progresiva aproximación ideológica entre burgueses y príncipes, abiertos aquéllos a los nuevos estilos de vida y éstos a los criterios comerciales y financieros, aseguró un cierto grado de uniformidad al reciente público renacentista, nacido de lo que podríamos denominar clases acomodadas.

Es evidente que este nuevo público demandaba una ampliación del mercado literario, no sólo en lo que se refiere al número de obras producidas y difundidas, sino también a los propios contenidos, formas y motivos del texto. Se va a producir, de ese modo, una profunda modificación de las relaciones entre los autores y los lectores, rompiendo de esa manera un estado de cosas esencialmente medieval, cuando la lectura era un saber restringido a los sabios letrados y el libro era un objeto de lujo muy caro. Existe, pues, a partir del siglo XVI un número cada vez más creciente de personas que saben leer y escribir y que, sin ser eruditos, no son simples. Estos lectores nuevos que se incorporan al mercado lector se encontraban desprovistos de obras aptas para su propio consumo, perdidos entre la producción para las élites de los humanistas y la literatura popular. Era necesaria, en consecuencia, una nueva literatura dirigida a satisfacer los gustos de este gran público recién nacido históricamente: el mercado literario acababa de hacer su aparición.

La conjunción de esos factores, la aparición de un público mayoritario, la necesidad de ampliar los modelos literarios para su consumo y el desarrollo de la imprenta, condicionó el auge de la cultura escrita. Pero no se trataba de una mera proporción cuantitativa; se produjo también un cambio en el sentido de la literatura misma, que será cada vez más leída y menos escuchada, modificándose así la relación entre los elementos que intervienen en el proceso de la comunicación literaria: autor, receptor y mensaje literario sufren las consecuencias de la revolución cultural renacentista.