Época: fin siglo XVII
Inicio: Año 1660
Fin: Año 1789

Antecedente:
El fin del siglo XVII

(C) Antonio Blanco Freijeiro



Comentario

Otro acontecimiento destacado vendría a confirmar el engrandecimiento prusiano en el momento que se producía el tránsito de un siglo a otro, a saber: la configuración de Prusia como Monarquía. El logro en este caso fue de Federico III (1688-1713), quien a pesar de no estar a la altura como príncipe de su antecesor, el Gran Elector, supo por lo menos conseguir del emperador la autorización necesaria para que el ducado de Prusia, que ya estaba bajo la plena soberanía del electorado de Brandeburgo desde 1657, se convirtiera en Reino, pasando pues a ser nombrado como rey de Prusia con el nombre de Federico I, titulo que recibiría desde 1701, con lo que se incrementaba su significación sobre los demás príncipes del Imperio y se reafirmaba la superioridad del electorado de Brandeburgo-Reino de Prusia en la mitad norte del conglomerado imperial.
Intentar acabar con la desunión y descentralización política de Alemania fue uno de los objetivos principales que se marcó Leopoldo I, en el transcurso de su largo reinado durante la segunda mitad de la centuria. Anteriormente ya se había producido un avance importante en esta dirección cuando, en plena guerra de los Treinta Años, la Monarquía austriaca pudo controlar más eficazmente el territorio checo imponiendo en Bohemia un régimen hereditario, católico y sometido a la Corte de Viena, plan que posteriormente se empezó a aplicar al Reino de Hungría, suscitando el total rechazo de la población magiar, que veía amenazados sus derechos políticos, institucionales y religiosos por el centralismo de los Habsburgo, no dudando en buscar cualquier tipo de alianza para oponerse a la política austracista. Una serie de revueltas, normalmente apoyadas por Francia, incluso por los turcos, y dirigidas por la nobleza húngara, de mayoría protestante, se dejaron sentir en el último tercio del siglo, pero no pudieron evitar que Leopoldo I, tras aplicar una política represiva, sin contemplaciones y con métodos muy violentos, convirtiera en hereditario el Reino de Hungría, aunque respetando una serie de instituciones que permitieron que se mantuviera allí una relativa autonomía. La proyección austriaca sobre Hungría quedaría completada felizmente en los últimos años del siglo al recuperar los Habsburgo, después de varios enfrentamientos armados y batallas victoriosas sobre los turcos, la parte del territorio magiar que éstos habían tenido hasta entonces, integrándose por tanto el Reino de Hungría casi al completo, a excepción del banato de Temesvar, dentro de la Monarquía austriaca. No obstante, las amenazas de protesta interior contra el dominio de los Habsburgo no desaparecerían, como volvería a ponerse de manifiesto no mucho tiempo después, ya en el siglo XVIII.

Para poder realizar la ambiciosa política exterior que deseaba, orientada hacia su intervención en la sucesión de España y en su lucha contra Francia y sus aliados, por un lado, y contra el Imperio turco, por otro, el monarca austriaco quiso potenciar la maquinaria estatal a su servicio, modernizándola en el sentido de dotarla de mayores recursos, tanto económicos como militares, y de centralizar su funcionamiento intentando contrarrestar con organismos renovados y fieles funcionarios la tendencia a la disgregación que presentaban los territorios bajo su soberanía. Un sistema impositivo más estable y la formación de un poderoso ejército fueron de nuevo los instrumentos sobre los que basar esta política de control interior y expansionismo exterior. Los logros fueron apreciables hacia el final del reinado, sobre todo por lo que significaron para el engrandecimiento de la Corona el sometimiento de Hungría, aunque éste fuera momentáneo y necesitase una nueva intervención militar, y la recuperación de la tierra magiar tomada desde el siglo anterior por los otomanos, cuyo declive a partir de estos momentos finales del siglo XVII se hizo evidente, más aún cuando paralelamente se estaba produciendo en el ámbito danubiano el desarrollo del Imperio austriaco, convertido ya en la gran potencia dominadora de la zona.