Comentario
Aunque Sumer, y en general toda Mesopotamia, careció de numerosas materias primas, supo muy pronto hacerse acopio de ellas mediante una adecuada política comercial. Con el arribo de metales -cobre, estaño, oro y plata- sus metalurgistas y orfebres fabricaron numerosos objetos y herramientas, así como verdaderas obras de arte.
El trabajo del metal, por sus propias características técnicas, aplicado al arte figurativo, facilitó a los artistas sumerios una mayor libertad formal, que no advertimos en la plástica en piedra. De gran interés son las esculturillas metálicas que representan a héroes barbados y desnudos (de los tres ejemplares de cobre del Templo oval de Khafadye interesa el mayor -55,5 cm; Museo de Iraq-, dispuesto sobre un zócalo dotado de cuatro patas y con un apéndice en la cabeza destinado a recibir un recipiente); a atletas (hombre desnudo portando un objeto cúbico -38 cm- del Metropolitan Museum de Nueva York); a combatientes (como los Luchadores de Tell Agrab -10,2 cm; Museo de Iraq- que se agarran del cinturón mientras sostienen en sus cabezas grandes vasos); a orantes desnudos (grupo de tres personajes, uno femenino y dos masculinos, en cobre, del Templo de Shara en Tell Agrab -9,6 cm; Museo de Iraq- participantes en ritos de fecundación) e incluso a divinidades (la insólita Divinidad desnuda, en bronce, plata y oro (11,3 cm; Museo de Damasco), localizada en el palacio presargónico de Mari como componente de un ofrenda de fundación.
De notable interés es la pequeña cuadriga de onagros, en cobre (7,2 cm; Museo de Iraq), de Tell Agrab, guiada por un auriga, y sobre todo el onagro, en electro (5,5 cm, la altura del animal; Museo Británico), figurado en una anilla para riendas, hallado en la tumba de la reina Puabi de Ur.
Testimonio de una manifestación religiosa de tipo propiciatorio son los pequeños bustos masculinos, en cobre (promedio de altura: 7-15 cm), terminados en estípite, de los que podemos citar algunos hallados en Girsu y en Lagash. En realidad, se trata de verdaderos clavos de fundación, que tanto éxito alcanzaron en Sumer, representando, a veces, a divinidades (Shul-utula) tocadas con tiaras de cornamenta, o a reyes: Lugalkisalsi, Enannatum, Enmetena.
También debemos citar aquí una serie de excelentes bronces, representando cabezas de toros, antílopes, cabras, leones, y pájaros, que podemos singularizar en el gran panel de cobre, hoy en el Museo Británico, que adornó la fachada del Templo de Ninkhursag en El Obeid. Dicho relieve, que se complementaba lateralmente con ocho magníficos toros broncíneos de bulto redondo, estaba formado por el Imdugud con sus alas explayadas, sujetando a dos ciervos. Su perfección y preciosismo da justa idea del gran dominio de los broncistas del Dinástico Arcaico.
Sin embargo, fue la orfebrería la que alcanzó un mayor nivel de calidad y belleza, en razón de las exigencias que las clases dirigentes y la nobleza precisaban para sus templos, necrópolis y vida social. De este modo, tanto las joyas como las vajillas más variadas, así como los instrumentos musicales, tuvieron un amplio desarrollo dentro de las artes menores.
Es muy difícil pormenorizar todas las obras que pueden darnos idea de la alta profesionalidad y nivel artístico que los orfebres sumerios alcanzaron, pero quizás las numerosas joyas halladas en la necrópolis real de Ur (h. 2500-2400) sean las que nos testimonian la calidad y belleza de sus obras. Entre las mismas debe citarse uno de los ejemplares maestros de la orfebrería sumeria, el casco del príncipe Meskalamdug (23 por 26 cm; Museo de Iraq). Especie de yelmo o peluca ceremonial, está fabricado en lámina de oro macizo de 15 kilates, repujado, en el que se remarcan moño, trenzas y bucles a modo de carrilleras, verdadera réplica del que lleva Eannatum en la Estela de los buitres.
De igual modo, los puñales de ceremonia, con mango y empuñadura de plata, madera y lapislázuli y hojas de oro, plata, cobre y electro, complementados con afiligranadas vainas de oro y plata, dan idea de la fastuosidad de tales armas, en verdad, verdaderos objetos suntuarios.
La vajilla ocupó también un lugar importante entre los ajuares funerarios de Ur. Es imposible detenernos en todos los ejemplares que las excavaciones lograron recuperar: lámparas, tazones y tazas, vasos para libaciones... todos de oro, plata o cobre. Asimismo, son notabilísimos los objetos de adorno personal, en los cuales los orífices pusieron grandes dosis de imaginación, por ejemplo, las joyas de la reina Puabi, hoy en el Museo de la Universidad de Pennsylvania. Lo mismo podemos decir de los amuletos encontrados, fabricados básicamente en plata, oro y lapislázuli.
Punto y aparte merecen los dos famosísimos carneros de Ur, de parecida factura (uno en Pennsylvania y otro en Londres), encaramados a un arbusto florido de rosetas, símbolo del Arbol de la Vida, singulares esculturas (50 cm de altura) fabricadas en cuatro materiales -oro, plata, lapislázuli y concha- que les proporcionan magnífica policromía natural, y que sirvieron como pedestales de algún objeto religioso o quizá como protomos de arpa. Mucho se ha discutido acerca de su significado, aunque la mayoría de los especialistas los ponen en conexión con los ritos de fecundidad.
Diferentes instrumentos musicales, encontrados como componentes de los ajuares de Ur, sirven también para evaluar el trabajo de los orfebres del Dinástico Arcaico. Entre ellos, bástenos citar las diferentes arpas y liras, realzadas con protomos de toros y vacas -¿correspondientes en un caso al sonido de tenor y en otro al de soprano?- elaboradas con lámina de oro batido y lapislázuli, y cuyas cajas de resonancias estaban decoradas con placas de concha.
Para muchos, sin embargo, la obra cumbre de la orfebrería del Dinástico Arcaico es el conocidísimo Vaso de Enmetena de Lagash (2404-2375), magnífica pieza (35 cm; Museo del Louvre) fabricada en plata sobre pie de cobre. Su panza ovoidea se halla adornada con un precioso trabajo a buril en el que se figura por cuatro veces el Imdugud, agarrando sucesivamente a dos leones, un par de cabras, nuevamente dos leones y por último dos bueyes.