Época: Imperio Asirio
Inicio: Año 1000 A. C.
Fin: Año 612 D.C.

Antecedente:
El Imperio Asirio
Siguientes:
La actividad arqutectónica
La escultura
Los relieves neoasirios
Glíptica y pinturas murales
Los ladrillos vidriados
Los bronces
Los marfiles

(C) Federico Lara Peinado



Comentario

El fin del II milenio fue testigo de un caótico y largo período en todo el Próximo Oriente, consecuencia de las grandes migraciones de pueblos presentes en el Asia anterior desde el año 1200 a. C. Mientras que en Siria, Palestina y Asia menor los Pueblos del Mar habían aniquilado al Imperio hitita y al reino de Ugarit, en Asiria los arameos campaban a sus anchas, aunque fueran luego contenidos por algunos soberanos asirios enérgicos (Adad-nirari II, Tukulti-Ninurta Il, Assur-nasirpal II, Salmanasar III). Después, tras largos años de inestabilidad política, Tiglat-pileser III supo emprender las adecuadas reformas para el despegue económico y político del Imperio asirio, que cristalizarían más tarde, a finales del siglo VIII a. C., bajo Sargón II.
Con este rey, Asiria conocería su última etapa de poderío, dominando toda Mesopotamia y Siria y teniendo bajo control a Fenicia y Palestina. Con sus sucesores, el inmenso gigante asirio conoció guerras de sucesión e incluso guerras civiles que minaron tan profundamente la economía y las estructuras políticas del Imperio que, en el año 612, las fuerzas combinadas de medos y caldeos fueron capaces de acabar con la existencia de Asiria como Imperio al tomar Nínive, hecho que causó profunda impresión en todo el Oriente Próximo.

Esta última etapa de la historia de Asiria (1000-612) se caracterizó desde el punto de vista artístico, luego de un largo período oscuro motivado por la aparición de los arameos, por el dominio que sobre las manifestaciones estéticas efectuó la ideología y la propaganda políticas, destinadas en buena parte a exaltar la religión nacional del dios Assur y el poder omnímodo de sus vicarios -los reyes neoasirios-, siendo ejemplo las fundaciones de nuevas y fabulosas capitales, palacios y templos, enclaves siempre de todo tipo de artes, puestas al servicio del imperialismo.