Época: Babilonia
Inicio: Año 1792 A. C.
Fin: Año 1595 D.C.

Antecedente:
El periodo paleobabilónico

(C) Federico Lara Peinado



Comentario

El nivel artístico de los relieves estuvo a menor altura, salvo excepciones, que el de las esculturas de bulto redondo; sin embargo, debemos indicar que tuvo gradaciones cualitativas según el soporte fuese de arcilla, piedra o metal. En cualquier caso, el relieve (sobre todo el de las terracotas) estuvo muy de moda durante la etapa paleobabilónica, dado su bajo coste, al ser fabricado en serie, gracias a apropiadas matrices de arcilla, algunas de las cuales nos han llegado. Todas las piezas fueron utilizadas, en general, como exvotos, talismanes e incluso como juguetes.
La temática del relieve en terracota, cuyas piezas han aparecido tanto en templos como en viviendas privadas, abarcó todos los campos, desde el mundo de los dioses hasta el de la vida cotidiana, sin olvidar el mundo animal, éste más de contenido mitológico que decorativo.

Dejando a un lado la gran cantidad de plaquitas con figuras de sacerdotisas desnudas, las imágenes de las divinidades más representadas fueron Lama e Ishtar. Las placas con la diosa Gama la presentan con los brazos en alto y con una mano encima de la otra, en actitud de intercesión. Entre los ejemplares más conocidos hay que citar los dos de Susa y el de Mari, todos de pequeñas dimensiones y que fueron fijados en la pared de alguna capilla.

De las numerosas placas de Ishtar, bástenos recoger dos ejemplares del Museo de Iraq, aunque no de muy buena factura: la que la representa de pie, en tanto que diosa de la guerra, armada, encima de un león; y otra, también armada, pero de pie sobre un carro de guerra.

Entre las terracotas de verdadera calidad artística, solamente nos vamos a detener, por razones de espacio, en tres de ellas. Trátase la primera, inhabitual por su forma y tratamiento, de un disco con representación de danza y música (15,5 cm de diámetro) del Museo de Iraq: en el campo plástico aparecen dos danzarinas desnudas, de estilizadísima figura, entre las cuales se hallan dos enanos de piernas torcidas; alrededor de este grupo se figuran tres monos (dos de ellos sentados). La escena habla inequívocamente de alguna representación circense.

La segunda es una terracota (12,6 cm; Museo de Iraq) del Templo de Ishtar Kititum en Ischali, y que copiaba, sin duda, alguna estela relivaria fabricada en metales preciosos. La pieza consiste en una plaquita ovalada por su parte superior con la representación de la diosa Ishtar, aderezada con unos grandes pendientes, de parecido modelo al que citamos al hablar de la orfebrería neosumeria, y con un magnífico pectoral, formado por diversos collares de grandes perlas.

La última pieza que seleccionamos, muchísimo más divulgada, es la famosísima lastra Burney (50 cm; Colección Norman Colville), conocida como Relieve de la diosa Lilith. Esta lastra de barro cocido representa a tal divinidad, enemiga de las parturientas y de los recién nacidos y seductora nocturna de hombres, con tiara de cornamentas, alada y con poderosas garras de lechuza sobre leones, a cuyo lado dos siniestros búhos, símbolo de la nocturnidad, la enmarcan. La diosa, desnuda, porta en sus manos la cuerda y la vara de medir (un juego en cada una), elementos que ya habían aparecido en las estelas neosumerias como instrumentos de medición y que acabarían simbolizando la justicia.

No podemos pasar por alto algunos relieves con escenas de la vida cotidiana: púgiles luchando, tañedores de arpa o de laúd, ni tampoco los que recogen escenas de animalística, como la perra amamantando a su camada, símbolo quizá de la diosa Gula, o la extrañísima plaquita con la figura de una rana, símbolo también de la fecundidad.

De profundo contenido religioso son las placas del Dios reatando a un cíclope, de Khafadye (Museo de Iraq), la del hombre montando a un toro (Universidad de Chicago), la de la demonio enflaquecida de Tell ed-Der (Museo de Iraq) y las numerosísimas representaciones del monstruo Humbaba, el mítico guardián de los cedros, figurado a veces como una banda continua, a modo de los intestinos de un animal sacrificado (ejemplar en el Museo Británico) y otras como terrible demonio desnudo, de grotesco cuerpo (Museo Británico) o como terrorífica testa (placas del Museo de Iraq). Todas estas terracotas tuvieron siempre una función apotropaica.

De los pocos relieves labrados en piedra que nos han llegado, uno de ellos presenta particular interés por constituir la única representación segura de la imagen del rey Hammurabi, sexto rey de la I Dinastía de Babilonia: nos referimos a la famosísima estela de diorita que contiene las leyes que tal soberano promulgó en 1753. La pieza (2,25 m; Museo del Louvre), erigida originariamente en Sippar y hallada en Susa a comienzos de este siglo, recoge en el relieve de su parte superior (65 cm) a Hammurabi, compareciendo de pie y en acto de adoración ante el dios Shamash, sentado sobre un trono en forma de edícula, quien, al tiempo que dicta las leyes al soberano, le hace entrega de los símbolos de la justicia y del poder. Plásticamente, esta estela o Código de Hammurabi, como se la conoce usualmente, presenta grandes novedades, pues hay claros indicios de perspectiva y un nuevo tratamiento anatómico en las figuras, bien delineadas y bellamente esculpidas.

El Museo Británico posee una pequeña placa de caliza (36 cm) con la solitaria figura en relieve de un rey ante una inscripción. El parecido del rostro con el del Código es muy evidente, lo que ha motivado que algunos lo consideren un segundo retrato de Hammurabi.