Época: Revolución Francesa
Inicio: Año 1788
Fin: Año 1798

Antecedente:
Europa ante la Revolución

(C) Federico Lara Peinado y Joaquín Córdoba Zoilo



Comentario

El reinado del último monarca de la centuria se caracteriza por una profunda crisis que afectó a todos los niveles de la nación y que contribuyó lentamente a la quiebra del Estado español. Fue una crisis política ante la que los gobernantes tradicionales se revelaron impotentes para adecuar las estructuras del país a los nuevos tiempos, que preludiaban ya la caída del Antiguo Régimen, mientras los nuevos gobernantes se debatían entre avanzar en las reformas o ceder ante el avance de la oposición ultraconservadora que cada día contaba con nuevos adeptos. Al mismo tiempo, la estrecha alianza con la Francia revolucionaria supeditará en gran medida la política española. Todo ello fue creando un clima de exasperación que contribuyó a la formación de motines y conspiraciones que alcanzaron a la propia Monarquía, creando un vacío de poder y posibilitando la penetración extranjera en España. Fue también una crisis económica, reflejo del cambio de coyuntura que vivía la economía internacional, aumentada por los propios problemas de la nación, sumida en un retroceso productivo en todos los sectores, ante una acuciante necesidad de dinero para financiar las guerras del período, mientras el déficit público no cesaba de aumentar y se acudía a la presión fiscal repetidamente, lo que originó el estallido de motines de subsistencia a lo largo del territorio por el encarecimiento de los alimentos y la especulación. Por último, fue una crisis ideológica cuando los acontecimientos revolucionarios franceses despertaron el recelo hacia los ilustrados y, de paso, hacia todos los reformistas que ahora se convertirán en el blanco de la oposición.Carlos IV mantuvo en el Gobierno a Floridablanca que tuvo que afrontar las repercusiones de la crisis francesa. Apeló a una rígida censura y al establecimiento de un cordón sanitario en los Pirineos mediante una serie de decretos, dictados entre septiembre de 1789 y junio de 1791, con los que prohibía cualquier publicación o noticias referentes a aquel país. Al mismo tiempo, iniciaba esfuerzos desesperados por salvar a la familia real. Su actitud conciliadora con Inglaterra y su alineamiento en el pacifismo internacional provocaron su caída en febrero de 1792. Su sucesor, el conde de Aranda, cambió de táctica frente a Francia pero la proclamación de la república y el apresamiento de la familia real frustraron sus esperanzas de no entrar en guerra. La subida al poder de Manuel Godoy, duque de Alcudia, en 1792, abre un nuevo período de gobierno personal que, con un breve interludio entre 1798-1801 en que sus colaboradores continuaron las líneas principales de su política, durará hasta 1808. Sus esfuerzos para salvar a Luis XVI de la guillotina resultaron inútiles y la Convención francesa declaró la guerra a España poco después. La consecución de la paz en 1795 traerá consigo un período de estabilidad que será aprovechado por Godoy para retornar a los postulados de la Ilustración, activando las reformas, en una triple vía: educación, fomento de la producción y regalismo. En esta tarea se rodearía de los ilustrados más relevantes del momento, como Saavedra, en Hacienda, y Jovellanos, en Gracia y justicia.El interés por la instrucción le llevó a la reforma educativa en todos sus niveles; potenció mucho la enseñanza primaria, creándose numerosas escuelas de primeras letras y difundiéndose modernas técnicas pedagógicas; patrocinó también la creación de escuelas técnicas, para elevar la formación profesional de la población. Por último, creó muchas instituciones académicas o universitarias como la Escuela de Veterinaria (1793), el Real Colegio de Medicina y Cirugía (1795), la Escuela de Arquitectura y la de Ingenieros de Caminos. Impulsar la economía y fomentar la producción será otro de sus objetivos, así como superar la difícil coyuntura económica finisecular. En 1797 creó una Dirección General del Fomento del Reino, dependiente de la Secretaria de Estado, desde donde desarrolló una política fisiocrática, de protección a los fabricantes y al pequeño campesinado y desde donde organizó la elaboración de un Censo de Frutos y Manufacturas en 1803; aprobó la publicación del Informe sobre la ley agraria de Jovellanos y dio nueva vida a las sociedades económicas de Amigos del País, que de nuevo multiplica su actividad logrando algunos frutos. Ante la imperiosa necesidad de obtener fondos, y dado el gran déficit público existente, Godoy obligó a los municipios a la venta de los bienes raíces de propios y autorizó la de mayorazgos, siempre que su importe fuera a engrosar la Caja de Amortización de la deuda pública, pero ambas medidas se revelaron inoperantes aumentando la impopularidad del ministro. Por otra parte, en los años noventa se recurrió a la emisión de vales reales que recrudecieron la inflación, agravando la situación.El efímero período en que Godoy permaneció alejado del poder (1798-1801) no representa variaciones ya que pervivió su equipo de colaboradores donde sobresale, además de Saavedra y Jovellanos, el regalista Urquijo. Este equipo tuvo su principal obstáculo en la subida ininterrumpida de precios y en las angustias financieras y hacendísticas, para lo cual se dictó un Real Decreto en 1798 autorizando la venta de bienes raíces de hospitales, instituciones benéficas o de reclusión, y de las fundaciones piadosas o cofradías gremiales, cuyo importe se destinaría también a la Real Caja de Amortización. Esta tímida desamortización desató la oposición ultraconservadora, provocando la caída del Gobierno. Su vuelta en 1801 reforzó la acción reformista. Nombró como colaboradores a Ceballos en Estado, Soler en Hacienda y Caballero en Gracia y justicia. De nuevo las guerras libradas en el exterior condicionan la política interior, aumentándose la presión fiscal con nuevos impuestos extraordinarios, dictándose nuevos decretos desamortizadores (1805-1806), modificando el sistema de reclutamiento militar al tiempo que se vivía una aguda crisis económica a principios de la nueva centuria (1803-1804).Con respecto a la Revolución Francesa, después de que el gobierno español de Carlos IV hubiese intervenido por medio de su representante para tratar inútilmente de salvar la vida de Luis XVI, la Convención declaró la guerra a España el 7 de marzo de 1793. Godoy había ocupado el poder en noviembre de 1792 ante el fracaso de la política de Floridablanca y de Aranda y fue él quien decidió dar el primer paso. Pero los catalanes, que soñaban con recuperar el Rosellón, tomaron la iniciativa y en el mes de mayo se plantaron ante las puertas de Perpiñán. Durante los meses siguientes los revolucionarios franceses en el este de los Pirineos sólo se preocuparon de rechazar a los españoles. Sus únicas conquistas las llevaron a cabo en las montañas, en el Valle de Arán y en la Cerdaña española. Sin embargo, a comienzos de 1794 fue puesto al frente del ejército republicano de los Pirineos Orientales al general Jacques Coquille-Dugommier, lo que coincidió con la muerte del general español Antonio Ricardos. Los franceses consiguieron expulsar a los españoles del Rosellón y penetraron en Cataluña, a la que algunos querían anexionar a Francia. Figueras, la plaza mejor defendida en el Pirineo Oriental, cayó casi sin resistencia. En julio de ese año, los franceses entraron también por la parte occidental de los Pirineos en Guipúzcoa y tomaron con facilidad Irún, Vera y Pasajes, ocupando a continuación San Sebastián. A las pocas semanas habían caído también en sus manos Bilbao y Vitoria.Al subir los jacobinos al poder en 1793 abandonaron la idea de los girondinos de extender la Revolución fuera de las fronteras francesas; sin embargo, las victorias del ejército en el sur llevó al Comité de Salud Pública a concebir la creación de repúblicas hermanas. De esa forma, Cataluña se convertiría en una república independiente bajo protección francesa, lo cual, según Georges Couthon, el representante de Robespierre en el Comité, podría ser mejor aceptado por los catalanes que la mera anexión. Se intentó preparar a la población catalana mediante la difusión de una intensa propaganda revolucionaria: Los "franceses nos están haciendo la guerra con la pluma y el dinero aún más que con las armas", se quejaba el general La Unión que había sustituido a Ricardos. Pero los catalanes hicieron caso omiso de esa propaganda, que no tuvo mucha eficacia, como tampoco la había tenido aquella que habían intentado difundir Hevia, Marchena y Santibáñez antes de la ejecución del monarca francés. Solamente se conoce una intentona revolucionaria, que además tuvo poco éxito. Se trata de la conspiración de Picornell, o de San Blas, porque iba a tener lugar ese día del año 1795. Aunque su finalidad no estaba del todo clara, parece que los conjurados tenían el propósito de proclamar una Constitución bajo el lema de Libertad, Igualdad y Abundancia. Sin embargo, los instigadores fueron descubiertos y su principal organizador, Juan Picornell, fue juzgado y deportado a América. Como advierte Richard Herr, por su adhesión al trono y al altar, el pueblo español estaba mal preparado para aprobar los acontecimientos franceses. Por el contrario, el intento de invasión del suelo español por parte de los franceses levantó un vivo sentimiento nacional y de rechazo a la revolución, y tanto en Cataluña como en el País Vasco, fue el pueblo el que se levantó y luchó entusiásticamente contra la Revolución. Sin embargo, como advierte Comellas, no todos los españoles compartían este sentimiento. Un grupo no muy numeroso pero sí influyente, aunque no era partidario de la violencia revolucionaria, sí se mostraba dispuesto a aceptar los frutos que la Revolución había introducido en Francia. Esa podría ser la explicación de los fracasos en Figueras y en San Sebastián y de la falta de entusiasmo que se registró en algunos de los mandos del ejército español.A la vista de los acontecimientos, Godoy dio un brusco giro a su política exterior y buscó la paz con la Francia revolucionaria. Parece que la expedición conjunta que se había llevado a cabo entre España e Inglaterra para asediar el puerto de Tolón, había convencido a Godoy del egoísmo británico y fue por ello por lo que se decidió a reinvertir las alianzas. Al fin y al cabo, Gran Bretaña había sido la enemiga tradicional de España en el Atlántico y durante todo el siglo XVIII los Pactos de Familia habían puesto de manifiesto las ventajas de la alianza entre las dos naciones unidas por la frontera de los Pirineos. En 1795 se firmó la Paz de Basilea, que le valió a Godoy el título de Príncipe de la Paz, y al año siguiente el Tratado de San Ildefonso. La alianza hispano-francesa no carecía de lógica, pues una vez que habían pasado los furores revolucionarios y el golpe de Termidor había calmado las tensiones en el país vecino, Godoy pensó que no era necesario prolongar más el conflicto. Además, los dos países se necesitaban mutuamente, pues Francia carecía de la armada que podía facilitarle España, y ésta podría contar con el ejército francés. Esta situación de mutua dependencia podría prolongarse hasta 1805, pues la derrota de Trafalgar a manos de la escuadra británica y la práctica desaparición de la armada española haría ya innecesaria para Francia la alianza.En octubre de 1796 se iniciaron las hostilidades con Inglaterra y los primeros enfrentamientos fueron positivos para España, que pudo defender sin muchos problemas la ruta de América de donde seguían llegando el metal precioso y los otros productos coloniales. No obstante, a comienzos de 1797 se puso ya de manifiesto la inferioridad de la flota española frente a la inglesa. Los barcos españoles no habían sido suficientemente renovados a pesar de la atención que se le había prestado a la política naval durante el siglo XVIII y comenzaron a mostrar su ineficacia frente a los más modernos navíos británicos. El 14 de febrero se produjo un ataque de la flota inglesa al mando del almirante Jarvis a los barcos españoles a la altura del Cabo de San Vicente. Los españoles fueron derrotados y los ingleses pudieron capturar cuatro de sus barcos. Sin embargo, el ataque al puerto de Cádiz que el almirante Horacio Nelson intentó llevar a cabo en los primeros días del mes de julio fracasó totalmente a causa del empeño que los marinos españoles y los gaditanos pusieron en la defensa de la ciudad. También fracasó Nelson en Santa Cruz de Tenerife, donde perdió un brazo y fue hecho prisionero. Pero el efecto de estas acciones sobre la economía gaditana, cuyo despegue se había producido como consecuencia del tráfico comercial con América, fue desastroso. Los ingleses le impusieron un bloqueo a su puerto y los comerciantes se vieron privados de la posibilidad de recibir y despachar mercancías, con lo que perdieron -según estimación de Desdevizes- el doble de la suma que España había perdido durante la guerra con Francia.En América, donde los ingleses intentaron también sacar provecho de la situación, se produjo un proceso bastante paralelo al de España. Hubo éxitos iniciales británicos, para pasar después a un afianzamiento de las defensas hispanoamericanas. El almirante Harvey se apoderó de la isla de Trinidad pero fracasó en Puerto Rico. Francia firmó la paz por separado con Inglaterra y eso provocó la caída de Godoy.