Comentario
Sus orígenes están en las corrientes racionalistas de la Ilustración e incluso podrían señalarse antecedentes mucho más lejanos, ya que muchos de estos planteamientos respondían a una larga tradición de la literatura utópica en el pensamiento occidental, que tuvo un momento de esplendor en el periodo renacentista (Moro, Campanella). Esta tradición racionalista, anterior a una verdadera experiencia de desequilibrios sociales que aún no se había producido, provocó la aparición de un buen número de teorizadores proto-socialistas ya durante el siglo XVIII. Mably y Morelly teorizan sobre sociedades comunistas ideales que se ponen como ejemplo de la futura organización social. Las propuestas eran irrealizables pero, por su misma radicalidad, podían considerarse revolucionarias, ya que no podrían llevarse a efecto sin una completa transformación de la realidad existente.Esta es la línea, en cualquier caso, de los socialismos utópicos (término acuñado por L. A. Blanqui en 1839, y del que K. Marx se apropiaría en el Manifiesto Comunista de 1848) que optaban por la presentación de una sociedad ideal basada en los principios del humanismo y la solidaridad. Los llamados socialistas utópicos solían coincidir en el rechazo de la empresa privada y de la libre competencia, en la medida en que empezaron a tomar conciencia de las desigualdades que podría generar, a la vez que procuraban arbitrar nuevas fórmulas para la distribución de beneficios.Un representante característico de esta corriente fue el británico Robert Owen, propietario de una industria en New Lanark (Escocia), en la que trató de mejorar las condiciones de vida de sus obreros a través de cooperativas, viviendas, escuelas y unos horarios adecuados. Al igual que Saint-Simon, estaba convencido de que el progreso científico y técnico proporcionaban los medios para conseguir el aumento de la producción capitalista, pero también para que fuera más humana.A partir de 1827 trató de llevar a la práctica sus ideas de una comunidad ideal en Estados Unidos, que parecía el único país en el que aún podría materializarse la utopía. Sin embargo, la colonia New Harmony, establecida en Indiana, resultó un fracaso y Owen derivó hacia el asociacionismo obrero. En 1834 organizó el Grand National Consolidated Trade Union y, ante el rotundo fracaso experimentado por el movimiento huelguístico de 1835, se dedicó a la organización de cooperativas de consumo que fueron organizadas por sus discípulos, los Pioneros de Rochdale, a partir de 1840. Otro nuevo intento de crear una colonia ideal (Harmony Hall, 1839-1845) culminó en un nuevo fracaso.El socialismo utópico francés fue de carácter más teórico que el británico. Saint-Simon hizo de la ciencia el principio rector de la sociedad y abogó por una sociedad tecnocrática para el desarrollo de la producción. Sus últimos escritos dieron pie a unas formulaciones religiosas que sus discípulos trataron de poner en práctica sin excesivo éxito.Charles Fourier fue también un arquetípico representante del socialismo utópico francés. Su experiencia de viajante de comercio le llevó a desarrollar una preocupación teórica por la organización social (Teoría de los cuatro movimientos, 1808) que hace girar en torno a la idea del falansterio, institución cooperativa en la que sus componentes podrían alternar trabajos según sus gustos, a la vez que se preveía un sistema equilibrado de reparto de beneficios. La década de los cuarenta contempló el intento de sus discípulos de poner en práctica estas ideas en diversos lugares (Estados Unidos, México, y también España). Del fracaso de Sebastián Abreu en Jerez (1842) pueden encontrarse ecos en la obra literaria de Fernán Caballero.Algunos de estos socialismos utópicos estuvieron originados por un contacto más directo de los autores con las condiciones de vida de las clases proletarias. Es el caso de Étienne Cabet cuyo Viaje a Icaria (1840) propone una solución comunista, inspirada en F. Babeuf, en la que desaparece la propiedad privada y se establece el reparto de los beneficios en función de las necesidades. Louis Blanc, un periodista, editor de la Revue de Progrès, se inclinó por las cooperativas de producción (La organización del trabajo, 1839; El derecho al trabajo, 1848) y subrayó el papel impulsor del Estado en la tarea de organización de los Talleres Sociales. La fórmula se puso en práctica tras el triunfo de la revolución de 1848, y generó graves tensiones sociales y políticas. De carácter más práctico que teórico son las aportaciones de Louis Auguste Blanqui en torno a la organización política obrera, o las ideas de Flora Tristán (La unión obrera, 1843) sobre una organización internacional de trabajadores. Todos ellos serán protagonistas de la revolución de 1848 y brindarán algunos de los conceptos teóricos que Karl Marx elaborará más tarde.Pierre-Joseph Proudhon era el único que procedía realmente de la clase obrera y había tenido una formación autodidacta, trabajando como tipógrafo. En 1840 provoca un enorme escándalo con la publicación de ¿Qué es la propiedad? ya que la califica de robo y origen de las miserias del género humano. Inició entonces una tarea de publicista que le llevó al enfrentamiento con Marx (Su Sistema de las contradicciones económicas o filosofa de la miseria, de 1846, provocó Las contradicciones de M. Proudhon o Miseria de la Filosofía, de Marx) que le censuró su espíritu pequeño-burgués. Su idea de llegar a la suplantación del Estado a través de la federación de cooperativas y sindicatos, le dio un carácter preanarquista que le convirtió en el auténtico rival del marxismo desde 1848. Su individualismo, en todo caso, era un tanto inoperante y nostálgico. "No queremos -había escrito- el gobierno del hombre por el hombre, ni la explotación del hombre por el hombre". Proudhon rechazaba todo tipo de socialización y nacionalizaciones, porque entendía que eran tan tiránicas como el propio Estado capitalista, pero su rechazo del Estado y de otras instituciones opresivas no iba acompañado de verdaderas propuestas efectivas para la implantación del nuevo orden que propugnaba.El pensamiento anarquista no adquiriría coherencia hasta que M. Bakunin fundase la Alianza Internacional de la Democracia Socialista en 1868 y le diese un verdadero sentido revolucionario. La base de apoyo de esta fuerza revolucionaria estaría en los jornaleros agrarios de la Europa oriental y mediterránea, y en la gran masa de obreros no especializados que afluían a las grandes ciudades.Bakunin era un noble ruso, que había conocido a Marx y a Proudhon en el París anterior a la revolución de 1848. Deportado a Siberia durante toda la década de los cincuenta, a la vez que era desposeído de su condición de noble, escapó en 1861 para dedicarse a las actividades revolucionarias. Sus procedimientos llevarían a un inevitable choque con Marx en el seno de la I Internacional.También hubo preocupación teórica por la situación de las clases trabajadoras desde los ambientes de inspiración cristiana. La vía elegida por algunos de esos reformadores sociales (Ph. Buchez en Francia, J. Maurice en Inglaterra, o el arzobispo von Ketteler en Renania) fueron las cooperativas de producción.Buchez, al que ha dedicado mucha atención F. Furet, rompió con su pasado sansimoniano y se empeñó en resolver el reto de Comte, tratando de reconciliar la religión con la ciencia a través de la revista L´Européen (1831-1832) desde la que propugnó una moral igualitaria basada en la religión cristiana. Entre 1834 y 1839 publica los cuarenta volúmenes de su Historia parlamentaria de la Revolución Francesa, en la que proporciona una interpretación socialista de la Revolución, aunque con una permanente clave cristiana. Por lo demás, esta preocupación social de inspiración cristiana derivará las más de las veces hacia las actividades simplemente caritativas (Ozanam, Sociedad de San Vicente de Paúl), con renuncia a cualquier planteamiento de reforma.