Época: EuropaRevolucionaria
Inicio: Año 1815
Fin: Año 1848

Antecedente:
La Europa de las Revoluciones
Siguientes:
El sistema Metternich
Crecimiento económico

(C) Federico Lara Peinado y Joaquín Córdoba Zoilo



Comentario

Los años que van desde el Congreso de Viena hasta los acontecimientos revolucionarios de 1848 son conocidos como la época del sistema Metternich en la vida del Imperio austriaco, para subrayar la preeminencia, tanto en el plano de la política interior como en el exterior, del que fue ministro de Asuntos Exteriores desde 1809 y canciller desde 1821. La imagen más común de Metternich ha sido la de un reaccionario preocupado por los avances de la Revolución, que no supo asumir el liderazgo que reclamaba el nacionalismo alemán, ni aplacar al resto de los nacionalismos que se manifestaron en el seno del Imperio austriaco. Una persistente imagen historiográfica, sugerida por Palmerston, lo presentó como un inmovilista (no propiamente un conservador) empeñado en cerrar la espita de una caldera que terminaría por reventar en 1848.El Imperio estaba regido por la dinastía de los Habsburgo, que había personificado el Sacro Romano Imperio, casi ininterrumpidamente, desde mediados del siglo XV. En 1804 Francisco I había tomado el título de Emperador de Austria, y en 1806 había decretado la desaparición del Sacro Romano Imperio, que había regido desde 1792 con el nombre de Francisco II.Francisco, que era un convencido reaccionario, asentó su poder sobre medidas de represión policiaca y censura, para conjurar la amenaza del liberalismo. En esa tarea contó con la ayuda inestimable de Metternich, con el que llegó a identificarse plenamente en los años finales del reinado.A su muerte, en 1835, le sucedió Fernando I, que había dado muestras de retraso mental (lo cual no le impedía conocer cuatro idiomas). Francisco, en todo caso, prefirió que no se quebrase el principio de legitimidad, con la interrupción de la línea sucesoria, y dio instrucciones muy precisas para que pudiese contar con la tutela y consejo de Metternich, aunque éste habría de compartir su influencia con los componentes de un órgano colectivo, Conferencia de Estado, que se constituyó bajo la inspiración de la familia imperial. En todo caso, el emperador Fernando fue siempre muy querido por unos súbditos, entre los que había ganado fama por su bondad. Los sentimientos antimonárquicos fueron muy endebles en aquellos años y la dinastía no estuvo en peligro ni siquiera durante los acontecimientos revolucionarios de 1848.El Imperio austriaco era el resultado de la acumulación de una serie de posesiones territoriales entre las que, aparte de los propios territorios austriacos, había que añadir los reinos de Hungría, Bohemia y Dalmacia, las provincias italianas de Lombardía y Venecia, la zona de Galitzia y Cracovia, y los ducados de Salzburgo y Bukovina. Entre esos territorios no había otro vínculo de unidad que la fidelidad personal de los súbditos al emperador, que no tenía que verse en peligro por la diversidad de dichos súbditos. En realidad, la denominación de Austria sólo correspondía a un reducido territorio, pero englobaba la realidad de una vinculación que era puramente dinástica.Tan variados territorios englobaban una población también muy diversa en sus lenguas y sentimientos nacionales. Sobre los escasos 38.000.000 de habitantes que contaba el Imperio a la altura de 1848, sólo unos 8.000.000 eran de lengua alemana. Otros grupos importantes eran los magiares, que se acercaban a los 6.000.000; los italianos, 5.000.000; y los checos, 4.000.000. Después, en orden descendente, hay que aludir a las poblaciones de rutenos (3.000.000), rumanos (2,5), polacos (2), eslovacos (2), serbios (1,5) y eslovenos (1), aparte de una dispersa población de judíos, que no debió alcanzar el millón de personas.Austria era así, obligadamente, un Estado multinacional que trataba de adaptarse a las exigencias de un Imperio autoritario. Se presentaba así como una solución a los problemas planteados por las nacionalidades, aunque no han faltado historiadores que lo han caracterizado como un simple vehículo del poder territorial de los Habsburgo.Los checos de Bohemia y Moravia, en el norte, estaban dirigidos por una nobleza muy integrada, que hablaba alemán, y era una nación que registraba un considerable renacimiento cultural desde comienzos de siglo, bajo la inspiración de Frantisek Palacky. La tradición del husismo fue empleada para enfrentarla a los valores germánicos. Sus vecinos eslovacos, sin embargo, se debatían, para encontrar sus señas de identidad nacional, entre la tradición husita que compartían con los checos, o la búsqueda de la formación de una gran nación eslava.El reino de Hungría planteaba problemas por las tensiones entre una alta nobleza terrateniente, muchas veces no magiar y germanizada, que monopolizaba la Cámara alta de la Dieta húngara, junto con los obispos católicos, y una baja nobleza, que controlaba la vida política local, y que coincidía en la Cámara baja de la Dieta con los hombres de profesiones liberales y de más profundas convicciones nacionalistas antigermanas. Su nacionalismo era nobiliario y exclusivista, y chocaba con las demandas de los eslovacos, en el norte; los rumanos, en el este, y los serbios, eslovenos y croatas, en el sur. Estos dos últimos alentaban la reivindicación de la vuelta a las Provincias de Iliria, creadas por Napoleón, que agruparían también el territorio de Dalmacia.Estos nacionalismos desbordaban las posibilidades de establecimiento del liberalismo, que se veía también amenazado por los partidarios de las posiciones radicales de demócratas y socialistas. Ese es el caso de la península italiana, en donde los fracasos del nacionalismo mazziniano habían permitido una cierta consolidación de las posturas liberales, como puede ser la gestión de gobierno de Massimo d`Azeglio en Piamonte, o la posición adoptada por Carlo Cattaneo en Milán.El liberalismo también comienza a apuntarse en la misma Austria, en la que se registra la organización de sociedades liberales y asociaciones profesionales, pero encontró la total oposición de Metternich a cualquier tipo de reformas que pudieran satisfacer a las clases medias y beneficiar a sus rivales políticos.