Época: alta época clásica
Inicio: Año 475 A. C.
Fin: Año 450 D.C.

Antecedente:
La pintura a comienzos de la época clásica
Siguientes:
El Pintor de los Nióbides y Polignoto
Repercusiones en la cerámica de la pintura de Mikón

(C) Pilar León Alonso



Comentario

El segundo cuarto del siglo V está marcado por el florecimiento de la megalografía o gran pintura; al socaire de ella la pintura de vasos experimenta cambios profundos. Para empezar hay que tener presente el proceso de industrialización de los talleres áticos; su producción crece y pierde calidad simultáneamente, lo que traerá una progresiva pérdida de mercados a lo largo del siglo IV. Sigue habiendo buenos alfareros y buenos pintores, pero era inevitable que la eclosión artística de estos años no les alcanzara y, en efecto, ocurrió que se dejaron ganar por el encanto de los grandes cuadros y por las novedades que en ellos descubrían, momento a partir del cual la cerámica ática pierde su personalidad peculiarísima. Afortunadamente pasa a ser recipiendiaria y espejo de la pintura mayor, pero abandona el rango que por su extraordinaria originalidad la había situado a la cabeza de la producción artesanal.
Las novedades procedentes del campo de la megalografía son tan vitales, que quienes pretenden seguir en la corriente tradicional caen en la afectación y en la teatralidad, como le ocurre a un gran pintor del momento, el Pintor de Pan, cuando representa la muerte de Acteón en una crátera de Boston. Más inspirado se nos muestra él mismo u otro pintor de su círculo en un lekythos de Tarento decorado con una escena conmovedora, muy del gusto de la pintura mayor, en la que se representa a Ariadna plácidamente dormida a punto de ser abadonada por Teseo, al que reclama Atenea. La sonrisa entre sueños de Ariadna, el sobresalto de Teseo, la solicitud de Atenea y la aflicción del pequeño Eros, que presiente cabizbajo el final del idilio, denotan agudeza en la observación y una dosis notable de realismo. De idénticas características hace gala un skyphos del Pintor de Pistoxenos, en el que por un lado vemos la lección de música del viejo Linos al joven Iphikles y por otro a la vieja Geropso, que avanza lira en mano y apoyada en un bastón. Especial interés adquiere la forma de representar a los viejos: escuálido y demacrado Linos, jorobada y desdentada Geropso, en claro contraste con un Iphikles esbelto y juvenil. Estas connotaciones realistas destinadas a caracterizar al personaje son comparables a las detectadas igualmente entre viejos y jóvenes en los frontones de Olimpia y son inseparables de la corriente realista que impera en la megalografía. No pensemos que se acotan para pormenores de la figura humana, pues alcanzan a toda clase de objetos y, por supuesto, a los elementos de la naturaleza como rocas o salientes del terreno, faceta que aún veremos evolucionar.

Junto con el realismo, la otra gran adquisición que hace la pintura de vasos a partir de la pintura mayor es el enriquecimiento cromático o, mejor dicho, la incorporación de una nueva técnica que utiliza el fondo blanco y las tonalidades delicadas y en la que se reconoce el influjo de la pintura al fresco. El encanto y el atractivo de la nueva fórmula están maravillosamente resumidos en una copa de Florencia del Pintor de Pistoxenos, en la que Afrodita vuela sobre un cisne con una flor en la mano. La finura del dibujo y la suavidad del colorido recalcan la intensa femineidad del motivo, que no es otra que el aura majestuosa y espléndida de Afrodita. Las partes coloreadas están todavía reducidas al himation, escote y cenefa inferior del chitón, pero progresivamente ganarán terreno, hasta que aparece coloreada toda la figura. Por esta vía hemos de imaginar el efecto de la policromía y el juego de color en la primera época clásica, aunque resulte a todas luces insuficiente respecto a planteamientos más profundos, como, por ejemplo, composición de grandes cuadros. A este respecto hemos de fijarnos en la decoración de los vasos de gran tamaño, a sabiendas de las limitaciones que encontraremos.