Comentario
El pintor que mejor incorpora y refleja en sus obras las características de la megalografía es el Pintor de los Nióbides, así llamado por la crátera del Louvre en la que representó la matanza de los hijos de Níobe y la aventura de los Argonautas. Tanto la escena tremenda de la muerte de los Nióbides por las flechas de Apolo y Artemis, como el episodio protagonizado por los compañeros de Jasón en la búsqueda del Vellocino de Oro nos descubren rasgos nunca vistos en la cerámica pintada, entre los que sobresalen: 1.° La disposición de las figuras en grupos, en distintos planos y a distinta altura. 2.° La representación del terreno con sus irregularidades y desniveles, así como la presencia de rocas que tapan parcialmente las figuras, es decir, movimiento en la línea de suelo. 3.° Someras alusiones al paisaje, por ejemplo, por medio de un árbol. 4 ° Volúmenes captados, en escorzo o acortados en perspectiva. 5.° Actitudes y rostros que expresan estados de ánimo y emociones diversas.
Todas estas características, tan fantásticas como inusuales, han de proceder del campo de la pintura mayor, pues no es casualidad que coincidan con las innovaciones introducidas en ella, según las fuentes, por Polignoto de Tasos, un pintor excepcional. Asociado con otros buenos pintores, como Mikón, Panainos y Onasias, Polignoto dejó pintadas numerosas obras en la Estoa Poikile (pórtico pintado), en la Pinacoteca de los Propíleos y en el Theseion de Atenas, así como en la vecina Platea. Pero aún le hicieron más célebre los frescos de la Lesche de los Knidios en Delfos, cuyos temas eran la Iliupersis o destrucción de Troya y la Nekyia o descenso de Odiseo al Hades en busca de la sombra de Tiresias, obras extraordinarias, al decir de las fuentes, de las que sólo nos queda la descripción de Pausanias y pálidos reflejos en las obras de sus admiradores e imitadores dentro del ámbito de la pintura de vasos.
Si conjugamos la información transmitida por las fuentes con testimonios como los que ofrece el pintor de los Nióbides, podemos formarnos una idea de la revolución originada por la pintura de Polignoto. Por lo pronto impone la composición panorámica y la narración en episodios concatenados, novedades a las que hemos de añadir la incipiente perspectiva, faceta que desarrollará con éxito extraordinario Agatarco de Samos, un técnico de la pintura de alta categoría. Con ser tan sensacionales las aportaciones citadas, los contemporáneos admiraban sobre todo a Polignoto y le otorgaban el cetro por su honda penetración en la definición del carácter, lo que se llamaba el ethos. A esa rara perfección llegó Polignoto a través de un conocimiento perfecto de la anatomía y de la mímica, de donde la intensidad de la mirada, la boca entreabierta que permite ver los dientes, la expresividad de un ademán. Todo ello demuestra que Polignoto es una de las mentes geniales que crean el espíritu artístico de época clásica, cuyo distintivo peculiar es la capacidad de sublimar la realidad.