Comentario
La expulsión de los Tarquinios y la proclamación de la República no produjo en Roma cambios apreciables por debajo de la cúpula del Estado. La población conservó sus hábitos ancestrales, y los residentes etruscos, con los talleres de artistas y artesanos regentados por muchos de ellos, siguieron abiertos sin temor a represalias. Las familias romanas de abolengo tendrán a gala educar a sus hijos varones en la disciplina etrusca como se llamaban las artes de la mántica y sus afines, aunque la parte más delicada del aprendizaje hubiera de hacerse junto a especialistas de las propias ciudades de Etruria. La costumbre itálica de consultar a los dioses antes de emprender cualquier acción privada o pública, imponía a los aspirantes al desempeño de las magistraturas el aprendizaje de los principios de aquella ciencia. A ella estaban dedicados colegios de sacerdotes, el de los augures, especializados en la interpretación del vuelo de las aves; el de los harúspices, en la de las entrañas de las víctimas. Uno de los más conocidos y artísticos espejos grabados por un etrusco representa a un mágico Calcas, provisto de alas, absorto en el examen de un hígado de camero como el de Piacenza, en el que a buen seguro tenía ya delimitadas claramente las regiones del cielo y ahora escudriñaba los signos admonitorios. En este y otros campos el saber etrusco conservó su prestigio a lo largo de los siglos.