Época: Bizancio
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
El nacimiento de Bizancio
Siguientes:
La fortaleza inexpugnable
Obras públicas e iglesias

(C) Miguel Cortés Arrese



Comentario

Tenemos pocos datos acerca del enriquecimiento monumental de la ciudad por parte de los sucesores inmediatos de Constantino. A Constancio II se debe la consagración de Santa Sofía y la construcción, al norte del antiguo ágora, de una biblioteca estatal. Juliano, durante su breve mandato -361/363-, reparó el Senado y levantó un puerto en el Mármara, conocido como el Sigma, cerca de donde se asentaría más tarde la iglesia de los santos Sergio y Baco.
Valente cuidó del aprovisionamiento de agua a la capital y erigió el gran acueducto que todavía hoy domina los jardines del bulevar Atatürk. A lo largo de 625 metros y una altura máxima de 18,5 metros, salvando la depresión formada entre la tercera y cuarta colina, conducía el agua que era depositada en una enorme cisterna bajo la plaza de la Universidad. Valente llevó a cabo una obra impresionante utilizando grandes bloques de piedra caliza, excelentemente trabajados y procedentes de la antigua Calcedonia; obra que ha resistido el paso del tiempo hasta configurarse en nuestros días como una de las referencias de la ciudad.

Teodosio I demostró mayor empeño que sus predecesores al edificar el Forum Tauri, tratando de evocar el foro romano de Trajano. Del nuevo foro, poco sabemos; si acaso que contaba con una columna con relieves en espiral al estilo de la de Trajano y que fue erigida el año 386 para celebrar una victoria contra los godos. En la parte superior se adornaba con una estatua de plata del emperador que cayó como consecuencia del terremoto del año 448.

El foro estaba ubicado en la plaza Bayazit y contaba también con una basílica, un baño y dos ábsides; éstos acogían estatuas de sus hijos Arcadio y Honorio que le sucederían a su muerte. Algunos restos arqueológicos descubiertos nos hablan de la existencia de un arco triunfal apoyado en series de cuatro columnas cuyos fustes estaban decorados con ojos, de efecto muy expresivo.

Siguiendo hacia el oeste, se llegaba a una plaza llamada Filadelfion; estaba ornamentada con dos columnas de pórfido con grupos escultóricos que representaban a los hijos de Constantino: los llamados Tetrarcas, actualmente en la plaza de San Marcos de Venecia.

Aquí se bifurcaba la Mese: un brazo se extendía hacia el noroeste en dirección a la iglesia de los Santos Apóstoles; el otro brazo se dirigía hacia la zona de Isa Kapu. En esta última ruta podía encontrarse un foro más pequeño, el Forum Bovi y, tras él, Forum Arcadii. Este último también contaba con una columna triunfal con decoración en espiral, que se conservó hasta el siglo XVIII; conmemoraba las victorias de su padre sobre los godos y Banduri le hizo un dibujo en 1685.

El intento de rivalizar con Roma se aprecia igualmente en el célebre obelisco de Teodosio traído desde Egipto, donde había sido tallado por Tutmés III, y colocado en la spina del hipódromo el año 390. Parece que fue Juliano quien concibió la idea de transportarlo, pero a Teodosio se le ocurrió levantarlo, apoyándolo sobre cuatro cubos de bronce y sosteniéndolo sobre una basa esculpida. Esta última es, precisamente, lo más valioso del conjunto por tratarse de uno de los ejemplos clave de la escultura, a medio camino entre el Bajo Imperio y el arte bizantino propiamente dicho.

En esta obra se anuncia ya el propósito de que el espectador se desplace hacia la imagen que se considere esencial y pase por encima de lo insignificante, en la línea de lo propuesto por Plotino; se incorpora la frontalidad, que en Oriente resultaba familiar, se destaca la expresividad sobre la delicadeza y se antepone la estilización sobre el naturalismo. Por ello se sitúa en el camino de un nuevo estilo artístico.

Esta obra es también una apología expresa del poder imperial. Al escoger el hipódromo como el lugar donde había de erigirse el obelisco, como si del Circo Máximo romano se tratara, el espacio que sirve como manifestación de la gloria y que acoge el ceremonial de la teología de la Victoria, sobre la que se fundamente la divinidad del emperador, el monumento se convierte en una de las claves del poder absoluto que encarnan los soberanos de Bizancio.

En la cara noroeste se reconoce a Teodosio sentado en la kathisma, entre su esposa y sus hijos: recibe los homenajes y presentes de los bárbaros de Oriente y Occidente que se postran arrodillados ante la figura egregia del emperador. A uno y otro lado y de pie, a un nivel ligeramente más bajo, se disponen las grandes personalidades del régimen: senadores, prefectos y altos magistrados que presencian la escena. El artista parece haber escogido el momento en el que, una vez postrados los bárbaros, los cantores y la multitud entonan una loa al emperador victorioso.

La cara noreste del monumento muestra también a los dignatarios del Imperio asistiendo a los juegos, mientras en el pedestal aparecen representados los trabajos de erección del obelisco, dirigidos por el prefecto Proclor. Una inscripción precisa que "esta enorme columna cuadrada, siempre tendida en tierra, únicamente el emperador Teodosio tuvo la audacia de erigirla". El texto continua relatando cómo la operación duró treinta y dos días.

La cara sudeste representa al emperador, de pie en la kathisma, con una corona en la mano derecha dispuesto a premiar al vencedor de las carreras. En la parte inferior, delante de los espectadores, se alinean los bailarines y músicos, con flauta y órgano portátil, que proporcionan la pompa de este instante solemne. Porque la victoria del auriga simboliza el papel del soberano como vencedor permanente, cuyos triunfos son precisamente festejados en el hipódromo.

No ha de pasar inadvertido el motivo y espacio escogidos por el artista, dado el papel religioso y político excepcional que ha jugado siempre el hipódromo en Constantinopla, a la vez que expresa una tendencia constante en el arte bizantino: la de situar las imágenes en un ambiente que les vincula a la realidad. Ningún lugar era más adecuado, pues, para representar la idea del basileus vencedor perpetuo.

Esta idea del emperador semper victus ilustraba también los relieves de la columna de Arcadio, a juzgar por los dibujos conservados. Recorriendo los episodios de la guerra de Teodosio contra los godos, que llenan las espirales de la columna, sorprende el poco interés mostrado por las escenas de combate. No hay más que tres o cuatro y parecen haber sido tratadas de un modo sumario, sin desarrollar los detalles, de manera que la representación no ocupe más de un tercio de la espiral. El resto está dedicado a ilustrar aquellos momentos en los que el emperador se sitúa a la cabeza de su ejército y a recoger aquellos actos solemnes donde se pone de manifiesto su autoridad: Teodosio conduciendo sus tropas, arengando a los soldados, pasando revista... casi siempre aparece de frente, inmóvil en un actitud de ceremonia y elevado sobre un estrado (Grabar). Se ha producido un abandono completo de la espontaneidad y un sólo objetivo parece guiar al artista: la representación, de la manera más adecuada posible, de la coronación del emperador, una referencia esencial de la mística imperial y que se extiende a lo largo del arte bizantino.

Se ha conservado un segundo obelisco en el hipódromo que se asocia a Constantino VII Porfirogéneta; tiene el aspecto de un obelisco, pero está construido con bloques de piedra y no es un monolito como el mencionado. Originariamente estaba recubierto con una lámina de bronce que fue arrancada por los cruzados en 1204. Mosaicos y marfiles representarían abundantemente y con detalle los variados espectáculos que tenían lugar en el hipódromo.

A la muerte de Teodosio -395-, asentada firmemente Constantinopla como capital del Imperio de la parte concedida a Arcadio, habiéndose borrado los últimos restos del paganismo y producido sus efectos la reforma monetaria emprendida por Constantino, puede decirse que habían echado raíces las bases de lo que hoy llamamos civilización bizantina. A fines del siglo IV el emperador era ya el Santo emperador, que vivía en el Palacio Sagrado rodeado de un ceremonial litúrgico cada vez más complejo y era reverenciado como Virrey de Dios; y el emperador, a su vez, destinaba energías y riqueza a la gloria y bienestar de la Iglesia cristiana. La colaboración de los dos poderes sería uno de los fundamentos de la duradera civilización bizantina.

Tras el intervalo de Arcadio, en el que su hermana Pulqueria construiría la venerada iglesia de Santa María de Blanquernas -donde se conservaba el cinto de la Virgen-, la llegada al poder de Teodosio II, supone el inicio de una etapa de gran prosperidad. A él se debe la fundación de la Universidad de Constantinopla -425-, donde se enseñaba latín y griego y la primera recopilación de las constituciones imperiales, codificadas el año 438 con el título de Codex Theodosianus. A él se debe también la paz con los persas y el confinamiento de los temidos bárbaros al norte del Danubio. La ciudad crecía y las áreas habitadas se extendieron más allá de las murallas por lo que Teodosio se vio en la obligación de diseñar un nuevo anillo defensivo que se mostraría inexpugnable hasta el año 1204.