Comentario
Con la cultura de Teotihuacan inicia un gran desarrollo en el centro de México fundamentado en innovaciones tecnológicas de carácter hidráulico, que permiten un considerable aumento en la productividad de las tierras y con ello la nucleación de la población.
Desde Monte Albán irradia una tradición escultórica con funciones de integración política e ideológica. También paralela pudo ser la construcción de juegos de pelota que, al menos en el caso de la capital zapoteca, ponen de relieve la práctica de rituales regionales. Otro acontecimiento de importancia es el desarrollo del sistema escrituario y aritmético relacionado con el poder y con cálculos calendáricos, distribuido desde Monte Albán a otros sitios.
La decadencia de La Venta y de la cultura olmeca de la Costa del Golfo posibilita el florecimiento autóctono de los centros regionales. En Izapa se generaliza el empleo de la estela y el altar, muchos de éstos tallados en forma de sapo y utilizados como tronos. Kaminaljuyú, en el Altiplano Central de Guatemala, tiene un gran esplendor durante el Formativo Tardío. En este centro se generaliza la construcción de edificios públicos e iniciándose al tiempo la tradición escultórica compleja.
En el occidente de México se mantiene el culto a la muerte manifestado por las tumbas de chimenea, pero quizás de superior interés sea el elevado desarrollo artístico alcanzado en Ixtlán del Río y otros asentamientos de Nayarit, donde sus pobladores se especializaron en la confección en cerámica de figurillas individuales de gran realismo y grupos con escenas narrativas.