Época: Grecia Arcaica
Inicio: Año 700 A. C.
Fin: Año 500 D.C.

Antecedente:
Mapa de la colonización griega



Comentario

Como el propio concepto griego de apokía significa, en contraste con la kleroukía más tardía, la aparición de una colonia implica la segregación de un grupo de individuos de la metrópolis, pero sobre todo la pérdida de sus derechos ciudadanos por el hecho de formar parte de una nueva polis. Desde este punto de vista, las fundaciones griegas del siglo VIII a.C. no conllevan la traslación de los sistemas políticos de las metrópolis a otros territorios. El caso de Tarento puede ser significativo, por cuanto en su ordenación político-administrativa no se calcó el modelo espartano de su metrópolis fundadora; esta indiscutible independencia se deja observar también cuando se analizan los productos manufacturados presentes en las colonias, y se comprueba que la cerámica corintia aparece por igual, tal y como señala Vallet, en Megara, Naxos, Tarento, Cumas y Siracusa, es decir, en colonias fundadas por corintios o no. En realidad, los viajeros comerciantes, portadores de objetos manufacturados, fueron ajenos a las particularidades étnicas de las diferentes colonias y se inscribieron en el marco de los monopolios de corintios, focenses, milesios o atenienses según el momento histórico vivido y su área de influencia; las mismas producciones cerámicas coloniales se hicieron en función de parámetros distintos a las de las antiguas metrópolis y, así, Gela produjo una cerámica más próxima al mundo corintio que al rodio, siendo frecuente que, en muchos casos, pronto definieran sus propios estilos coloniales. En todo caso, sólo se mantuvo una débil relación con la metrópolis en el campo religioso, aunque desarrollando otras creencias propias conforme el tiempo transcurría.
El caso fenicio es también complejo, pues las fuentes literarias no llegan a definir el estatus concreto de cada fundación respecto a Tiro. Ahora bien, la metrópolis, indica Aubet, cimento su política económica sobre tres ejes: su papel de intermediario entre las grandes potencias, su producción especializada de bienes de lujo y su interés por ser el principal abastecedor de metales preciosos para los imperios asiáticos; esta estructura económica, que se hizo patente, sobre todo a partir del reinado de Ithobaal I, aunque ya estuviera planteada algunos siglos antes con Hiram I, según formula la corriente formalista, fue dando paso a compañías privadas, con las que incluso pudo llegar a competir el mismo Estado, que se definieron como empresas familiares; ello pudo provocar la existencia de estas firmas en las colonias mediterráneas, que actuaron interrelacionadas con las existentes en la metrópolis, si bien en el marco especialmente óptimo para el sistema que había creado el Estado y en general el modelo de mercado. Si se siguen estos parámetros, el caso podría implicar una semidependencia de las factorías respecto al Estado, ya que, por una parte y por la tradición privada, podían actuar de forma independiente, pero, por otra, eran muy débiles a los conflictos que desde el Próximo Oriente pusieran en cuestión la estabilidad del sistema, que siempre pasaba por la metrópolis.

Como ejemplos de esta situación pueden servir dos situaciones coyunturales. A mediados del siglo VII a.C., cuando Tiro fue asediada por los reyes asirios Asarhadón y Assurbanipal que redujeron al mínimo su territorio y, sobre todo, a partir del 640 a.C. en que pasa a constituirse en provincia del Imperio Asirio, se observa la expansión cartaginesa en Occidente con la fundación de Ibiza, que las fuentes históricas localizan cronológicamente en el 654 a.C. Un segundo caso se sigue cuando se produce el asedio de Tiro por Nabucodonosor en el 580 a.C. y se relaciona el hecho con el abandono o la caída del esplendor de las factorías malagueñas.

Cartago es especialmente interesante como caso a estudiar, porque, heredera de Tiro a partir del siglo VI a.C., terminará por convertirse en potencia militar del occidente mediterráneo. En términos generales, el ser un centro relativamente independiente desde su fundación, a lo que no es ajeno su carácter de fundación aristocrática, le llevo a definir ciertos factores políticos y culturales de modo muy diferente a como se expresaban en Tiro: su marcado militarismo y, en otro nivel, la presencia de los tofets, un recinto perfectamente delimitado donde se depositaban las urnas de los sacrificios humanos, generalmente niños y animales. Lo interesante del caso es que el tofet, que se documenta también en las fundaciones del Mediterráneo central, como en Motya en Sicilia o Sulcis en Cerdeña, se basa en un tipo de sacrificio infantil, el sacrificio molk, conocido de antiguo en el Próximo Oriente, pero que, sin embargo, sólo llegó a adquirir su forma de representación espacial a partir de Cartago, de aquí que sea indicio de su área de influencia, ya que no se constata ni en el territorio de la metrópolis, ni en las fundaciones del extremo occidente; también el tofet es un factor cultural que sólo se hace presente cuando la fundación adquiere visos de colonia urbana, por lo que es un elemento vinculado a las oligarquías coloniales de los asentamientos fenicios. Hay que constatar que los sacrificios de la primera etapa del tofet de Cartago sólo se practican entre los colonos aristocráticos, es decir, entre el sector más directamente ligado al Estado. Cartago, tal y como se perfila en la estrategia mercantil de Tiro, pudo ser entendida desde su fundación más como centro político que como sitio comercial, porque su función parece pensada para frenar el desarrollo del comercio griego; de hecho, en Cartago, hay más preocupación por la problemática agraria que por la estrictamente comercial. Históricamente, hacia fines del siglo VIII a.C., el asentamiento ya estaba en condiciones de ser un gran centro urbano.

Hacia mediados del siglo VII a.C., coincidiendo con el refuerzo político de Cartago, se produce el desarrollo de la llamada segunda oleada de la colonización griega occidental. Se trata de la fase reconocida tradicionalmente, desde el lado griego, como la más mercantil y, en efecto, hay un cambio significativo en ella, si nos atenemos a la actuación de algunas metrópolis. Es el caso de los milesios y sus fundaciones del mar Negro que, a diferencia de la relación de independencia que hasta ese momento había existido entre metrópolis y colonia, ahora hacen que las nuevas fundaciones saquen al mercado los productos manufacturados por Mileto. Un caso especial es el que protagonizan los focenses, porque tanto las legendarias relaciones con el tartesio Argantonios, hoy refrendadas por los hallazgos de cerámica griega en Huelva, como la fundación de Massalia implican la búsqueda de un punto de comercio en el extremo occidental mediterráneo. No obstante el carácter mercantil del primer proyecto focense, el caso se complicó cuando se produjo la caída de la metrópolis algún tiempo después, a consecuencia de la presión persa; ello motivó un desplazamiento demográfico muy fuerte, primero hacia Massalia y después del rechazo de ésta, sucesivamente a Alalia en Córcega y a Elea en la costa tirrénica italiana.

Los efectos de esta expansión focense hacia Occidente se dejan sentir primero en una confrontación comercial y después en el enfrentamiento militar contra los cartagineses en la batalla de Alalia. En realidad, en ese momento se abre un proceso competitivo de control de áreas de influencia política, del que son buenos ejemplos los sucesivos tratados firmados ya no por los griegos, sino por su sucesora Roma y por Cartago en el año 509, es decir, escasamente tres décadas después de la victoria pírrica de los focenses en Alalia, en el 348 a.C., donde de nuevo parecen determinarse las áreas de intervención de cada potencia y, por fin, en una nueva y doble confrontación militar: las Guerras Púnicas.