Comentario
En el arte visigodo no existen esculturas exentas, ni tampoco relieves que no estén supeditados a la ornamentación arquitectónica o a la decoración del mobiliario litúrgico; todo lo que conocemos corresponde a la decoración de edificios religiosos. Aparte de nuestro desconocimiento sobre si existió algún tipo de plástica en los edificios civiles, debemos contar con la desaparición de manuscritos, tejidos y pequeños muebles en los que podría estar el vínculo que muchas veces no puede establecerse en la transmisión de los motivos artísticos. En general, los relieves visigodos muestran la convivencia de dos fuentes de inspiración: una más abstracta y geométrica, que tiene raíces locales pero también participa de formas al uso en el arte europeo del momento, y otra más naturalista y figurativa, cuyo enlace con la decoración clásica se hace a través de modelos elaborados en ambientes bizantinos.
Una norma muy acusada dentro del tratamiento de la decoración en el arte visigodo es la falta de supeditación a los sistemas de la arquitectura clásica. La inexistencia de estructuras adinteladas, frente al gran desarrollo de los sistemas de arcos y bóvedas, lleva a la desaparición de la correlación entre los temas decorativos y los elementos estructurales. Las columnas y las pilastras, que sólo conocemos en piezas sueltas, pueden recibir temas ornamentales de todo tipo y con una distribución aleatoria, mientras que no existen restos de los frisos y cornisas que les corresponderían en la composición clásica de los órdenes. En los edificios visigodos conservados, es habitual la disposición de una banda ornamental horizontal, que se extiende sobre elementos de distinta función arquitectónica; este sistema viene a marcar la separación entre la zona inferior de la obra, que actúa como soporte inactivo y la parte superior, sujeta a las leyes dinámicas de la compensación de empujes. Para llenar con más comodidad la banda continuada se emplean motivos que pueden tener un desarrollo indefinido y los temas figurados se reducen a pequeñas escenas o personajes aislados, enmarcados en basas, capiteles o piezas con límites muy precisos.
La técnica más extendida en el relieve visigodo es la de la talla a bisel; este sistema se basa en vaciar la superficie mediante planos inclinados que dejan aristas vivas en las líneas fundamentales del dibujo; la técnica se adapta muy bien a todos los motivos geométricos y tiene una clara correlación con los métodos habituales de la talla en madera. Cuando se necesita representar alguna figura se recorta el perfil dentro del que se marcan los detalles con incisiones y, sólo en contados casos, se procede con técnicas de modelado naturalista.
Es habitual diferenciar varias escuelas dentro del relieve visigodo. En general, existe una cierta uniformidad entre las obras procedentes de cada zona y en alguna se observan datos evolutivos, pero el material disponible es tan escaso y desigual que aún es aventurado establecer distinciones rígidas. Hay otros casos en los que la semejanza entre dos piezas no permite dudar sobre la procedencia de un mismo taller, aunque hayan aparecido muy distantes, como las pilastras de estilo emeritense encontradas en Tortosa. Si los talleres de las ciudades más importantes como Toledo, Mérida o Córdoba, exportaron parte de su producción, las posibilidades de identificarlos son aún menores.
El papel de la influencia bizantina en el relieve visigodo debe juzgarse con las mismas reservas establecidas en la arquitectura. Se encuentran obras bizantinas importadas en la zona levantina, especialmente en Baleares y Cataluña, con algunas muestras de gran calidad como el capitel de la iglesia de la Merced de Barcelona, pero no se rastrea una influencia directa en la producción local; es el mismo fenómeno de falta de relación entre las iglesias de Baleares y Levante con las visigodas, ya que se encuadran en una evolución directa y distinta del arte bizantino, mientras que en lo visigodo, los influjos bizantinos más evidentes no pueden documentarse en sus pasos intermedios.Todo ello llevó al profesor Schlunk a destacar la importancia que debió tener en la formación y desarrollo del arte visigodo la existencia de unas miniaturas para la ilustración de libros, cuya última consecuencia sería la miniatura mozárabe, pero que se formó como estilo original en la España visigoda y dentro de los ambientes más cultos de la antigua iglesia hispanorromana, a la que deberían los visigodos gran parte de sus manifestaciones personales. La corte visigoda puso a su servicio el arte religioso de los católicos hispanos, que vivían entonces precisamente una época de cierto esplendor y de reconocimiento por parte del resto de las iglesias católicas. La correspondencia de nuestros obispos con los papas, sus intervenciones en los concilios, las frecuentes peregrinaciones a Tierra Santa y la recepción de monjes orientales, debieron servir de cauce para un intercambio muy activo, en el que intervenían también las facetas artísticas por sus valores simbólicos. Estos influjos, a través de dibujos o de informaciones verbales, se remodelaron aquí con estilos personales, en los que interviene ocasionalmente el gusto visigodo cuando su presencia en la población de la zona es significativa.