Época: Arte Otoniano
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
Arte Otoniano

(C) Isidro G. Bango Torviso



Comentario

La idea constante que se utiliza por los ideólogos para definir el sentido del imperio medieval occidental es la de restauración o renovación del imperio romano, los otonianos no fueron ajenos a este planteamiento. Posiblemente sea Gerberto de Aurillac, futuro papa Silvestre II, quien mejor ha definido los fundamentos teóricos del ideal imperial: el emperador, como vicario de Cristo, hará de Roma la sede de un imperio universal que debería tener las mismas fronteras que había alcanzado en los tiempos de Trajano o Constantino. Se trataba de identificar el viejo imperio romano con el de aquel momento, en este sentido son harto expresivas las palabras que utilizó Gerberto en la coronación de Otón III: "¡Nuestro, sí, nuestro es el Imperio Romano! Nuestro Augusto, Emperador de Romanos, eres tú ¡Oh César!". En la leyenda que figuraba en el sello imperial se dejaba constancia imperecedera de la razón del Estado: "Renovatio Imperii Romanorum". Si todo esto es la teoría más o menos utópica y, en cierta manera, idealizada, existen otros aspectos más inmediatos y reales que contribuyen más decisivamente a la definición del Sacro Imperio Romano Germánico: los imperios carolingio y bizantino como modelos a imitar. Cuando en el 973 muere Otón I, había tomado dos decisiones que confirman claramente estas coordenadas de la política otoniana: había hecho coronar a su hijo en Aix-la-Chapelle y lo había casado con una princesa bizantina, Teófanu (955-991), hija del emperador de Constatinopla, Romano II.¿Qué se pretendía con el gesto de Aix? Parece evidente que se buscaba enfatizar un acto como la coronación imperial con la elección de un escenario cargado de significados simbólicos. La escena que el célebre historiador francés H. Focillon nos narra y explica en este fragmento resume magistralmente uno de los fundamentos ideológicos del Imperio al fin del primer milenio: "En el año mil, el día de Pentecostés, en la vieja capilla palatina de Aquisgrán, el joven emperador Otón III, que acaba de ser coronado en Roma, contempla los despojos de Carlomagno, después de hacer buscar el olvidado lugar en que se hallaban. El fundador del imperio no está sentado en un trono, globo y cetro en la mano, como quiere la leyenda. Reposa en un antiguo sarcófago, con una cruz de oro al cuello. Esta fúnebre cita subraya la grandeza de la época. En la historia de la idea imperial tiene lugar no como un episodio extraño, sino como un hecho cargado de sentido. Al renovar una tradición secular, al tomar a Carlomagno como ejemplo, Otón III no persigue la posesión de un vano título, sino la restauración del imperio universal, imperium mundi".Los carolingios, al querer restaurar la romanidad tomaron como referencia obligada la figura de Constantino; los otonianos se fijarán en el que había sido considerado el "novus Constantinus", Carlomagno. Su imagen como paradigma se agiganta aún más cuando el tercero de los otones, postrándose ante su sepulcro, reza por un santo emperador. En este fragmento de Thietmar de Merseburgo nos damos cuenta de cómo el joven emperador quiere hacer suyas las reliquias de su héroe: "A su debido tiempo se encontraron los huesos, sentados en el trono real. Otón quitó la cruz de oro que pendía del cuello de Carlomagno; igualmente hizo con la ropa que no se había convertido en polvo, y el resto fue enterrado con gran devoción".Los gobernantes otonianos veían en Bizancio la realidad material de un imperio romano que, sin solución de continuidad, había sobrevivido hasta aquel momento. Con el matrimonio del hijo de Otón el Grande se buscaba ennoblecer el linaje de la nueva dinastía con la sangre de una verdadera princesa imperial romana. El estado bizantino inspiró a Gerberto para redactar gran parte de la teoría imperial de Occidente, incluso para aspectos tan problemáticos como las relaciones del emperador con el pontífice, donde se aprecian las analogías con el status existente entre el basileus y el patriarca de Constantinopla.Este aspecto del imperio, la dependencia de lo bizantino y lo carolingio, condiciona esencialmente la creatividad otoniana. Los artistas otonianos, fascinados por la tesis de la restauración de la romanidad, al igual que los políticos, se aproximan a ella tomando como modelos las obras de bizantinos y carolingios, para ellos mucho más paradigmáticas y significativas que las mismas obras romanas.El mismo año de su victoria en Lechfeld, Otón funda la catedral de Magdeburgo, el más importante monumento sajón del X, verdadero símbolo del ideal imperial otoniano. Poco subsiste de este edificio en la actualidad, pero viejas descripciones y las prospecciones arqueológicas denuncian la intención de sus constructores de seguir perpetuando los ya clásicos arquetipos arquitectónicos de los emperadores francos. Lo mismo que la arquitectura, el resto de las artes presenta ese deseo intencionado de recrear los modelos antiguos: murales, ilustraciones de libros, marfiles y todo tipo de orfebrería. La célebre escuela de miniatura de Ratisbona tiene su origen en la restauración del famoso "Codex Aureus de San Emerano". Esta obra, que había sufrido importantes destrozos, fue restaurada por los pintores Aripo y Adalpertus por mandato del abad Ramwold (975-1001). Podemos apreciar en la producción miniada de Ratisbona como las formas de este códice influyen decisivamente. A esta influencia material debemos añadir el deseo de sentirse ligados a un pasado que da esplendor. En este sentido, Ramwold hizo reproducir su retrato al principio del manuscrito, lleno de orgullo de unir su imagen a una obra del esplendor carolingio.La influencia de lo bizantino se hace sentir también en todas las artes. No sólo por la imitación de obras importadas, sino por la presencia misma de numerosos artistas orientales trabajando en las tierras del Imperio. La llegada de una princesa griega, con un importante séquito, contribuyó a formar una elite aristocrática helenizada que no sólo adquiría los objetos artísticos creados por el renacimiento macedonio, sino que dispensaba una calurosa acogida a sus creadores. En la correspondencia entre Otón y su mentor Gerberto hay multitud de referencias a la primacía de la cultura griega sobre la ignorancia sajona y el deseo imperial de hacer suya la cultura helena:"Os deseamos -decía a Gerberto- demostréis vuestra aversión a la ignorancia sajona no rechazando esta sugerencia -convertirse en su tutor-, pero aún deseamos más que estimuléis nuestro sutil deseo griego de estudiar, porque si hay alguien que lo levante, encontrará algo de la diligencia de los griegos en esto. Gracias a esto pedirnos humildemente que la llama de vuestros conocimientos alumbre nuestro espíritu hasta que con la ayuda de Dios hagáis que brille con fuerza el vivo genio de los griegos".Conservamos testimonios muy explícitos de la admiración que los artistas occidentales tenían por el arte oriental: en un libro de evangelios -"Codex Aureux" de Espira-, realizado para Enrique III en el scriptorium de Echternach, conservado en El Escorial, podemos contemplar cómo los artistas otonianos que lo habían decorado habían dejado el rostro de la Maiestas y de la Virgen sin realizar, para que los terminase un pintor bizantino. ¿Puede rendirse un homenaje artístico mejor? Algunos teóricos consideran que el origen de la tipología de "hallen-kirchen" que definiría muchos templos alemanes durante siglos debe buscarse en la capilla de San Bartolomé de Paderbom. Este exótico edificio de tres naves de igual altura, cubiertas con cúpulas rebajadas que apoyan directamente sobre columnas de capiteles de curiosa iconografía, se debe a Meinwerk, obispo de Paderborn, quien hizo traer para su construcción, hacia 1017, a maestros bizantinos (per operarios graecos).