Comentario
La gran basílica de Hildesheim es obra personal del gran prohombre de estado Bernwad, consejero de la emperatriz Teófanu y mentor de Otón III. Compatibilizaba sus cargos cortesanos con el de obispo de Hildesheim entre 993 y 1022. Fundó la iglesia abacial de san Miguel en 996 y, aquí, se hará enterrar, en un sarcófago esculpido. Conocemos una serie de referencias cronológicas que nos permiten fijar con cierto detalle su proceso constructivo: un epígrafe que nos permiten fijar con cierto detalle su proceso constructivo: un epígrafe fundacional señala el inicio de los trabajo en 1010, aunque algunos especialistas sostienen que las obras estaban ya en curso desde hacía tiempo; la cripta occidental se consagró en 1015 y aún conocemos dos fechas de consagración más, 1022 y 1033. Desde este momento se inician las calamidades del edificio, se suceden los incendios y destrucciones hasta el gran desastre de 1945. Una meticulosa restauración nos permite contemplar en la actualidad una académica e historicista imagen de un edificio otoniano: rotundos y macizos volúmenes exteriores contienen una luminosa y amplia diafanidad espacial interior. Sin entrar en polémicas disquisiciones, propias de especialistas, podemos considerar que este templo representa un arquetipo que, asumiendo experiencias que tienen su origen en la arquitectura carolingia, codifica una serie de formas que se van a convertir en invariantes castizas de los edificios germánicos durante los tres siglos siguientes.Planta y volumen denuncian una clara articulación de sus partes mediante una precisa proyección en cuadrícula. El espacio originado por el cruce de la nave central y el trasepto es un cuadro, que será utilizado como un elemento modular básico en la definición proporcional de los diferentes espacios del conjunto. Veíamos ya en el mundo carolingio este deseo de conseguir una proyección de la arquitectura siguiendo un sistema modular ordenador.Pero, sin duda, lo que convierte a Hildesheim en arquetipo por antonomasia es la organización de su conjunto templario con un nítido sentido bipolar llevado a sus más extremas consecuencias. También es ésta una experiencia carolingia que los arquitectos otonianos elaboraron hasta convertirla en una fórmula armónica y definitiva que, por clásica, se mantendrá en los templos renanos durante siglos. Los dos ábsides contrapuestos, el occidental sobre una gran cripta con deambulario, reciben un tratamiento idéntico al articularles sendos cruceros. De esta manera, la bipolaridad alcanza una gran monumentalidad, pues los transeptos, además de ser una gran nave transversal que comunica a igual altura con los cuatro brazos de la cruz, poseían una gran torre cargando sobre su intersección.