Época: Barroco Español
Inicio: Año 1600
Fin: Año 1625

Antecedente:
Arquitectura barroca española

(C) Trinidad de Antonio



Comentario

En los primeros años de la centuria predomina un estilo sobrio y monumental, basado en esquemas tradicionales y heredero de las ideas clasicistas definidas por Juan de Herrera en las últimas décadas del siglo XVI. La tratadística italiana, especialmente los textos de Vignola, Palladio y Serlio, y la severa ideología contrarreformista, tan importantes en la etapa anterior, también influyeron en los edificios de este período, en los que se apuntan en ocasiones algunas de las cualidades que desarrollará posteriormente el nuevo lenguaje barroco. Por ello se considera a este momento como una etapa de transición, en la que la actividad se centró sobre todo en Castilla, ya que esta zona fue la que recibió con más intensidad el influjo escurialense, decisivo en la formación de los arquitectos que trabajaron en torno a 1600.La obra de Francisco de Mora (muerto en 1610) es el más destacado exponente de este proceso evolutivo. Discípulo y sucesor de Herrera como arquitecto real, muestra en la iglesia de San Bernabé de El Escorial su perfecta identificación con el lenguaje del maestro. De planta rectangular, con pequeñas capillas entre los contrafuertes, el edificio posee un sobrio exterior, de sólido y compacto diseño, apenas roto por las dos torres de la fachada.Sin embargo, a él se deben las más novedosas soluciones arquitectónicas del momento, que ejercieron una importante influencia en el desarrollo posterior del Barroco. La quinta campestre de La Cachinería, pabellón edificado en 1596 en El Escorial, es una de sus aportaciones más relevantes en el terreno de la arquitectura civil. De proporciones cúbicas, rodeado por pórticos desiguales y asimétricos, y rematado por una cubierta piramidal de pizarra, fue ideado con un sentido imaginativo y una libertad que anuncian la plenitud barroca.También proyectó uno de los escasos ejemplos de planificación urbanística que se llevaron a cabo en la Península a lo largo del siglo XVII. Para don Francisco de Sandoval y Rojas, valido de Felipe III, trazó en 1604 en la villa de Lerma un amplio complejo, presidido por una gran plaza rectangular e integrado por el palacio ducal, conventos, iglesias y edificios industriales, la mayoría comunicados entre sí por pasajes cubiertos. Las desnudas y grandiosas fachadas, las torres angulares y la combinación de arquitectura civil y religiosa reflejan el recuerdo escurialense, pero el carácter unificado de la planificación y el rechazo de los espacios totalmente cerrados son cualidades ya propias del Barroco.Dos de sus últimas obras son el palacio Uceda de Madrid (proyectado en 1610; hoy Capitanía) y la iglesia de San José de Avila (1608), en la que definió el prototipo de fachada conventual española. Su esquema es vertical, con tres cuerpos en altura y remate de frontón triangular. En la parte baja sobresale un pórtico con tres arcos, y en los dos cuerpos superiores aparecen, en el eje central, una hornacina con la imagen de San José y el Niño y sobre ella un amplio ventanal. La modulación de los volúmenes y la presencia de los vanos confieren a la fachada la plasticidad y el sentido pictórico que predominarán en ejemplos posteriores.La influencia de Herrera también se dejó sentir de forma importante en la arquitectura vallisoletana de los primeros años del siglo, etapa en la que aún se estaba construyendo la catedral de la ciudad, diseñada por el montañés. El estilo clasicista imperante en las últimas décadas del XVI prolongó su vigencia en este período, como puede apreciarse en la obra de Juan de Nates (muerto h. 1613). Es autor de las iglesias del convento de las Huelgas Reales y de las Angustias (1598-1604), cuya fachada recoge en su cuerpo bajo la idea de arco de triunfo que aparece en la portada catedralicia.Otro arquitecto que trabajó en Valladolid siguiendo el estilo posherreriano fue Diego de Praves (muerto en 1620), a quien se debe la fachada de la iglesia de la Vera Cruz (1595) de esta ciudad y la terminación de la parroquial de Cigales (Valladolid, desde 1590 hasta 1620), fiel ejemplo de la serena monumentalidad propia de los edificios de la época. Su hijo Francisco (1585-1637) representa el fin de la arquitectura clasicista en Valladolid.Las únicas construcciones relevantes llevadas a cabo en la Segovia del XVII datan de los primeros años de la centuria, cuando la ciudad disfrutaba de sus últimos momentos de prosperidad. Pedro de Brizuela, cuya actividad está documentada entre 1588 y 1633, realizó las portadas de la iglesia de Villacastín (1601) siguiendo las formas escurialenses, y la de San Frutos de la catedral (1607), en cuyo cuerpo superior ideó una original composición con repetición de frontones. En 1610 dio las trazas definitivas para el Ayuntamiento segoviano. En él sigue los esquemas herrerianos, pero buscando mayores efectos de ligereza, lo que logra gracias a la importancia concedida a los vanos.La capitalidad de Madrid (1561) y la construcción del monasterio de El Escorial fueron alejando paulatinamente de Toledo el protagonismo artístico que había ejercido a lo largo del siglo XVI. Los trabajos de Herrera en la ciudad -fachada meridional del Alcázar, reconstrucción de Santo Domingo el Antiguo, trazas para el Ayuntamiento y remodelación de Zocodover- marcaron el camino seguido durante el primer tercio del siglo XVII por la arquitectura toledana que, sin embargo, perdió poco después su capacidad creadora, pasando a depender de la actividad cortesana.Uno de los conjuntos más importantes proyectados en la Ciudad Imperial en esta etapa inicial del siglo fue el integrado por el Sagrario, Ochavo y sacristía de la catedral. La primera piedra se puso en 1595, siendo autor de la traza Nicolás de Vergara el Mozo (muerto en 1606). A su muerte le sucedió en la dirección de las obras Juan Bautista Monegro, y a éste Jorge Manuel Theotocópuli, el hijo del Greco. Los trabajos, en los que también intervinieron otros arquitectos como Pedro de la Torre y Francisco Bautista, concluyeron definitivamente en 1674, tras el revestimiento de mármoles llevado a cabo por Bartolomé Zumbigo. A pesar del dilatado proceso constructivo el plan de Vergara sufrió pocas modificaciones. Estudios recientes han destacado su originalidad, ya que el arquitecto, partiendo del estático lenguaje renacentista, consigue enlazar los espacios mediante la interacción formal, con lo que produce un sugestivo efecto en el espectador.Juan Bautista Monegro (1540-1621) fue también escultor y tracista de retablos, formación que aportó a su lenguaje arquitectónico un cierto interés por lo decorativo. Entre sus obras más destacadas se encuentran las portadas de San Pedro Mártir (1608) y la ermita de Nuestra Señora de la Estrella (1611). Jorge Manuel Theotocópuli (1578-1631) poseyó igualmente una completa educación artística. Terminó entre 1612 y 1618 el Ayuntamiento toledano, alterando el proyecto de Herrera de 1574 al sustituir las arquerías del segundo piso por vanos adintelados y disponer un pequeño frontón central. También se deben a él las torres con chapiteles de los ángulos, aunque fueron construidas en los años finales del siglo por Ardemans. En 1625 fue nombrado maestro mayor de la catedral, para donde proyectó la capilla mozárabe.En líneas generales, el estilo clasicista también predominó en gran parte de los focos regionales. Galicia, poseedora de uno de los lenguajes arquitectónicos más peculiares del XVII español a partir de los años centrales del siglo, presenta, sin embargo, en esta etapa inicial una clara dependencia de las influencias herrerianas. En esta línea se inscriben los trabajos de Simón de Monasterio (muerto en 1624) en el colegio del cardenal Rodrigo de Castro en Monforte de Lemos (Lugo, de 1602 a 1622), y en el monasterio que traza en 1622 en Monfero (La Coruña). Cuatro años antes había firmado el contrato para realizar la girola de la catedral de Orense, concebida con gran austeridad siguiendo las normas de los tratados de Vignola y Palladio.En Andalucía, la actividad constructiva más relevante tuvo lugar en Sevilla, debido a que en este período la ciudad aún conservaba la prosperidad adquirida en el XVI gracias al monopolio del comercio con las Indias. Esta pujanza económica fue acompañada de un gran esplendor artístico, que prolongó su prestigio y su influencia estética durante las primeras décadas del siglo XVII, en las que apenas tuvieron eco las fórmulas herrerianas. El manierista Juan de Oviedo (1565-1625) construyó el convento de la Merced (1603-1617, hoy Museo de Bellas Artes), disponiendo una riquísima decoración sobre la cabecera y bóvedas de la iglesia, aunque la obra más destacada del momento es la iglesia del Sagrario de la catedral sevillana, edificada a partir de 1617 por Miguel de Zumárraga, Alonso de Vandelvira y Cristóbal de Rojas. La estructura, de proporciones muy verticales, es de planta rectangular y una sola nave con capillas laterales, destacando el variado repertorio ornamental de yeserías que recubre la bóveda y la parte superior de las capillas. El modelo responde al creado por Hernán Ruiz II en la iglesia del Hospital de la Sangre (1565), llamado iglesia de cajón, que fue utilizado con mucha frecuencia en los templos andaluces del XVII, especialmente en los sevillanos.