Comentario
Aparte del panorama general que ofrece el conjunto de las ciudades griegas, sólo puede observarse parcialmente la situación económica en Atenas, protagonista de hecho y, sobre todo, de las fuentes, como contrapunto de la hegemónica Esparta, modelo para muchos de los autores a través de los que se deja ver algo de la realidad en este terreno. Así pues, hablar de las transformaciones económicas del siglo IV en Grecia es referirse a las que pudieron tener lugar en Atenas, en la seguridad de que la especial posición de esta ciudad en el siglo anterior garantiza el carácter representativo, no porque la situación de las demás ciudades pueda ser comparable, sino porque aparece como modelo y como factor condicionante de cambios a escala general. Hay ciudades donde pueden notarse movimientos protagonizados por el demos en los que se reivindican medidas del tipo de la abolición de deudas o la redistribución de las tierras, lo que en cambio no ocurre en Atenas. Pero, a pesar de la derrota de la guerra del Peloponeso, tanto las posibilidades anteriores de control como las prácticas democráticas, en situación de peligro, pero no abolidas del todo, permiten la existencia de otros mecanismos donde se desenvuelve la vida económica por derroteros diferentes. Desde luego, la única visión realista de la economía griega en el siglo IV sería la que permitiera observar, junto a Atenas, la economía de las otras ciudades y, además, el tipo de relaciones que se establece entre la una y las otras, en una escala amplia y variada, que incluiría Esparta, Tebas y ciudades pequeñas como Fliunte, poco conocidas, pero lo suficiente como para notar que los acontecimientos políticos reflejan profundas convulsiones relacionadas con el nuevo panorama económico. A escala amplia, sólo este panorama general permitiría comprender los variados aspectos, externos e internos, que se ven implicados en las luchas entre ciudades que se conocen como luchas por la hegemonía.
Durante la época clásica, la economía sigue teniendo como base productiva el trabajo agrario. Los movimientos mencionados indican que, al menos en algunas ciudades, se ha operado una agudización en la presión explotadora que puede afectar, según las circunstancias, a la población de los campesinos libres. El panorama variado de las ciudades indica igualmente que el desarrollo productivo agrario sigue siendo profundamente desigual. El sistema ateniense se ha hecho dominante, pero, al tiempo, ha provocado una crisis y ha caído en ella. El modelo sólo se mantiene con cambios, pero ha generado una dinámica que influye en el panorama económico general.
Las ciudades no poseedoras de un imperio, donde en general el sistema de explotación esclavista no se ha hecho dominante, al entrar en el mundo de las transacciones económicas han desarrollado en sus clases dominantes aspiraciones productivas que sólo se satisfacen con el aumento de la explotación interior, sobre poblaciones libres que normalmente se hallan en posición cercana a determinadas formas de dependencia. Atenas como imperio defensor de la democracia ha representado en ocasiones un modelo, inalcanzable, pero que podía servir de apoyo para delimitar las posibilidades de explotación por parte de la clase dominante. En el siglo IV, ha desaparecido el imperio ateniense y la potencia hegemónica predominante, Esparta, tiende mas bien a apoyar a las oligarquías, con lo que éstas consiguen consolidar su situación. Es cierto que no lo hacen sin conflicto y eso es lo que explica la existencia de las tensiones sociales, dentro de un panorama en que las posibilidades de recuperación o de consolidación económica pasan por el disfrute de una posición políticamente hegemónica.