Época: Berlín
Inicio: Año 1944
Fin: Año 1945

Antecedente:
El fin del fascismo

(C) Virginia Tovar Martín



Comentario

La Linea Gótica se extendía a lo largo de casi cuatrocientos kilómetros, serpenteando entre las montañas y colinas de los Apeninos, desde la costa del Tirreno hasta la del Adriático. Esta abrupta zona servía de forma perfecta para el establecimiento de un fuerte sistema defensivo, que el alto mando alemán había previsto con bastante antelación, aunque hasta ahora no se había decidido a terminar y reforzar. En las obras fueron empleados, junto a elementos germanos, trabajadores forzosos italianos, pero éstas se venían continuamente atrasando ante la incrementada acción de partisanos. Una vez terminada la construcción, la Línea disponía de 2.376 nidos de ametralladores, 479 emplazamientos de cañones anticarro, posiciones para morteros y armas automáticas individuales y varios kilómetros de zanjas anticarro, además de unos 120 defendidos con alambre de espino. Kesselring pensaba que el ataque aliado vendría dirigido contra la parte izquierda de estas defensas; sin embargo, Alexander consideraba la conveniencia de dirigirse contra el sector central, que se encontraba peor guarnecido, y era por tanto más vulnerable. A partir del 12 de julio, fue iniciada una serie de bombardeos aliados, con el fin de hacer creer a los alemanes que con ella daba comienzo la definitiva ofensiva. Pero de hecho no se trataba más que de una maniobra de distracción que les permitía ganar tiempo. Para entonces; el mando aliado había comprobado las dificultades materiales que tendrían para actuar sobre el centro, que, debido a su naturaleza montañosa, precisaba de la presencia de unas fuerzas especializadas de las que por el momento no disponían.
Se decidió, por tanto, elegir la vía más oriental, donde las alturas descendían hacia el litoral adriático y facilitaban el tránsito hacia el norte. Sin embargo, la manifiesta superioridad alemana en todos los órdenes retrasaba una y otra vez la decisión aliada de iniciar el ataque. A pesar de ello, el día 25 de julio es elegido para el comienzo de la ofensiva, pensada según un esquema de punzón de doble punta, es decir, mediante el ataque simultáneo sobre el enemigo, lo que le obligaba a dividir sus fuerzas y conseguía debilitarlo en alto grado. Ello obligaba, como contrapartida, a los angloamericanos a emplear la totalidad de las fuerzas disponibles, lo que también podía tener unas consecuencias negativas.

En la noche de ese día, cinco divisiones aliadas atravesaron el río Metauro, último obstáculo natural situado antes de la Línea. Las mayores fuerzas alemanas se encontraban situadas más al oeste de la zona de ataque, frente al sector correspondiente a los norteamericanos, ya que el ataque era esperado precisamente en este espacio. En dos jornadas, los británicos habían conquistado las posiciones clave de la región, situados a unos treinta y cinco kilómetros de las fortificaciones alemanas. En su avance, apenas hallaron resistencia y tomaron gran cantidad de prisioneros. La víspera había sido liberada la histórica ciudad de Urbino.

El 29, mientras tropas canadienses, hindúes y polacas hallaban ya un cierto grado de resistencia, Winston Churchill visitaba el frente y mostraba su satisfacción ante el desarrollo de los hechos. Los alemanes se habían visto sorprendidos por la ofensiva aliada y por la potencia de la artillería empleada. Pero en el fondo Kesselring pensaba que el ataque no tendría más que limitado alcance, destinado a servir como instrumento de distracción de tropas ante un previsible desembarco en el sur de Francia.

Estos iniciales éxitos sirvieron sin embargo para poner de manifiesto las divergencias existentes en el plano político-militar entre las dos potencias anglosajonas. Churchill, crecientemente preocupado ante el avance soviético por la Europa central, pretendía que, una vez atravesada la Línea Gótica, la totalidad de las fuerzas aliadas se dirigiesen por Venecia hacia Viena, para llegar a ésta antes que el Ejército Rojo. Por el contrario, los norteamericanos estaban interesados en conducirlas hacia el oeste, con ánimo de enlazar con las que desembarcasen en el Mediodía francés.

Mientras tanto, se mostraban en toda su realidad las grandes dificultades de carácter natural -alturas escarpadas, tortuosos cursos fluviales, etc.- que venían a unirse a las planteadas por la acción del enemigo. Sin embargo, a finales de agosto, el VIII Ejército realiza todavía un afortunado avance. Los combates ganan en intensidad, de la cual es perfecta muestra la lucha que supuso la toma del pueblo de Tavoleto, en la cual las fuerzas gurkhas se baten cuerpo a cuerpo con las alemanas.

Los mandos de la Wehrmacht, al tomar conciencia de que se enfrentaban a una ofensiva en toda regla, deciden oponerse a ella con todos los medios a su alcance. Esto decide finalmente la detención de los avances iniciales debido a la acción de la artillería enemiga, que causa gran cantidad de bajas. Con todo, llegado el mes de septiembre, la situación seguía siendo positiva para los atacantes, ya que los alemanes continuaban realizando retiradas estratégicas que permitían un continuo avance. A pesar de ello, las posibilidades de tránsito hasta el valle del Po se veían todavía muy alejadas. El optimismo que había reinado en los primeros momentos se iba apagando, y desaparecía a partir del momento en que los alemanes lanzasen sus fuerzas blindadas a partir del día 4 de septiembre de 1944.