Época: Berlín
Inicio: Año 1945
Fin: Año 1945

Antecedente:
Avance hacia Berlín

(C) Virginia Tovar Martín



Comentario

Pese a que prohibiera abandonar la línea Sigfrido, como sus generales le recomendaron ante la imposibilidad de defenderla, Hitler confiaba mucho más en el Rhin como gran trinchera difícil de pasar. Se tomaron cuidadosas medidas para que, tras la retirada de las tropas alemanas, fuesen volados todos los puentes sobre el gran río, que parece condensar el espíritu germánico lo mismo que da cobijo a las sagas de los Nibelungos.
Sin embargo, las órdenes de Hitler, excesivamente minuciosas para que pudieran cumplirse siempre en medio de confusas batallas, determinaron que un pequeño grupo de combate, mandado por el capitán Karl Timmermann, llegase al puente de Ludendorff, en Remagen, y lograse cruzarlo el 7 de marzo ante los infructuosos intentos alemanes por demolerlo.

Remagen fue más un símbolo que un logro.

Los alemanes reaccionaron con desesperación, Hitler envió contra la cabeza de puente lo mejor que le quedaba en su arsenal. En torno al puente se quemaron las últimas bombas V del Reich, los últimos aviones, los últimos grandes cañones... nada consiguieron, hasta que el día 17, cansado de tantas vibraciones, el puente se hundió solo. Por él pasaron a Alemania las primeras 4 divisiones americanas, aunque no lograsen una profundización importante.

Para Berlín, el paso tuvo enorme trascendencia. Hitler ordenó fusilar a cuatro oficiales que mandaban las unidades próximas a Remagen y cambió al jefe del frente Oeste. El veterano y glorioso Rundstedt fue sustituido por el mariscal Kesselring, que había demostrado su talento en los combates defensivos de Italia durante 1943 y 44.

Pero la situación que encontró el nuevo jefe era desesperada. Disponía de 55 divisiones diezmadas, quizás 400.000 combatientes, que debían enfrentarse a 85 divisiones aliadas con sus plantillas al completo (cerca de 1.500.000 hombres). Sus líneas, con una densidad de 100 hombres por kilómetro, escasas de medios blindados y sin aviones, eran un coladero. Y, para mayor angustia, sus informadores aseguraban que Montgomery preparaba un gran ataque.

Los preparativos de Montgomery y su 21 Grupo de Ejércitos eran imposibles de camuflar. Movía más de medio millón de hombres, cerca de 2.000 tanques; un número similar de cañones; 30.000 toneladas de material e ingenieros, 60.000 toneladas de municiones... Para que, al menos, no se supiera muy claramente la dirección de su impulso durante tres días tendió cortinas de humo sobre el Rhin a lo largo de un centenar de kilómetros, mientras que los aviones angloamericanos realizaron 16.000 salidas durante los días 20, 21 y 22 de marzo, machacando las zonas designadas con 49.500 toneladas de bombas...

Ni que decir tiene que aquella prioridad para cruzar el Rhin -pese a Remagen, que no estaba siendo aprovechada- irritaba a los norteamericanos. Por aquellos días se contaban mil chistes sobre las cautelas de Monty y quizás por ello, y sobre todo, por aprovechar las evidentes debilidades alemanas, Patton, que llegaba lanzado tras atravesar como un rayo la línea Sigfrido, lanzó sus botes al Rin en la noche del 22 al 23 de marzo. Al amanecer este día, al precio de 8 muertos y dos docenas de heridos, Patton disponía de una cabeza de puente de 5.000 hombres al Este del Rhin, en Oppenheim, y telefoneaba gozoso a su superior Bradley:

-"Brad, por el amor de Dios, di a todo el mundo que estoy en el lado de allá... quiero que se sepa que el III Ejército ha atravesado el Rhin antes que Monty haya empezado..."

Pero esa penetración sería sólo una curiosidad histórica. En esa ocasión los triunfos eran de Montgomery.