Época: XX7
Inicio: Año 1910
Fin: Año 1915

Antecedente:
El expresionismo. El Puente

(C) Virginia Tovar Martín



Comentario

Junto al desnudo era la naturaleza, la comunión con la madre-naturaleza, lo que unía a los expresionistas. Y salían a buscarla en cuanto el tiempo se lo permitía, huyendo de una vida urbana conformista y represora, sin libertad y sin espontaneidad. Las islas salvajes del mar del Norte y del Báltico, o los lagos cercanos a Dresde, les daban la posibilidad de volver al paraíso: Nolde iba a Alsen, Schmidt-Rottluff a Dangast, Pechstein a Nidden, Kirchner a Fehmam y Heckel a Hiddensee. Pero el momento clave de las actividades de El Puente como grupo se produjo en los veranos de 1909, 1910 y 1911, cuando Kirchner, Pechstein y Heckel se trasladaron a los lagos de Moritzburg -el Argenteuil de los expresionistas -, "para estudiar al aire libre el desnudo. Decidí con Heckel y Kirchner -escribe más tarde Pechstein en sus "Recuerdos" - que iríamos los tres a trabajar juntos a los lagos de Moritzburg, cerca de Dresde. Ya conocíamos la región y sabíamos que tendríamos la ocasión de pintar desnudos al aire libre sin que nadie nos molestara... Vivíamos en completa armonía, trabajábamos y nos bañábamos... Cada uno de nosotros hacía muchos dibujos y pinturas...".Así vivían, en total armonía, pintando y bañándose, desnudas sus modelos y desnudos ellos, alegremente fundidos con la naturaleza, como los pueblos primitivos, realizando plenamente sus aspiraciones. Esta armonía, entre ellos y con el paisaje, se establecía por medio de una nueva relación casi mística con la naturaleza, en la que coincidían con las corrientes que en estos años se extendían por Alemania, como el Wandervögel, que predicaba la vida en el campo, el camping y el movimiento nudista. La armonía con el paisaje quedó de manifiesto en los cuadros que, en este tiempo, "no aspiraban a la impresión de la naturaleza, sino a la expresión de los sentimientos", según sus propias palabras, porque la naturaleza es un estímulo, no algo a imitar. La armonía entre ellos quedó patente en el catálogo de la exposición que celebraron en septiembre en la galería Arnold, y en el cual no se reproducían los cuadros, sino xilografías de los mismos, realizadas cada una por otro miembro del grupo.Sus bañistas están en el paraíso, igual que los de Gauguin en Tahití, pero éstos son de aquí y de ahora, contemporáneos y cercanos, como vemos por sus posturas y actitudes desenvueltas y francas, incluso sexualmente. Sin embargo, detrás de ellas percibimos también las huellas de los relieves eróticos de las islas Palaos, que solían ver en el museo de Dresde. Pintan con colores fuertes, formas duras, angulosas y quebradas, grandes planos de color bien contrastados y delimitados por contornos poderosos, como si fueran xilografías coloreadas. Asocian los colores con estados anímicos y con sentimientos. Los colores y las formas, cada vez más puros, se cargan de valores expresivos, alejándose de las convenciones establecidas y de su papel de referentes -algo muy cercano a lo que proponían por los mismos años las teorías del arte como expresión emocional o la teoría de la proyección sentimental, Einfühlung-.Los expresionistas llevan a cabo un proceso de deformación subjetiva de las formas y de los colores, como había formulado Maurice Denis y como había puesto en práctica uno de sus héroes, Van Gogh. Proyectan sobre los elementos que componen su obra las propiedades subjetivas de estados primitivos de la vida psíquica. Y aquí hay algo que los diferencia radicalmente de sus contemporáneos franceses, los fauves, que también andaban por los mismos años empeñados en búsquedas de renovación y basaban gran parte de su investigación en el color. Los franceses - Henri Matisse (1869-1954), André Dérain (1880-1954), Maurice Vlaminck (1876-1958), AIbert Marquet (1875-1947), Raoul Dufy (1877-1953), Kees van Dongen (1877-1968), Othon Friesz (1879-1949) y Henri Manguin (1869-1952)-, quizá más deudores de una tradición clásica y de buen gusto, no van tan lejos como los alemanes. Deforman e intensifican el color, pero en busca de una nueva armonía, distinta de la anterior, pero armonía, mientras que los alemanes están preocupados por una nueva expresión de sentimientos y emociones, de estados de ánimo, y la armonía no les interesa. Es más, la rechazan, como rechazan todo aquello que huela a Belleza, Orden y otras palabras con mayúscula.El paisaje seguirá siendo siempre el motivo primordial de Schmidt-Rottluff. En Dangast, en 1908, pinta en lo que Kirchner calificó de impresionismo monumental: grandes planos de color disonantes, delimitados por contornos muy marcados, en una síntesis tanto plástica como expresiva de su mundo interior, como el Paisaje de otoño, Oldenbur (Madrid, colección Thyssen, 1907).