Comentario
Yves Klein (1928-1962) fue uno de los fundadores del Nuevo Realismo, con el que no tuvo nada que ver Piero Manzoni (1933-1963); sin embargo, los dos comparten muchas cosas: una vida breve e intensa, una serie de actitudes que ponen el acento en el propio artista y la concepción de la obra más que en la realización o el resultado de la misma (y un paso por España).Frente a la huella del gesto informal patente sobre la tela, Klein utiliza un rodillo para pintar y repartir el color de manera uniforme, de tal modo que es la huella del rodillo la que queda en la tela, no la suya. El resultado es entonces color puro -azul, rojo, amarillo- sin restos de imagen, o blanco como en la exposición Vacío, que presentó en 1858, una galería vacía, pintada de blanco y con policías en la puerta. Ese alejamiento del cuadro es progresivo en su obra; pero se trata de un alejamiento físico, no espiritual, porque todas las actividades de Klein -rosacruz y judoka, entre otras cosas- están cargadas de espiritualidad y sentidos profundos. Para él cada color es una metáfora y el azul, su color favorito, representa el cielo, el infinito, el espacio, la libertad y la vida; Klein llega a darle un nombre propio al azul ultramar que utiliza, IKB (lnternational Klein's Blue), y con él hace la exposición de enero de 1957.El cuadro en sentido tradicional se acaba en Klein con los Monocromos y una de sus obras de 1960 se llama precisamente Aquí yace el espacio (París, Pompidou); después recurre a nuevos procedimientos artísticos -el fuego, el aire, la lluvia, la ciudad, la arquitectura-. En las pinturas de fuego ya no se representa el fuego, es él mismo el que quema y deja su huella en el cuadro, como la lluvia y las hierbas en las Cosmogonías, o los cuerpos de mujer en las Antropometrías. En marzo de 1960 Klein, que también era músico de jazz, presenta en público la Sinfonía monótona: un grupo de músicos toca una sola nota durante diez minutos y luego guarda silencio; mientras tanto, dos mujeres desnudas se manchan el cuerpo de pintura azul y lo imprimen sobre papeles blancos. Aquí es el cuerpo humano, el de otros, el que se convierte en pincel, ya no sólo en modelo, mientras el artista se limita a observar sin tocar la pintura. El acto es en parte teatro, concierto, perfomance y pintura; un happening elegante, la celebración de un rito laico propio de un hombre al que Rosenberg definió como el perfecto showman, comparando su carrera con las de Hollywood o Vía Véneto. Klein también consiguió vender a los coleccionistas zonas de sensibilidad pictórica inmaterial, a cambio de oro que arrojaba al Sena. El camino al body art y al conceptual quedaba abierto.Como Klein, Piero Manzoni (1933-1963) parte de la monocromía, ácromos llama a partir de 1957 a sus cuadros de color blanco conseguido ya ni siquiera con rodillo como el nuevo realista, sino sumergiéndolos en caolín. Manzoni quiere eliminar todo procedimiento técnico y utiliza otros materiales, también blancos (fibra de vidrio, huevos, panes, algodón...). Pero se aleja del objeto y plantea el arte como acto de las artistas: firma personas y cosas como obras de arte propias (Tinguely firmaba múltiples hechos por otras personas que los compraban y Alberto Greco gentes de un pueblo de la España profunda de los años sesenta -campesinos con los aperos de labranza y mujeres vestidas de negro-), llegando a ofrecer botes con merda d'artista, o tiras de papel enrolladas con una sola raya ininterrumpida. Su actitud en este sentido le acerca al arte conceptual como la monotonía y la indiferencia le acercan al pop y el uso de algunos materiales no artísticos (lana), le acercan al arte povera.Para Klein el color es ya pintura en sí mismo y su deseo es que tome dimensiones inconmensurables, que se extienda, que impregne la atmósfera de una ciudad, de un país... Es decir, propone una apropiación universal. La misma apropiación universal que propone Christo(1935) al envolver objetos, tarea que inicia en 1958 con cosas pequeñas -una revista con la foto de Marilyn en la portada y empaquetada en papel transparente- para pasar con los años a empaquetar edificios o islas.Procedente de Bulgaria e instalado en París en 1958, Christo se había formado en la escuela del realismo socialista, oficial y conmemorativo. Influido por Dada, como todos los nuevos realistas, y recordando el Enigma de Isidore Ducasse de Man Ray, empieza por embalar cosas pequeñas y en 1961 propone embalar la Escuela Militar de París, aunque tiene que conformarse con una intervención en una calle pequeña -Visconti-, que cierra con una cortina de hierro, a base de bidones. A partir de 1968 realiza los grandes embalajes que le hacen famoso: como en una gran fiesta Christo hace obras efímeras -cubre edificios o archipiélagos con telas o plásticos de colores brillantes- y grandiosas. Anticonvencional y rupturista cuando apareció, su influencia ha sido y es enorme, sobre todo en el campo de la publicidad.Activos juntos desde 1960 a 1963, los Nuevos Realistas consiguen el primer encuentro real entre Europa y América. Jóvenes y con las mismas preocupaciones que los americanos, establecen contactos eficaces con ellos (con Rauschenberg, J. Johns, Stankiewicz...), sobre todo a través de Tinguely; Larry Rivers dispara con Nicky de Saint-Phalle; juntos exponen en Estados Unidos -alguno se queda a trabajar allí- y traen a los americanos a Europa.Parece claro que la carga crítica que transmiten los Nuevos Realistas está ausente en la mayor parte (pero no en todos) de los artistas pop, sin embargo los puntos de contacto y las relaciones entre ellos plantean de nuevo la duda sobre las etiquetas que manejamos en historia del arte. La pregunta ¿es una manifestación más del pop el Nuevo Realismo? ha sido respondida de modo afirmativo por los organizadores de la gran exposición Pop Art organizada por la Royal Academy de Londres en 1991.