Comentario
Es difícil hablar de un tema como el de la religiosidad de los iberos, cuando encontramos una gran carencia de noticias en las fuentes literarias greco-latinas de época clásica, las excavaciones arqueológicas nos ofrecen noticias escasas y fragmentarias y los datos se reducen prácticamente al análisis de las esculturas en piedra y metal, a los exvotos de los santuarios y a las representaciones en las pinturas de la cerámica, en espera de que algún día los textos hasta hoy incomprensibles de las estelas o de la misma cerámica nos ofrezcan datos sobre este aspecto tan importante de la vida de los pueblos.
En la región de influencia tartésica tenemos noticias por la arqueología de divinidades del ámbito fenicio, pero no tenemos la menor evidencia sobre su culto, sino sus posibles representaciones en objetos arqueológicos. Según el estudio de M.C. Marín Ceballos, ya sea en objetos arqueológicos como anillos o sortijas, placas, etc., como en templos dedicados a ellos aparecen en este área el dios El, divinidad del mundo ugarítico y bíblico primitivo, Baal, divinidad fenicia por excelencia, Melqart, con un santuario en Cádiz que irradia por toda la Baja Andalucía, llegando hasta Salacia en el estuario del Tajo y hasta la isla de Herakles en la región de Levante; también hubo un templo en Cádiz a Milk Astart y toda una serie de sincretismos de divinidades procedentes del mundo egipcio y en general del Mediterráneo oriental.
Por lo que se refiere al área ibera propiamente dicha piensa Presedo que hubo también en el aspecto religioso influencias griegas y púnicas que actuaron sobre el fondo preorientalizante de las influencias fenicias y tal vez griegas antiguas, pero más tarde tuvieron que ser reelaboradas por los indígenas, resultado de lo cual tuvo que ser una síntesis completamente distinta, ya que en ella actuarían concepciones religiosas ancestrales de los iberos heredadas de edades pasadas.
A partir de los testimonios que la arqueología y las fuentes literarias nos ofrecen podemos decir algunas cosas sobre los siguientes aspectos: dioses, lugares sagrados, culto y vida de ultratumba.
Dejando aparte ahora la influencia griega y oriental, aunque muy importante, pues sabemos que en Ampurias, según los arqueólogos, existió un templo de Asclepios, así como un templo dedicado a Serapis y evidencia de culto a Demeter y a la Artemis efesia, la cual, según las noticias de las fuentes clásicas, tuvo varios santuarios en la zona costera del Levante y, sin olvidar tampoco la influencia de los cultos y las divinidades traídas por los cartagineses -Baal Amón aparece en los textos como Cronos y Tanit como Juno-, a la vez que muchas inscripciones latinas dedicadas a la Dea Caelestis, que debe ser una asimilación de la citada Tanit y otra divinidad cartaginesa, Bes, aunque su representación se reduce a pequeños objetos de comercio que no prueban de manera decisiva la existencia de su culto, en el mundo propiamente ibérico no podemos nombrar ninguna divinidad adorada por los fieles. Sospechamos que se trata de un dios de los caballos o vinculado a los mismos una figura que aparece en un relieve entre dos figuras de caballos vistas de perfil, lo mismo que puede ser una divinidad masculina un jinete que lleva en su mano una flor de loto en pinturas de los vasos de Liria.
Hay un mayor número de posibles representaciones de divinidades femeninas que masculinas, por lo que probablemente los cultos femeninos predominaban sobre los masculinos, lo cual no representaría más que un fenómeno típicamente mediterráneo. Creemos con Presedo que en su inmensa mayoría quizá pueden reducirse al culto de la Gran Madre asiática, que predominó sobre el Mediterráneo a partir del Neolítico.
Hay unos lugares sagrados que dejaron huella arquitectónica, que son los santuarios de los que ya hemos hablado al tratar de la arquitectura. Pero, junto a ellos, hay otros entre los que destacan las cuevas del País Valenciano. Se trata de lugares alejados de los poblados y de difícil acceso, y que por su ajuar funerario, aunque pobre, puede fecharse el inicio de su uso en el siglo V a.C.
A pesar de la inexistencia de evidencias, no debieron faltar cultos en lugares que en las religiones antiguas son sacralizados, como los bosques sagrados, los montes o las fuentes.
Tampoco sabemos mucho sobre los cultos que tuvieron lugar en los santuarios ibéricos, aunque, a partir de los exvotos de los santuarios, se pueden ver ciertas actitudes que pueden indicarnos el modo de relacionarse de los iberos con la divinidad: devotos que saludan a la divinidad levantando el brazo derecho, otros que cruzan los brazos sobre el vientre o sobre el pecho o levantan ambas manos. En las estatuas de piedra y en los exvotos de bronce vemos oferentes de vasos conteniendo probablemente todo tipo de ofrendas.
En el capítulo religioso hay que incluir también las danzas de que nos dan noticia los textos literarios (concretamente Estrabón dice que entre los bastetanos bailan los hombres y mujeres cogidos de la mano), que tienen su representación en las pinturas de algunos vasos de Liria, así como otros testimonios en que los danzantes llevan ramas en las manos, danza que tiene un origen oriental y que pasó al mundo griego.
El rito funerario generalizado es el de la incineración, aunque no faltan testimonios de inhumaciones. Junto con la urna se entierran los objetos de uso corriente del difunto, destacando las armas en el caso de las tumbas de los guerreros, las cuales aparecen en ocasiones dobladas, como si se hubiese querido hacerlas "morir" con el guerrero.
Se encuentran también en las tumbas ibéricas una serie de objetos rituales: pebeteros para quemar perfumes y braserillos y jarros de bronce, posiblemente relacionados con ceremonias de purificación.
Una vez enterrada la urna y el ajuar la tumba se cerraba de muy distintas maneras y se recubría a veces con un túmulo. En tumbas monumentales aparecen varias urnas, lo cual nos hace pensar en que tuvieran un carácter familiar.
Sobre las ideas de los iberos acerca de la vida de ultratumba carecemos de textos. Sí parece evidente, a partir de la observación de las tumbas y ajuares y de la escultura funeraria (la más representativa es la Dama de Baza), que los iberos creían en la pervivencia de la personalidad. Por otro lado, la incineración significaría la purificación mediante el fuego.
Finalmente, como afirma Presedo, de la existencia de animales fantásticos en las necrópolis (grifos, leones, esfinges), que en el Mediterráneo tienen la función de guardianes del más allá, no se pueden extraer conclusiones automáticas, pues es posible que hubieran perdido su simbolismo originario.