Comentario
Las así llamadas Guerras Celtibéricas fueron realmente destinadas al sometimiento de celtíberos y vacceos. ¿Por qué no servían ya los pactos firmados por Tiberio Sempronio Graco? Cuando se inician las hostilidades el 153 a.C., los celtíberos reclaman el cumplimiento de aquellos pactos y Roma intenta justificar que los habían infringido al no pagar impuestos ni ofrecer tropas al Estado romano, exigencias extraordinarias que nadie había reclamado. En la búsqueda de justificaciones para dejar constancia de que ambos sólo hacían guerras justas, cuadra bien el que unos y otros ofrezcan pretextos justificativos de sus acciones, pero, desde la lógica política de Roma, esta guerra se presentaba como un eslabón más para cubrir su programa de la anexión completa de la Península. Un buen testimonio de tal programa es el comprobar que el año de comienzo de las hostilidades, el 153 a.C., Roma envía a sus dos cónsules a la Península.
Los celtíberos venían conociendo los métodos militares y los proyectos políticos de Roma desde la II Guerra Púnica. Habían luchado contra o con el ejército romano en diversas ocasiones, y habían establecido pactos con los generales romanos. En el interior de la Celtiberia se venía produciendo una cierta romanización ya antes de su sometimiento a Roma. Cuando el Estado romano acusa a los celtíberos de haber faltado a los pactos por dedicarse a reconstruir las murallas de sus ciudades, había un fondo de verdad en tal acusación. La lectura detenida de los autores antiguos que relatan las operaciones bélicas y los estudios modernos de arqueología espacial demuestran que, en la Celtiberia, se estaba superando el nivel organizativo de aldeas y se estaban dando pasos hacia la construcción de formas políticas cercanas a la organización estatal. Cuando el 153 a.C., Q. Fulvio Nobilior, al frente de un ejército de dos legiones se dirige a Segeda, ciudad de los belos, cuya muralla estaba siendo reconstruida con la intención de servir también de protección para los titos, no se habían terminado las obras y la población asustada huyó y buscó refugio en el territorio de los arévacos.
Hay dos instituciones que, sin ser exclusivas de los celtíberos, se documentan de modo particular entre los mismos: los pactos de hospitalidad y la devotio. Los pactos de hospitalidad están demostrando un nivel de intensas relaciones intercomunitarias; daban la forma institucional precisa para que particulares, grupos o comunidades enteras fueran recibidos en otras comunidades con la protección que tenían sus propios ciudadanos. A su vez, la práctica de la devotio consistente en la consagración de particulares a alguna persona distinguida por su capacidad militar y/o política está desvelando la existencia de desigualdades sociales que conducían a la marginación social; los devoti constituían grupos armados puestos al servicio de un protector de quien esperaban apoyo económico y social.
La distribución geográfica de las téseras de hospitalidad presenta una gran concentración en el área de la Celtiberia, tanto en el estudio clásico de Lejeune como en los posteriores que han aportado otras nuevas. De igual modo, tampoco es casual que los textos antiguos hablen del numantino Retógenes, quien se puso al servicio de la ciudad con todos sus devoti. En el área celtibérica se habían roto, pues, los posibles usos y prácticas comunales y se estaba acelerando el proceso de formación estatal, al que acompaña siempre una marcada desigualdad social.
Los belos y titos, que habían buscado refugio en los arévacos, infringieron una grave derrota al ejército romano, pero, con los restos del mismo, Nobilior aún estuvo en condiciones de poner cerco a Numantia (Numancia).
Desde ese momento, Numancia se convirtió en el símbolo de la resistencia celtibérica contra Roma, pues el cerco se mantuvo hasta la caída de la ciudad el 133 a.C. y, durante esos veinte años, fueron pasando a poder de Roma las demás ciudades celtibéricas y las vacceas. Si se tiene en cuenta que Numancia tendría una población de unas 7-8.000 personas, resulta difícil de comprender su resistencia ante un ejército tan numeroso. Cuando se leen los relatos de los autores antiguos que nos dicen que, en los campamentos romanos, había buhoneros y prostitutas indígenas y que los soldados llevaban una vida muelle, se adquiere otra dimensión del heroísmo de Numancia. A la baja moral de unos soldados que no tenían excesivo interés en volver a Roma para pasar a engrosar las filas de los desheredados de las ciudades, se unían muchos antiguos vínculos de celtíberos y romanos y una gran indecisión de los generales romanos, que oscilaban entre mantener las consignas de una guerra total de sometimiento a los celtíberos o bien proponer al Senado romano que renovara con estos pueblos los antiguos pactos.
El sucesor de Fulvio Nobilior, M. Claudio Marcelo, que no dudó en atacar otras ciudades, fue el primero de los que sugirieron al Senado la necesidad de hacer la paz. El gobernador del 137, C Hostilio Mancino, llegó a tomar la iniciativa de firmar pactos que no fueron reconocidos por Roma; Mancino fue entregado desnudo a los numantinos.
Bajo el pretexto de que los vacceo ayudaban con provisiones a los celtíberos sin previa declaración de guerra y sin haber mediado hostilidades, el ejército romano inició el ataque abierto a los vacceos. El sucesor de Marcelo, L. Licinio, tomó Cauca (Coca, provincia de Segovia), Intercatia (Valverde de Campos) y Pallantia (Palencia), adueñándose así de las grandes ciudades que controlaban la mayor parte del territorio vacceo.
A partir del 143 a.C., van cayendo en poder de Roma las demás ciudades celtíberas: Contrebia fue tomada por Metelo el 143 y Termes (Tiermes, provincia de Soria) el 141 por Q. Pompeyo; antes del 134, habían pasado también a depender de Roma, por la entrega voluntaria o por acciones militares, centros tan importantes como Segobriga (Cabeza del Griego, Saelices), Uxama (Burgo de Osma, provincia de Soria) o Clunia (Coruña del Conde, provincia de Burgos).
El año 134, Escipión, después de someter a un duro y largo entrenamiento a sus tropas, procedió al cerco completo de Numancia con obras combinadas de campamentos y fortificaciones que impedían cualquier acceso a la ciudad incluso por el río. Se calcula que se empleó en el cerco de Numancia a unos 20.000 hombres. Tras un largo asedio, la ciudad fue rendida por el hambre. Los pocos supervivientes fueron llevados a Roma como prisioneros para ser exhibidos en los actos de celebración del triunfo de Escipión. Numancia fue arrasada y sólo años más tarde se permitió su reocupación.
Toda la población de celtíberos y vacceos, sometidos en acciones militares, quedaron en la categoría de súbditos, dediticii, obligados al pago de impuestos regulares por la explotación de las tierras que antes eran de su propiedad y ahora pasaron al Estado romano.