Comentario
La dependencia esclavista pasó a ser hegemónica como consecuencia del dominio romano. Ya en año 214 a.C., todos los turdetanos aliados de los cartagineses, al ser hechos prisioneros, fueron vendidos como esclavos bajo la modalidad de venta sub corona, es decir coronados con guirnaldas de flores (Livio, XXIV, 4, 1). En el 208 a.C., Escipión vendió a todos los prisioneros africanos obtenidos en la batalla de Boecula, cerca de Bailén (Livio, XXVII, 19). En el 195, Catón vendió a todos los bergistanos (Livio, XXXIV, 21). En el 184, Terencio Varrón vendió como esclavos a los prisioneros tomados en Corbión (Livio, XXXIX, 42). Y noticias semejantes se van repitiendo referidas a los años posteriores. Entre ellas, hay algunas sobresalientes como la referida al año 141, cuando Q. Fabio Serviliano, después de tomar tres ciudades (Iscadia, Obulcola y Gemella) que simpatizaban con la causa lusitana, se apoderó de 10.000 prisioneros: mandó cortar la cabeza a 500 y vendió al resto como esclavos (App., Iber., 68). Y el año 98 a.C., el cónsul Tito Didio, una vez tomada Colenda (en el valle del Duero), vendió como esclavos a todos sus habitantes incluidas las mujeres y los niños (App., Iber., 99-100).
Muchos de estos esclavos hispanos fueron trasladados fuera de la Península. Tenemos constancia de casos como éstos: que Escipión el Africano volvió a Roma con muchos prisioneros (App., Iber., 38), que 50 prisioneros de Numancia fueron llevados a Roma para celebrar el triunfo de Escipión (App., Iber., 98), que Galba vendió en las Galias a prisioneros lusitanos (Liv., Per., 49), etc. En el año 141 a.C., un contingente de prisioneros sedetanos que eran llevados a Italia prefirieron la muerte a la esclavitud y naufragaron después de perforar las naves que los transportaban (App., Iber., 77). Pero no todos los prisioneros/esclavos eran llevados fuera de la Península. Para el esclavista y por razones obvias, lo importante era alejarlos de sus comunidades de origen. Así hicieron los cartagineses con los saguntinos, que fueron dispersados por toda la Península (Liv., XXVIII, 39). Sertorio trasladó a Lusitania en calidad de esclavos a las tropas huidas de la batalla de Lauro en el año 76 (Orosio, V, 23, 6).
Son frecuentes las noticias sobre prisioneros que prefirieron el suicidio a llevar una vida de esclavitud. Se refieren varios suicidios de colectivos por tales razones: el de los habitantes de Astapa, el de los celtíberos de Contrebia, el de mujeres bracaras durante la campaña de Bruto el Galaico y otros. A pesar de ello, la esclavitud se fue consolidando en Hispania.
Esa visión global del reparto de la población atendiendo a los estatutos jurídicos debe ser integrada en el análisis de los diversos sectores económicos. Así, el artesanado, el comercio y la minería constituyen los sectores más productivos: los beneficios que proporcionaban no se derivaban sólo de su propio carácter sino del hecho de representar las actividades económicas que empleaban mayor contingente de mano de obra esclava, natural de la Península o importada. Plinio refiere cómo había aquitanos trabajando día y noche en las minas de plata de Baebelo (Nat. hist., 33, 96). Y la cifra de 40.000 trabajadores de las minas de plata de Cartagena, tal como cuenta Polibio, obliga a pensar en que la totalidad o la mayoría de ellos eran esclavos, a tenor de los usos de la época en las explotaciones mineras.
Carecemos de información completa sobre el estatuto de los trabajadores del campo. Mientras los pequeños propietarios llevaban a cabo por sí o con la ayuda de otros miembros de su familia la atención de sus explotaciones, como siempre ha sucedido en el mundo rural, se imponía que los grandes propietarios utilizaran el trabajo de asalariados libres o el de mano de obra esclava. Para época altoimperial y en el valle del Guadalquivir, en bajo valle del Ebro y en diversas zonas del Levante peninsular los grandes propietarios se servían tanto de asalariados como de esclavos. La flexibilidad de usos de la mano de obra esclava, que podía ser destinada a cualquier actividad rural o doméstica, permite pensar que muchos grandes propietarios, aquellos que antes se romanizaron, dispusieran habitualmente al menos de un reducido grupo de esclavos, como venía sucediendo en la economía agraria de Italia desde el siglo III a.C.
Al igual que en toda sociedad tradicional, la diferenciación de sexos marcaba generalmente la relación con el trabajo y con el desempeño de funciones políticas, administrativas o militares. La guerra era un asunto reservado a los hombres por más que, excepcionalmente, se relaten acciones de mujeres que tomaron las armas: tal sucedió, por ejemplo, en la defensa de Salamanca frente a las tropas de Aníbal; al no poder resistir el empuje de las tropas púnicas, los hombres salieron de la ciudad para entregarse junto con sus mujeres, pero éstas llevaban ocultas bajo sus sayos las armas para ser entregadas a sus hombres ante un descuido de la defensa púnica (Plutarco, Virt. Mul., 248e). Los magistrados de la comunidad, los senadores, los componentes y mandos del ejército eran hombres. Además de que la gestión de todos los asuntos domésticos encomendada a las mujeres era una parte del proceso productivo y además de que las mujeres colaboraban en otras muchas actividades directamente productivas (cuidado de huertos, atención a la ganadería doméstica, etc.), hay noticias claras sobre el trabajo añadido que muchas mujeres desempeñaban en la atención al telar. Gran parte de las tareas de hilado y tejido se desempeñaban en el ámbito doméstico. Un fragmento del Paradoxógrafo Vaticano cuenta cómo, entre los iberos, se celebraban concursos en determinadas fiestas y se premiaba a las mujeres que hubieran tejido más vestidos y los más hermosos. Y esta tradición continuó: una inscripción de época imperial hallada en Torrecampo (cerca de Martos, Jaén) recoge las alabanzas a una señora que había manifestado, entre otras virtudes, sus excelentes cualidades para el tejido de la lana, lanificii praeclara (CIL Il, 1699).
Mientras vamos teniendo algunas informaciones precisas sobre las condiciones de los niños y su relación con las fuerzas productivas para época altoimperial, no hay un solo estudio sobre los niños en la Hispania republicana por más que haya referencias aisladas a su uso como rehenes, como componentes de parte del botín de guerra y, por lo mismo, como mercancía.