Comentario
Roma asumió rápidamente su posición de dominio sobre la península italiana, haciendo coincidir los intereses propios con los de Italia. El flanco adriático de la península se veía amenazado por la expansión del reino de Iliria. Esta expansión no sólo perjudicaba a las colonias latinas de Adria, Ariminum y Firmum, sino también a otras ciudades griegas como Corcira o a la propia Ancona. La reina ilírica, Teuta, mantenía una alianza circunstancial con Demetrio II de Macedonia, el cual estaba enfrentado con las Ligas Etolia y Aquea. La razón última estaba sin duda en las pretensiones de los tres sobre la Grecia Peninsular. Sobre la base de esta alianza entre Macedonia e Iliria, el reino ilírico había llegado a hacerse con el control de una parte del Epiro y de algunas islas griegas. La piratería ilírica dañaba además los intereses de los comerciantes itálicos. Roma, actuando esta vez no sólo en defensa de sus intereses, sino también por la necesidad de reafirmar su posición de potencia hegemónica y mantener un cierto control sobre sus vecinos, decidió enviar en el 230 a.C. una embajada a la reina de Iliria. La muerte de uno de los embajadores ofreció un excelente pretexto para justificar ante sí mismos y ante Grecia, la legitimidad de la guerra. Polibio insiste sobre la propaganda política de la guerra respecto a la protección de los intereses no sólo itálicos, sino griegos. La admisión de Roma en los juegos ístmicos del 228 a.C. en Corinto, indica claramente el agradecimiento griego a la intervención romana, así como cierto reconocimiento de helenización de Roma.
Los grandes preparativos romanos del 229 a.C. parecen indicar la importancia que Roma concedía a este objetivo. La deserción de uno de los generales griegos al servicio de Teuta, Demetrio de Faros, que no sólo se pasó a los romanos, sino que les entregó Corcira (Corfú), cuya población se sometió según la fórmula de la deditio, provocó el que otras ciudades griegas del área siguieran su ejemplo. La flota romana no encontró grandes dificultades para apoderarse de Issa y de Faros y castigar duramente a las poblaciones del sur de Iliria. En el 228 a.C. Tenta solicitó la paz. Los términos en que se decidió establecían de hecho un protectorado de Roma sobre la zona y fue a Demetrio de Faros a quien Roma situó al frente de Iliria. Algunos años después, Demetrio, aliado con el nuevo rey de Macedonia, Antígono, reanudó la tradicional política ilírica de expansión (220-219) comportándose como príncipe de un estado independiente y quebrantando por tanto el tratado del 228, que le comprometía a actuar como aliado-vasallo de Roma. Roma intervino de nuevo en Iliria y la propia Faros fue totalmente destruida. Demetrio se refugió en la corte macedónica y, posteriormente, se convertirá en consejero de Filipo V de Macedonia.