Época: Austrias Menores
Inicio: Año 1600
Fin: Año 1700

Antecedente:
Política interior: crisis y reorganización de la monarquía

(C) Juan Antonio Sánchez Belén



Comentario

La declaración de la guerra por Francia en 1689 y la necesidad de recaudar un donativo, junto con la acción de agentes de Luis XIV, vuelven a desencadenar la rebelión de los campesinos -el movimiento se extiende entre Vilafranca del Penedés y la plana de Vic-, quienes de nuevo se dirigen a la Ciudad Condal para imponer sus demandas, aunque son dispersados y finalmente derrotados por el virrey, tras una serie de escaramuzas, con el apoyo de los consellers de Barcelona, que fueron recompensados en 1690 con el privilegio de mantener cubierta la cabeza en presencia del rey, privilegio que se les venía denegando desde las Cortes de 1632.
La revuelta de los barretines preludia la que se desencadena en Valencia en 1693. También aquí los sectores privilegiados del campo (abogados, clero y síndicos) arrastran a los campesinos descontentos, pero a diferencia del movimiento catalán las acciones iban dirigidas contra el pago de los impuestos señoriales. Las detenciones efectuadas por el virrey provocaron los primeros motines en Vilallonga en el mes de julio y la formación de un ejército de agermanados que es derrotado pocos días después por las tropas reales, aunque los dos principales cabecillas lograron escapar manteniendo la agitación en el ducado de Gandía hasta el punto de que los señores no conseguirán encontrar quien quiera arrendar los impuestos.

A finales de 1693 la situación quedó prácticamente controlada con la captura de uno de los jefes de la revuelta, que fue condenado a muerte en 1694, mientras el resto de los rebeldes pagaron su osadía en galeras.

A finales del siglo XVII la colaboración entre los reinos y la Corona es un hecho indiscutible, como también lo es la primacía adquirida por la aristocracia en las decisiones políticas. La Paz de Ryswick permite, además, restañar las heridas causadas por la guerra con Francia y retomar las reformas fiscales y económicas que habían sido postergadas. Sin embargo, las disputas palatinas en torno a la sucesión de Carlos II ensombrecerán los últimos años del reinado. La designación de José Fernando de Baviera como heredero del monarca español acalla las diferencias existentes entre las facciones cortesanas, agrupadas de nuevo en torno al conde de Oropesa, que asume la presidencia del Consejo de Castilla. El fallecimiento del príncipe, sin embargo, vuelve a reavivar el debate sucesorio, adscribiéndose el conde de Oropesa al partido del Almirante de Castilla, proclive al archiduque Carlos, hijo del Emperador Leopoldo I, y otros a la camarilla pro-francesa dirigida por el cardenal Portocarrero. La pugna de ambos partidos alcanza su máxima conflictividad en 1699.

Las malas cosechas de los años anteriores y la subida de los precios agrícolas provoca una crisis de subsistencias y disturbios en Valladolid y otras ciudades que será hábilmente manipulada por el partido francés para imponerse en la Corte, donde las masas urbanas hambrientas, instigadas por agentes de Francia, se amotinan exigiendo la rebaja del precio del pan y de otros artículos comestibles, pero también el nombramiento de Francisco Ronquillo como corregidor y la dimisión de Oropesa, cuya casa es asaltada.

Estos sucesos, conocidos como el Motín de los Gatos, serán la causa de la caída de Oropesa y de su exilio de la Corte junto con el Almirante de Castilla, los dos paladines del candidato imperial al trono español, dejando así libres las manos al partido francés, que alcanza finalmente su propósito con la designación como heredero de Carlos II a Felipe de Anjou, a quien Castilla proclama rey el 24 de noviembre de 1700.