Comentario
La Ilustración castellana desplegó sus actividades a lo largo del siglo, pero sobre todo en su segunda mitad, en una multitud de direcciones, a partir de los dos principales focos de irradiación que fueron las Universidades y las Sociedades Económicas de Amigos del País.
Así como la Universidad de Valladolid se vio alcanzada por el proceso de renovación de los planes de estudios en 1771, la Universidad de Salamanca, que sólo a regañadientes aceptó la reforma impuesta desde las instancias gubernamentales, reunió en cambio en su seno a un grupo bien cohesionado de reformistas que ha merecido el apelativo de escuela iluminista salmantina y que incluía a nombres tan representativos del movimiento ilustrado como el ensayista José Cadalso, el polemista Juan Pablo Forner o el poeta Juan Meléndez Valdés. Vinculados a la universidad salmanticense estuvieron además, en la primera mitad del siglo, Diego de Torres Villarroel, catedrático en sus aulas, y en sus postrimerías algunos de los nombres capitales del liberalismo español, como Manuel José Quintana, Diego Muñoz Torrero, que fue rector y más tarde presidente de las Cortes de Cádiz, y Ramón de Salas, también rector y más tarde escritor constitucionalista, autor de unas Lecciones de Derecho público constitucional (1823) de gran influjo tanto en España como en Hispanoamérica.
Valladolid, por su parte, impulsaría, al margen de la Universidad, un importante movimiento académico, que llevaría a la fundación de diversas instituciones, como la Academia Geográfico-Histórica de Caballeros Voluntarios, la Academia de Medicina, la Academia de San Carlos de Jurisprudencia Nacional Teórico-Práctica y la Academia de Nobles Artes de la Purísima Concepción. Contaría Valladolid asimismo con una Sociedad Económica de Amigos del País, que sería una de las más activas de Castilla, como demuestra la creación de sendas cátedras de economía civil y agricultura, la constitución siguiendo el modelo de la Sociedad Matritense de una Asociación de Damas, o la elaboración de interesantes memorias por parte de sus socios, uno de los cuales, el mexicano José Mariano de Beristain, publicaría entre 1787 y 1788 el Diario Pinciano, como medio de difusión de la ideología de las Luces.
No todas las sociedades patrióticas castellanas alcanzaron, en todo caso, el nivel de la vallisoletana. En su conjunto dirigieron sus esfuerzos al fomento de la industria popular creando numerosas escuelas de hilados y otras labores artesanales, al desarrollo de la nueva agricultura mediante el impulso de nuevos cultivos (como la rubia o el azafrán en Valladolid) o la información sobre nuevas técnicas de labranza, y a la promoción de la enseñanza tanto profesional como de primeras letras. Algunas trataron de crear instituciones de enseñanza superior, como la de Talavera de la Reina, que obtuvo la aprobación de una Academia de Matemáticas, o la de Yepes, que fundó un Seminario de Gramática de breve trayectoria. Otras se beneficiaron del trabajo de enérgicas personalidades ilustradas, como la de Segovia, que contó con la infatigable actividad de Vicente Alcalá Galiano, empeñado en la difusión de las teorías económicas de Adam Smith. Otras, en cambio, como la de Avila, hubieron de contentarse con combatir el problema de la desoladora pobreza de su entorno a partir de medios tan rudimentarios como el reparto de sopas económicas. Otras, finalmente, como la de Vara del Rey, no llegaron a constituirse pese a los esfuerzos de su prestigioso promotor, el conocido ilustrado León de Arroyal, que vio denegada su solicitud por la poca entidad de la población.