Comentario
En realidad, las Cortes inauguraron sus sesiones, no en Cádiz, sino en la isla de León, en un teatro que fue especialmente adaptado para aquella ocasión, y que desde entonces denominó Teatro de las Cortes. ¿Quienes fueron los diputados que asistieron a aquellas sesiones? No resulta fácil determinar, ni el número, ni el perfil social, ni siquiera la ideología de los representantes que en algún momento, a lo largo de los tres años en que las Cortes estuvieron reunidas, ocuparon un asiento en sus sesiones. En un principio puede llamarnos la atención el hecho de que los hombres que emprendieron la tarea de transformar de modo radical -aunque por el momento fuese sólo en teoría- la estructura social, económica, política e institucional del país, fueran tan poco numerosos. La sesión inicial sólo pudo contar con la presencia de 95 diputados, de los que más de la mitad eran suplentes. Este número fue aumentando, de tal manera que la Constitución, aprobada el 19 de febrero de 1812, llevaba ya 184 firmas; y el acta de disolución, de fecha 14 de septiembre de 1813, estaba firmada por 223 diputados. No obstante, la cifra teórica de 240 diputados (uno por cada 50.000 habitantes) nunca llegó a completarse.
De estos diputados, no todos fueron titulares, aunque Ramón Solís quita importancia a los suplentes, pues afirma que su número fue muy reducido -sin duda mucho más en las últimas sesiones que en las primeras- aunque entre ellos estaban algunos de los liberales más destacados. Como afirma F. Suárez, hasta que no se estudien a fondo las actas de las sesiones y las sustituciones, incorporaciones y anomalías que se registraron entre los diputados a estas Cortes extraordinarias y generales, no podremos conocer con certeza quiénes eran todos y cada uno de aquellos representantes.
Por esa razón, resulta muy complicado establecer una clasificación de los diputados por categorías socio-profesionales. Melchor Fernández Almagro intentó realizar un estudio en este sentido y Ramón Solís le dedicó también a esta cuestión unas páginas en su libro. Sin embargo, los resultados que ofrecen uno y otro no son del todo coincidentes. A pesar de ello, se pueden extraer algunas notables conclusiones del esfuerzo de los dos historiadores. En primer lugar, es de destacar el elevado número de eclesiásticos existentes entre los diputados, pues representaban aproximadamente un tercio del total. Es decir, es una representación similar a la que tenían derecho a ejercer en las Cortes del Antiguo Régimen. Les siguen en número los abogados, quienes según Solís, representaban un 18 por 100 de la totalidad. El resto estaba formado por militares, funcionarios, algunos nobles y unos pocos comerciantes. Brillan por su ausencia los artesanos, los trabajadores de la industria y, sobre todo, los campesinos. En definitiva, parece que fueron las clases medias urbanas las principales protagonistas de las Cortes de Cádiz.
Atendiendo a la actitud que estos diputados mantuvieron a lo largo de las sesiones, es posible también realizar una clasificación ideológica. Federico Suárez propuso una división tripartita, en la que los innovadores serían los partidarios de las reformas radicales; los renovadores representarían la defensa de unas ciertas reformas moderadas y basadas siempre en la tradición; y por último, los conservadores, un grupo de inmovilistas que no deseaban en absoluto ningún tipo de reformas. Sin embargo, la división más simple y de mayor aceptación para clasificar ideológicamente a los diputados es la que los divide en absolutistas -enemigos de las reformas- y liberales, partidarios de los cambios radicales. Claro es que pensar que cada uno de estos grupos estaba nítidamente definido y que tenía un programa perfectamente elaborado y que, además, actuaba pensando en intereses de partido, es algo absurdo por anacrónico. Lo que sí se puede es, a través de sus discursos y de sus intervenciones en los debates, detectar en los liberales una serie de ideas de clara influencia de los pensadores políticos franceses, como Rousseau y Montesquieu, entre otros, y de los filósofos ingleses, como John Locke. Con todo, en los líderes que pronto destacaron en las discusiones, contaba más su personalidad que la doctrina que alimentaba sus discursos. La elocuencia y la retórica jugaron un papel esencial en sus intervenciones. El divino Argüelles, el poeta Quintana, Calatrava, o Muñoz Torrero, tenían tanto en consideración la belleza de sus discursos como la trascendencia de sus propósitos. En este sentido, cabe achacarle a los diputados liberales la propuesta de unas soluciones tan abstractas, que pecan de vaciedad. El sacerdote sevillano Blanco White, emigrado a Londres y de una actitud crítica hacia los legisladores gaditanos, denunció su obra "...porque han querido hacerlo todo por un sistema abstracto".
No obstante, la tarea que llevaron a cabo estos diputados durante la reunión de las Cortes en Cádiz fue inmensa. En total, se celebraron 1.810 sesiones, de las cuales, 332 tuvieron lugar en la isla de León y 1.478 en el Oratorio de San Felipe Neri, en Cádiz, a donde tuvieron que trasladarse las Cortes a causa del avance de los franceses y una vez que había pasado el peligro de la epidemia de fiebre amarilla que había impedido su celebración allí desde la primera hora. Sin embargo, no toda la labor de las Cortes consistió en la aprobación de reformas. De los 409 decretos expedidos, sólo un centenar contienen disposiciones de reforma política, social, económica o administrativa; el resto son decisiones de trámite, o de administración normal para un país que continuaba en guerra.
En un estudio realizado por José Luis Comellas sobre el proceso reformador de las Cortes, se advertía la existencia de tres etapas a lo largo de los tres años que duraron las reuniones. Es como si se hubiese establecido un cierto orden a la hora de afrontar las cuestiones que había que tratar y reformar en el curso de las sesiones. En la primera de esas etapas, que abarca desde septiembre de 1810 hasta junio de 1812, predominan las reformas de carácter político; en la segunda, desde julio de 1812 hasta mayo de 1813, hay un predominio de las reformas de carácter social; y por último, las reformas económicas tienen lugar en su mayor parte entre abril y septiembre de 1813.