Época:
Inicio: Año 14
Fin: Año 68

Antecedente:
Alto Imperio (II): los Julio-Claudios



Comentario

Las tensiones políticas de la época de los Julio-Claudios son un reflejo parcial de conflictos ideológicos más profundos. Las corrientes filosóficas, religiosas y artísticas de Oriente van ganando cada día más adeptos en el Occidente del Imperio. Los hombres nuevos de la aristocracia romana procedentes de las provincias hacen aportaciones decisivas en la defensa de las tradiciones romanas.
El universalismo político de Alejandro Magno fue superado por Roma. La apertura de nuevos horizontes comerciales y el contacto con pueblos de tradiciones tan diversas contribuyeron a la creación de ideologías universalistas. El Occidente pudo frenar aún el auge de los cultos orientales: incluso reconocido el culto de Isis bajo Calígula, pasará tiempo hasta ser un culto difundido; y más aún puede decirse del culto minorasiático de Cibeles y Atis, del culto a Júpiter Dolicheno y de otros cultos orientales.

En cambio, no se encuentra una oposición abierta a algunas corrientes filosóficas del helenismo. Eran conocidas por sectores de la oligarquía romana cuando completaban su educación en las escuelas filosóficas y retóricas de Atenas, Rodas, Antioquía o Alejandría. El carácter práctico de los romanos había dado ya figuras eclécticas como Cicerón, quien había ofrecido una síntesis vulgarizada del epicureísmo, estoicismo y platonismo.

Se adaptaba bien a la mentalidad romana el eclecticismo, porque permitía servirse de fragmentos de las distintas escuelas con vistas a su aplicación política o social. Además de predominar la ausencia de sectarismo filosófico, la escuela de mayor empuje y con más seguidores, el estoicismo, ya se había despojado de muchas concepciones originarias como la de la antigua teoría de la conflagración o absorción de las cosas por el fuego divino. Posidonio de Apamea (130-46 a.C.), que gozó de gran prestigio en Roma, defendía un estoicismo de contenidos éticos. Así, para los romanos, la filosofía estoica era ante todo un modo de vida. Y Séneca es un fiel representante del estoicismo del siglo I d.C.

La visión religiosa de Séneca, puramente estoica, ha dado pie a que muchos hayan pensado en su proximidad al cristianismo. En una de las cartas a Lucilio (XLI, l) tiene frases como ésta: "Dios se encuentra cerca de ti, contigo, en ti. Lucilio, en nuestro interior reside un espíritu sagrado al que no se oculta ninguna de nuestras obras, buenas o malas; y nos trata igual que lo tratamos. Nadie es honrado sin Dios...." La incitación a la resignación, las consideraciones sobre el escaso valor de las riquezas materiales, el estímulo para soportar con serenidad los reveses de la fortuna, la defensa del ascetismo... son contenidos presentes en el estoicismo romano del siglo I representado por Séneca. Es cierto que, para los estoicos de esta época, los hombres eran todos iguales pero en su interior, en su espíritu; por lo mismo, la auténtica libertad es la interior. Así, el estoicismo ofrece la coartada ideológica para el sostenimiento de la esclavitud. En todo caso, si el estoicismo no era una ideología revolucionaria, contenía el germen de una defensa de las libertades y, por lo mismo, rechazaba el sometimiento al tirano: en la conjura de Pisón contra Nerón estaban comprometidos muchos estoicos (Séneca y Trásea Peto) que pagaron su adhesión con su vida.

El politeísmo romano era aceptado por el estoicismo pero éste introducía en el mismo la idea de la existencia de un principio divino único, del que los diversos dioses eran sus manifestaciones. De este modo, el estoicismo contribuía a la preparación de un mundo espiritual más dispuesto a reconocer y aceptar las religiones monoteístas.

El fenómeno que tendrá mayor trascendencia en la posterior cultura occidental, el cristianismo, da sus primeros pasos durante los Julio-Claudios. Los seguidores directos de Jesús eran judíos y muchos cristianos primitivos entendieron el mensaje cristiano como una variante del judaísmo. El propio Pablo, judío y ciudadano romano, participaba al comienzo de esa visión. Los judíos cultos están acostumbrados a las adaptaciones en la interpretación de la Ley. Filón, filósofo judío, había buscado la forma de hacer coherente la Ley con la doctrina estoica. Pero el intento de Calígula de que su propia estatua fuera introducida en el Templo había superado todas las medidas y conmocionado a la comunidad judía. Y Filón, como el propio Pablo, esperaban el triunfo del pueblo judío contra esos enemigos externos.

La conversión de Pablo (32-33 d.C.), su visión de Damasco, no hubiera tenido tanta trascendencia sin su segundo gran viraje (34-36 d.C.) cuando se decide a no defender la necesidad de la circuncisión para mantenerse dentro de la Ley y dentro del cristianismo. En sus viajes misioneros por Asia Menor, Pablo predicaba en las sinagogas. El 49 d.C., en Jerusalén, a duras penas convenció a algunos apóstoles (Pedro, Juan y Jacobo) de prescindir de la circuncisión y de la necesidad de llevar el evangelio también a los gentiles. Ese encuentro de Jerusalén marcó la primera gran división del cristianismo; la comunidad cristiana judaica quedó muy reducida frente las pujantes comunidades posteriores, en las que había antiguos judíos y gentiles.

El año 41 d.C., Claudio prohibe las reuniones de judíos en Roma porque organizaban tumultos bajo la instigación de Cristo, impulsore Chresto tumultuantes. Bajo Nerón, ya se distingue entre judíos y cristianos. Y, si nos atenemos a las cartas de Pablo, la comunidad cristiana de Roma del 57-58 d.C. era ya significativa.

Así, bajo los Julio-Claudios, se consolida el monoteísmo cristiano diferenciado del monoteísmo judaico. Pero, a su vez, el propio politeísmo romano, ante todo bajo la influencia platónica y estoica, comienza a tener intérpretes de formas religiosas más espiritualizadas en las que la variedad de los dioses encuentra la explicación coherente de ser manifestaciones de un único principio. Pero para la religión romana, tal idea no pasó de ser una elaboración culta sin arraigo y aceptación entre las masas populares.