Época: Sexenio democrático
Inicio: Año 1868
Fin: Año 1869

Antecedente:
La preparación del Sexenio

(C) Angel Bahamonde



Comentario

El movimiento intelectual servía de plataforma ideológica, a la par que funcionaba como mediador entre unas elites políticas y una sociedad civil cuyos instrumentos de comunicación y cuyo intercambio de demandas y propuestas aún no estaban consolidados.
En los años anteriores a 1868 se había desarrollado un círculo de intelectuales que despuntaron tanto por su actuación personal como por su capacidad de movilización sobre ciertos sectores sociales. Desde una actitud severamente crítica frente al sistema, la intelectualidad difundió ideas renovadoras muy influidas por el ideal democrático, el krausismo y el librecambismo. La acción de estos hombres, caracterizados mayoritariamente por su juventud, contribuyó notablemente a la caída de Isabel II y configuró una nueva concepción de la sociedad y del Estado -democratización, descentralización, laicización...-, concepción que quedó plasmada en un discurso político.

Las principales armas de este movimiento eran la prensa, las cátedras universitarias y el Ateneo de Madrid. Personalidades como Sanromá, Figuerola, Castelar, Moret, Giner de los Ríos o Canalejas, entre otros, exponían su ideario en las aulas y a través de artículos de prensa, logrando una gran repercusión. No todos ellos, sin embargo, ocuparon más tarde puestos de responsabilidad política, ni todos pretendían hacerlo. Además ejercían como oradores en el Ateneo, que se convirtió en un valioso foro de debate político.

Uno de los momentos de mayor crispación tuvo lugar a raíz de la publicación, en el periódico La Democracia, de un artículo que cuestionaba éticamente a Isabel II. La autoridad dispuso una serie de medidas represivas contra el autor del escrito, Emilio Castelar, lo cual, unido a hechos como el cierre del Ateneo, provocó una protesta estudiantil que se convirtió en la primera gran revuelta intelectual del siglo. Dichos acontecimientos, bautizados como la Noche de San Daniel de 1865, pusieron en evidencia el fracaso político y moral que había sufrido el Gobierno. Un fracaso cuyas consecuencias estribarían en la posterior acentuación de la línea demócrata que orientaba al sector más destacado de la intelectualidad española.