Comentario
Aparte del citado sistema de enterramiento, propiedad del encargante, prolifera el tipo más frecuente, más económico, el sepulcro en sus variadas formas, tanto en catedrales, iglesias y capillas, como en los claustros. La catedral de León, donde se conservan los ejemplares más bellos y novedosos en el interior del templo, correspondientes al siglo XIII, desarrolla una notable actividad en la construcción de sepulcros del tipo lucillo, excavados en los muros del claustro, con el fin de no impedir el paso de las procesiones y paseos devocionales de los canónigos y clérigos. Los sepulcros del siglo XIV siguen las pautas de los obrados en el siglo anterior. El de don Diego Ramírez de Guzmán repite fielmente las fórmulas del de don Rodrigo (muerto en 1232), que se copia puntualmente en el don Martín Fernández. En ellos se desarrolla el tema de las exequias, de hondo predicamento en Castilla. El sepulcro de Diego Yáñez, muerto en 1309, tiene en el tímpano la escena de la Coronación de la Virgen. El del arcediano de Triacastella (muerto en 1335) alberga la Virgen y el Niño. También se hizo enterrar en la catedral leonesa Don Alfonso, hijo de don Juan el de Tarifa, que repite fórmulas típicas de sepulcros de nobles en Castilla: escudos que pregonan su prosapia en un frente lateral y la yacente ataviada de caballero encima. En el sepulcro de la condesa doña Sancha se recuerda su muerte violenta a manos de su sobrino, que se recoge en el "Libro de las Estampas", en uno de los frentes laterales.
Si la influencia leonesa de varios sepulcros del siglo XIII se deja sentir literalmente en Ávila durante finales del mismo, se advierten algunos ecos burgaleses en el siglo siguiente, como el yacente de obispo, hoy en el Museo, inspirado en el de don Mauricio. El de don Diego de las Roelas, en cambio, es obra toledana. También se deja sentir la huella leonesa en Salamanca. En la catedral Vieja se conservan varios sepulcros del siglo XIV -obispo dominico don Pedro (1324), doña Elena y obispo don Rodrigo Díaz (muerto en 1339)-, con pinturas, variante decorativa de gran notoriedad, en la capilla de San Martín. El de don Juan Lucero (muerto en 1359), en la capilla de Santa Bárbara, es un interesante ejemplar con yacente y un Calvario en el fondo del lucillo, todo ello de acusada estilización.
La calidad en los sepulcros antedichos está muy por debajo de la de los espléndidos ejemplares burgaleses, que alcanzan valores extraordinarios durante el presente siglo. Se disponen programas iconográficos y escenas en relación con el Evangelio y las exequias, analizados en profundidad por M. J. Gómez Bárcena. Ejemplos significativos son el sepulcro del obispo don Pedro Rodríguez Quijada, de la primera mitad del siglo -capilla del Condestable-, cuya iconografía se repite en el de don Gonzalo de Hinojosa, de hacia mediados de siglo -capilla de San Gregorio-. En ellos se desarrolla la liturgia de los funerales desde la casa mortuoria hasta la iglesia, donde se cubre con la tapa. Este tema tuvo hondo predicamento en toda Castilla. En la catedral de Cuenca se figura en dos sepulcros de la capilla de Santiago de la catedral, el del obispo don Álvaro Martínez, y especialmente el de un caballero de la Orden de Santiago. El estilo, sin embargo, está ligado a escuelas catalano-aragonesas, y debieron de labrarse hacia 1400.
En la misma catedral de Burgos, el sepulcro de don Lope de Fontecha, contemporáneo del de don Gonzalo de Hinojosa y ubicado en la misma capilla, es obra de muy cuidada calidad, que recoge un programa iconográfico en función de la salvación. El frente del sarcófago está decorado con escenas del ciclo de Navidad, sigue la yacente y las exequias, éstas en el fondo del lucillo, que se comparten con un Juicio Final, e inscrita en el airoso gablete, que enmarca el conjunto, la Coronación de la Virgen y Cristo en el remate. El sepulcro del obispo don Domingo del Arroyuelo, aunque del último cuarto del siglo, adopta fórmulas tradicionales.
En Galicia se conservan sepulcros análogos al de Fernán Pérez de Andrade, de gran rudeza y expresividad, en iglesias de órdenes mendicantes de Betanzos, Pontevedra, Lugo y Santiago, cuya expansión por la citada región ha sido analizada por C. Manso. Delicada estilización presenta el sepulcro de doña Juana de Castro (muerta en 1374) en la catedral de Santiago. En Orense se conserva un interesante grupo de sepulcros de prelados en la catedral, entre los que destaca el de don Vasco Pérez Mariño, en el brazo norte del crucero.
Una modalidad muy interesante en la escultura funeraria es la de sepulcros de madera. El más antiguo ejemplar conservado es el de doña Mayor Guillén, en el convento de las clarisas de Alcocer (Guadalajara) datado por Azcárate a finales del siglo XIII. Existen notables ejemplares en el Museo de Burgos, procedentes de Villasandino, Vileña y Palacios de Benaver. Son obras datadas entre finales del siglo XIII o comienzos del XIV. Repiten la tipología de los sepulcros en piedra o mármol. Se componen de yacente y sarcófago, y en sus frentes se desarrollan escenas de los funerales. El yacente de don Pedro González de Agüero (Museo Regina Coeli, Santillana del Mar, Santander) es de tamaño mayor que el natural, y va acompañado de perro, azor y espada, como corresponde a un caballero.
Durante el último tercio del siglo es importante la labor desarrollada por el taller toledano de Ferrand González, en cuyo desarrollo fue muy importante la figura del arzobispo Pedro Tenorio. En el centro de la capilla de San Blas ideada por él para su enterramiento, se disponen su sepulcro y el de don Vicente Arias de Balboa (muerto en 1413), canónigo y arcediano de Toledo y más tarde obispo de Plasencia. Ambos monumentos son analizados por T. Pérez Higuera dentro del citado taller, cuya labor sitúa entre 1385 y 1410. Es posible incluso adelantar el comienzo unos años si tenemos en cuenta el estilo similar de las obras realizadas por Pedro Suárez en las casas de San Antolín, en la misma ciudad. Su propio sepulcro, obrado tras su muerte en la batalla de Troncoso (1385), es realización del mismo.
Los caracteres privativos de los sepulcros del taller trascienden a provincias más o menos distantes, como Ávila, Sevilla y Álava, y su influencia penetra incluso en Portugal. En directa relación con los sepulcros de la capilla de San Blas están entre otros el de Juan Serrano en el monasterio de Guadalupe, el del obispo Diego de las Roelas, en la catedral abulense, y el de un obispo en el coro del convento de Santa Clara, de Toledo, que B. Martínez Caviró ha identificado con fray Juan Enríquez.