Comentario
Sin duda, la oposición en las nacionalidades históricas tiene un peso específico en la trayectoria del antifranquismo. No se trata, no obstante, de trazar la evolución del conjunto de la oposición en zonas como Cataluña o el País Vasco sino de realizar un breve repaso de los partidos nacionalistas y de sus plataformas unitarias.
Reducida la Generalitat en el exilio desde 1954 a un órgano unipersonal en la persona de Tarradellas, convertidos en partidos agrupaciones como el Movimiento Socialista de Cataluña o el Frente Nacional de Cataluña, y desaparecidas otras plataformas unitarias, hubo que esperar al final de los años cincuenta para que se produjeran nuevas tentativas unitarias y la aparición de un nuevo movimiento catalanista. Por ejemplo, en 1958, MSC, UDC y ERC constituyeron, a semejanza de la alianza general en el exilio de socialistas, democristianos, nacionalistas vascos y republicanos, un Consejo de Fuerzas Democráticas de Cataluña que no contaba con la participación del PSUC y FNC.
Al margen de los cada vez más acartonadas y divididas formaciones catalanistas en el exilio, surgieron nuevas plataformas sobre todo de carácter cultural como Comunidad Catalana (1954), Asociación Democrática Popular de Cataluña (1959) y Omnium Cultural (1961). El mismo Jordi Pujol, que se había iniciado en el grupo Cristianos (luego Comunidad) de Cataluña, decidió hacer país desde empresas culturales como la Enciclopedia Catalana o un Centro de Información, descartando la promoción de partidos clandestinos. Hasta una fecha tan tardía como diciembre de 1974 no constituyó la plataforma política Convergencia Democrática de Cataluña.
A la creación de este tejido cultural democrático y catalanista se sumó el auge de los movimientos sociales. De hecho, no se entiende la constitución de la Taula Rodona en 1966 sin tener en cuenta la consolidación previa del sindicato democrático estudiantil y Comisiones Obreras. Tres años más tarde, en diciembre de 1969, este rodaje permitió la aparición del Consejo de Fuerzas Políticas de Cataluña que agrupaba a los principales partidos catalanes sin exclusión de los comunistas del PSUC.
La creación de una plataforma unitaria de los partidos, seis años antes que en el resto de España, fue un paso importante pero que todavía no rompía el aislamiento de las organizaciones clandestinas respecto al conjunto de la sociedad. Solamente la constitución de la Asamblea de Cataluña en noviembre de 1971 permitió la incorporación de centenares de antifranquistas sin afiliación a ningún partido. No obstante, la presencia de Comisiones Obreras, comunidades cristianas de base y asociaciones culturales y ciudadanas vertebraba a la Asamblea de Cataluña, permitiendo la salida de los estrechos límites de la clandestinidad. Las cuatro reivindicaciones mínimas de la Asamblea fueron la restauración de las libertades, el estatuto de autonomía de 1932, la amnistía y la coordinación con el resto de los pueblos ibéricos.
No obstante, la estructura de la Asamblea de Cataluña terminó cediendo protagonismo en el momento de la transición a las coordinadoras de los partidos catalanistas.
La historia del nacionalismo vasco durante la segunda mitad de la dictadura está marcada por el surgimiento de la organización ETA (Euzkadi Ta Askatasuna) en 1959. La literatura histórica filonacionalista ha tendido también a tomar la muerte del lehendakari José Antonio Aguirre como un símbolo del final de una época e, incluso, del fracaso de la política del PNV contra Franco. En realidad, después de la aparición de ETA nada fue igual en la historia del nacionalismo vasco pero para el PNV, el Comité Consultivo y el Gobierno vasco en el exilio la década de los sesenta no supuso un giro espectacular de su política. La crítica al PNV por el presunto españolismo de su política ya estuvo presente durante la inmediata posguerra. El tándem entre socialistas y nacionalistas vascos, establecido tras el Pacto de Bayona de 1945, permaneció prácticamente inmutable durante el resto del régimen franquista. No obstante, la desaparición no sólo de Aguirre sino de otros nacionalistas como Landáburu o de socialistas como Indalecio Prieto y Paulino Gómez Beltrán tuvo influencia en la marcha de las relaciones mutuas. Resulta excesivo acusar de inoperancia al Gobierno vasco y a los partidos históricos, si bien es cierto que el nuevo movimiento obrero y el activismo de ETA utilizaban nuevas tácticas de lucha ajenas a aquellos.
La prehistoria de ETA se encuentra en el grupo EKIN surgido en el bienio de 1952-1953. Este grupo, inicialmente limitado a la reflexión política y la formación, acusaba al PNV de pasividad y españolismo. En 1956 EKIN se unificó con las juventudes del PNV pero la continua invocación al activismo causó un conflicto disciplinario con los dirigentes del partido pese a la actitud conciliadora de Aguirre. Finalmente, el 31 de julio de 1959 se consumaba la ruptura del nacionalismo con la constitución de ETA. No obstante, hasta la I Asamblea en 1962, en la que fue aprobada la declaración de principios de ETA, no concluyó el periodo de formación de este grupo nacionalista que terminaría derivando hacia el terrorismo. En realidad, el primer proyecto ideológico de ETA no difería demasiado del democristiano PNV salvo por ciertas tendencias socializantes. Hasta después de la publicación en 1963 de Vasconia. Estudio dialéctico de una nacionalidad, del intelectual vasco exiliado Federico Krutvig, no hubo una ruptura ideológica clara entre el PNV y ETA. Este fue el momento también de la división del sindicato nacionalista Solidaridad de Trabajadores Vascos (ELA-STV). De la asunción de una nueva estrategia política que pretendía la constitución de un movimiento urbano progresista, ETA evolucionó con su II Asamblea de 1964 a defender la guerra revolucionaria. Una teoría insurreccional que derivó hacia el terrorismo urbano, aunque hasta 1968 el activismo etarra no produjo su primera víctima mortal. Antes de ello ya se había producido el estallido de ETA en tres tendencias. En 1966 fue expulsado el grupo berri que, años después, daría lugar a la creación del Movimiento Comunista. Durante la celebración de la V Asamblea se produjo otra división entre el grupo Branka, en el que se encontraba parte de los fundadores de la organización que defendían postulados nacionalistas tradicionales, y el sector mayoritario, partidario de la teoría de la espiral acción-represión. Después del proceso de Burgos de 1970 un grupo de ETA se unió con la trotsquista Liga Comunista Revolucionaria.