Época: Arte Español del Siglo XVIII
Inicio: Año 1700
Fin: Año 1800

Antecedente:
El obrador del Palacio Real

(C) María Concepción García Gaínza



Comentario

Nacido en Carrara en 1708 se formó en su ciudad natal con los escultores locales Franzoni y Baratta y pasó después a Génova para completar su formación con Schiaffino, de quien aprende un lenguaje formal propio del barroco romano tardío de inspiración berninesca. Gran técnico de la escultura en mármol y conocedor de todos los secretos sobre este material por su nacimiento en el lugar donde radican las famosas canteras de Carrara, la Inmaculada de la capilla del Seminario Arzobispal de Turín muestra el dominio de la técnica y la elegancia refinada y aristocrática que le caracterizan ya antes de su venida a España. Su participación en la escultura decorativa del palacio de Turín lo debió de hacer famoso y en 1740 fue contratado por el marqués de Villarias, para ocuparse de la dirección del proyecto escultórico del Palacio Real Nuevo de Madrid, que estaba por entonces en construcción.
Vino acompañado de gran pompa contratado con un buen sueldo, derecho a calesa y la compañía de tres oficiales italianos, cuyo número se ampliaría más adelante, que le ayudasen en los trabajos. Como Escultor Principal se ocupará de dirigir el obrador real e inmediatamente, vista la necesidad de la formación adecuada de los artistas españoles, creará una Academia privada a su costa que se convertirá, al ser acogida por el rey en Junta Preparatoria de la futura Real Academia de Bellas Artes. Esta actividad desbordante y diversificada, que iba a tener gran trascendencia para el posterior desarrollo de las artes en nuestro país, ha sido analizada ya.

Queda ahora por tratar la obra que Olivieri ha dejado como artista práctico, centrada en primer lugar en el Palacio Real Nuevo. Nada más llegar a Madrid, Olivieri se va a ocupar de plasmar el proyecto decorativo ideado por Sachetti consistente en cuatro medallas de las Cuatro Partes del Mundo, hoy desaparecidas, con sus correspondientes trofeos y una serie de cabezas de máscara, algunas representativas de divinidades mitológicas, que iban destinadas a inscribirse en los frontones de las ventanas del piso principal. Estas cabezas, cuyos modelos dio Olivieri, fueron realizadas por su taller y se hallan inspiradas tanto por la Antigüedad como por modelos de Bernini, mostrando una gran variedad en el diseño. Se conservan in situ. También formaban parte del primitivo proyecto una serie de cabezas de león, cartelas y otros adornos destinados a distintos puntos de los exteriores del Palacio, así como cuatro escudos para sus cuatro fachadas, cuyos modelos y diseños dará Olivieri y realizará su taller.

Aprobado ya el plan del Padre Sarmiento (1747) Olivieri se ocupará de la serie de los reyes de España de la balaustrada de la que él mismo se reservará la de Felipe V, inspirada en retratos franceses, y la de su esposa María Luisa Gabriela de Saboya, una alegre representación de la reina, ambos hoy en el ático de la fachada principal, además de la del emperador Carlos I, sugerida por los retratos imperiales de León Leoni, portando amplia capa y llevando en su mano el escudo con el retrato de Isabel de Portugal, y la de Fernando III, una acertada y elegante representación del rey santo. Son, asimismo, obra de Olivieri las estatuas de Sigerico, Teodorico y Teodoredo, que siguen en sus indumentarias y atributos las indicaciones históricas del Padre Sarmiento. Especial interés tienen las estatuas de los emperadores -Teodosio y Honorio- destinados a la fachada principal que muestran frente a los de Felipe de Castro un canon más alargado y elegante y una técnica esfumada que contrasta con la nitidez clásica de los emperadores del escultor gallego, de canon menos esbelto y concepción más clásica. El relieve de la España Armígera y el dios Plutón, obra de Olivieri destinada a la fachada principal, muestra el manejo de la técnica relivaria suave y esfumada que practica el escultor carrarés. Otros adornos para el exterior como las medallas de la galería e interior de Palacio y numerosos dibujos decorativos para puertas y arcos muestran además de la fecundidad del artista lo ingente de la tarea realizada al frente del obrador real.

Mas su actividad no está totalmente acaparada por el Palacio, sino que encontrará tiempo para ocuparse de otros encargos regios, tal es el caso de su intervención en el templo de las Salesas Reales de Madrid, fundación de Bárbara de Braganza y otro centro de arte áulico. Para la escultura tanto del interior como del exterior de la iglesia se empleó el mármol de Carrara, llegado a Madrid a través de Alicante. La decoración de la fachada comprende el relieve central de La Visitación en forma de tondo compuesto por elegantes figuras de canon alargado sobre fondos esbozados de arquitecturas. A ambos lados, a un nivel inferior, dos tableros de exquisito diseño con nubes y ángeles, unos portando la cruz y los otros las Tablas de Moisés, donde habían de inspirarse otros escultores de la Corte. Completan este rico conjunto tableros con trofeos religiosos, ángeles sosteniendo guirnaldas y un gran escudo con las armas reales en la culminación.

Pese a que parece obra personal de Olivieri, esto no excluye la colaboración del taller en las partes altas. En el interior de la iglesia, Olivieri se ocupará además de la decoración de los arcos con cabezas de serafines entre nubes, de las esculturas del retablo mayor, todo ello realizado en mármol de Carrara. Preside el retablo el relieve de la Glorificación de san Francisco de Sales que aparece arrodillado sobre las nubes adorando el símbolo de la Trinidad. Sin duda, este grupo servirá de modelo a tantas glorificaciones de santos que realizarán los escultores cortesanos. Le acompañan a ambos lados las figuras de la Fe y la Caridad muy próximos a modelos de Bernini de los sepulcros papales del Vaticano. Flanquean el retablo las estatuas de san Fernando, más refinado que el del Palacio Real, y una exquisita Santa Bárbara, patronos de los reyes. Sin duda, es obra de Olivieri el grupo de la Sagrada Familia del coro de la iglesia que se le ha atribuido recientemente (Tárraga).

Capítulo importante de la obra del escultor italiano es aquél que se refiere al retrato, que adquiere en el reinado de Fernando VI un gran desarrollo. El busto de este monarca en el Palacio Real supone por parte de Olivieri la asimilación del retrato de Bernini, cuyo ímpetu se aprecia en la cara del monarca. Ese ímpetu aparece más suavizado en el busto del mismo rey de la Academia de San Fernando. Practica también el retrato en relieve, como muestran los de Fernando VI y Bárbara de Braganza, y el de don José de Carvajal y Lancaster de la propia Academia. Un retrato de cuerpo entero de Fernando VI con un león a sus pies centraba la Fuente del Rey de Aranjuez, y fue trasladado a la plaza de la Villa de París, en Madrid.

La imaginería en madera fue escasamente practicada por el italiano y de ella nos queda como muestra la Virgen del Rosario de Irurita (Navarra) hecha en 1749 por encargo de los Goyeneche, tesoreros de la obra del Palacio Real. Es obra de primera mano del escultor por su elegancia y distinción aristocrática y descansa sobre una peana de original diseño que semeja un capitel coronado por ángeles. En una inscripción de la peana figuran el nombre de los patrocinadores, del escultor y el lugar -Madrid- y fecha de ejecución. Sabemos que Olivieri había ejecutado por las mismas fechas que la Virgen de Irurita, una imagen en madera de san Francisco Javier para la iglesia de Alpajés en Aranjuez, que ha desaparecido, para la que necesitó ayuda no en la labra, sino en el ensamblaje.