Comentario
El judaísmo es, con cerca de trece millones de adeptos en la actualidad, la menor de las grandes religiones del mundo. Sin embargo, su significación histórica y su influencia en la actualidad hacen de ella uno de los movimientos espirituales más trascendentes. Los orígenes del judaísmo hay que buscarlos en el antiguo reino de Judá, desparecido en el año 586 a.C. al ser conquistado por el babilonio Nabucodonosor. Ese año comienza la Diáspora o dispersión de los judíos fuera de su lugar de origen, una constante a lo largo de su historia que será convertida a su vez en importante seña de identidad. La dispersión del mundo judío tendrá efectos diversos. Por un lado, la conservación de la tradición, la memoria y el recuerdo se convertirán en una herramienta de cohesión de las comunidades, un elemento aglutinante frente a la presión exterior; por otro, las diferentes comunidades de la Diáspora recibirán influencias de los distintos lugares en los que se asientan y a su vez influirán en las poblaciones autóctonas. Estas características harán del judaísmo una creencia adaptada a las diferentes condiciones en que debe desarrollarse, generalmente bajo presión. El carácter de credo o religión perseguida, de creencia de una comunidad dispersa, será fundamental en la configuración del judaísmo.
Desde el punto de vista religioso, el judaísmo consta de tres elementos esenciales: Dios, la Torá e Israel. Los judíos creen en un Dios universal, eterno, creador de todo el universo. Dios estableció una alianza con el pueblo judío o israelita, velando por su seguridad a cambio de cumplir las enseñanzas divinas contenidas en la Torá. Israel, por último, es tanto una nación como un pueblo, un sistema de creencias y una cultura. Esta falta de definición, que alcanza a todo lo judío, ha sido desde siempre objeto de múltiples controversias, pues se ha debatido mucho acerca de quién es realmente judío. Nacido como religión de un estado-nación específico, el judaísmo se ha desarrollado como un conjunto de creencias y tradiciones, un estilo de vida y comportamiento, una historia común y un sentimiento identitario compartido, más allá de distancias, fronteras o épocas.