Época: Judaísmo
Inicio: Año 1900 A. C.
Fin: Año 2003

Antecedente:
El judaísmo



Comentario

Para el judaísmo Dios es una entidad trascendente y creadora, origen de todo lo conocido y lejos de la capacidad de entendimiento humana. Dios, presente (Shekhinah) en el mundo por Él creado, se manifiesta a los hombres a través de medios diversos, dotando a la existencia terrenal de un sentido moral. Dios, cuya esencia es la bondad, renuncia voluntariamente a su control sobre el mundo para dejar a los hombres seguir su libre albedrío, a fin de que ésta pueda demostrar su grado de madurez. Así, según la tradición cabalística conocida como tzimtzum (autolimitación), Dios, creador del bien y del mal, deja a los hombres inclinarse hacia uno u otro lado, aunque corresponde a la naturaleza humana acercarse más bien a lo segundo.
El judaísmo reconoce la imposibilidad humana para definir y caracterizar a Dios, por lo que recurre a un complejo lenguaje metafórico y simbólico. Se recurre entonces a enumerar sus atributos, que sirven de ejemplo y guía moral. Los dos más importantes son la justicia y la misericordia. Sin embargo, Dios sí tiene un nombre, usado comúnmente en los tiempos bíblicos. El nombre usado es el llamado tetragrámaton, las cuatro letras que comprenden el nombre de Dios y que en hebreo corresponde a las consonantes YHWH. Con el tiempo se consideró que este nombre no debía ser pronunciado, siendo usados otros sustitutivos como Adonai (mi señor). Para algunos judíos también Adonai adquirió sacralidad, lo que hizo que se emplearan fórmulas como Hashem (el Nombre). Otra forma de referirse a Dios es mediante la utilización de alguno de sus atributos, como el Sagrado o el Misericordioso.

La alianza (brit) de Dios con lo creado es de diversos tipos. Por una lado, personal, entre un individuo y Dios, sellada con la circuncisión (brit milah). Por otro, entre Dios y un pueblo, que se simboliza por el compromiso adquirido en el Sinaí. Esta alianza entre Dios e Israel recuerda una relación de vasallaje, como la que establecían en Oriente Próximo ciertos jefes supremos.

La alianza de Dios con Israel fijaba que, a cambio de su liberación como pueblo, los judíos debían reconocer la soberanía de Dios mediante la observancia de los mandamientos. Se trata de una especie de contrato o pacto, en el cual se estipula que Dios debe velar por el pueblo hebreo a cambio del cumplimiento de éste de la ley judía.

Esta relación íntima y exclusiva entre Dios e Israel queda expresada en la oración del Shema, es decir, la profesión de fe judía. Llamada así por la primera palabra del Deuteronomio, 6, 4, dice: "Oye (Shema), Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová, uno solo es".