Comentario
Los orígenes de la organización de la sociedad y de la estructura de poder en el área maya pueden encontrarse en el llamado clan cónico. Es un extenso grupo de descendencia común delimitado y segmentado a lo largo de líneas genealógicas. Se trazan distinciones entre los miembros del grupo según la distancia genealógica que los separa del antepasado común: el hijo primogénito de entre los primogénitos es el que ocupa el puesto más elevado. Todos los grupos de descendientes se dividirán en una rama decana o línea principal y otras jóvenes o líneas secundarias. El cacicato como unidad política se levanta sobre el clan como unidad cerrada de descendencia. Pequeños sectores de linaje comprenden o dominan los establecimientos locales y suministran, de su rama decana, los jefes locales. Los principales linajes locales de un distrito están emparentados como "hermanos", es decir, como descendientes de hermanos, y así integran un linaje de orden superior dominante en el distrito. El jefe principal es el descendiente directo del fundador del clan, y este último es exaltado a la condición de divinidad suprema del grupo político.
En los diferentes pueblos primitivos actuales en los que se ha descubierto el clan cónico, y que han proporcionado los datos para su definición a antropólogos como Marshall Sahlins, la descendencia se establece ideológicamente por línea paterna, cada clan posee un territorio o distrito sobre el que ejerce autoridad suprema el jefe de clan y las subdivisiones van asociadas a las ramas del clan y a su frente figuran jefes de linaje. La teocracia maya se apoya en el monopolio de las actividades religiosas por el linaje principal, con el jefe como sacerdote y gobernante supremo y con el fundador del grupo de parentesco como dios y fuente legitimadora de toda autoridad.
En resumen, la sociedad clásica se agrupa en unidades corporadas de parentesco compuestas de familias nucleares que reconocen a un antepasado común. La iniciativa para una estratificación social parte del grado de relación con la línea directa de descendencia de ese antepasado, y se traduce en la desigual distribución de las tierras cultivables y en el acceso diferencial a los bienes conseguidos por medio del intercambio. Si los linajes tenían asignadas funciones específicas entre los mayas, y si el ejercicio de tales funciones confería prestigio, poder y riqueza, fácilmente pudo llegar a configurarse un sistema de castas. La epigrafía nos sugiere que las dinastías gobernantes en los distritos provenían del linaje superior, que se aseguraba así el control efectivo de la tierra y de la organización económica y política en su conjunto. Se daría entonces una endogamia de linaje con matrimonios monógamos, y excepciones en ambas reglas para personas de alta jerarquía cuyos fines matrimoniales se orientaran a alianzas entre diferentes centros ceremoniales.
Los datos arqueológicos parecen sustentar para el comienzo del Clásico un predominio de la línea de descendencia masculina, como se aprecia en las tumbas más lujosas y en la iconografía de Tikal. Sin embargo, en otras zonas de las tierras bajas, especialmente en los valles del Pasión y Usumacinta, y para épocas más recientes, son bastante frecuentes las representaciones de mujeres con igualdad de tratamiento respecto a los hombres. Los relieves de Palenque o Yaxchilán sostienen estas ideas, lo mismo que las inscripciones de estos sitios y de Naranjo o Tikal.
Un tema muy debatido es el del carácter pacífico de la civilización maya. Las investigaciones de las últimas décadas han demostrado la relativa abundancia de enfrentamientos bélicos entre las ciudades y los distritos. El tablero de los esclavos de Palenque y la famosa estela 12 de Piedras Negras son ejemplos de estas luchas, y en ellos se ven prisioneros atados en situación de inferioridad con relación a los personajes principales. Pero posiblemente la síntesis más acabada de la belicosidad maya se encuentre en los murales de Bonampak, en Chiapas, donde se ha figurado una cruenta batalla y los cautivos martirizados que fueron su consecuencia. Por último, empiezan a descubrirse en algunos sitios obras de fortificación y defensa, de las cuales la más significativa es la muralla de Tikal. Estos hechos obligan a una reconsideración de la importancia social de los grupos de guerreros como estamentos especializados y del papel que pudieron jugar como impulsores de transformaciones en la vieja estructura política. Es posible que la preponderancia de las clases militares en el Posclásico, cuyas raíces se creía que estaban en las influencias e invasiones mexicanas, se haya gestado en los últimos tiempos del Clásico con la secularización del sistema cultural y la ruptura del orden jerárquico tradicional.
El jefe político y religioso habitaría, junto con la mayor parte de los miembros de su linaje, en los centros ceremoniales capitales de distrito. En los centros más pequeños podían residir los linajes secundarios cuyos jefes ejercían el poder sobre las comunidades rurales en nombre del jefe de clan. Se establece, por tanto, una red de funcionarios que llevan a los puntos más lejanos las normas dictadas en los sitios principales. Los linajes campesinos acudían periódicamente a las ciudades o centros ceremoniales, bien para cumplir con el tributo y los servicios inherentes, construcciones y toda clase de trabajos públicos, o bien para asistir a las festividades que jalonaban el ciclo agrícola y el año sagrado de 260 días. En tales fiestas, la minoría dirigente, a través del ritual, marcaba el comportamiento ideológico de la sociedad, proponía labores y entregaba recompensas. Todo ello facilitaba la integración y la cohesión de unas gentes que se veían forzadas a vivir dispersas en la impenetrable jungla tropical.