Comentario
Acostumbrados los europeos a ser el centro de la civilización universal desde época clásica pero especialmente a partir del siglo XVI, no es de extrañar que casi todas las Historias Universales realizadas en el Viejo Continente tengan una óptica eurocéntrica, más incluso si se han realizado en Francia o algún país de la Europa occidental, ya que entonces para esos autores Europa se limita única y exclusivamente a los territorios que formaron en su momento el imperio carolingio, con algunas ligeras ampliaciones hacia el Norte o el Este. Este grave error es todavía mucho mayor si nos referimos a los tiempos que hemos decidido de manera totalmente aleatoria llamarlos medios. Ya que será precisamente a lo largo de la Edad Media cuando en Asia y en menor grado en Africa se consolidaran unas organizaciones sociales que alcanzarán un más que notable desarrollo económico, espiritual y material, que en nada tendrán que envidiar a nuestra civilización occidental, seno más bien al contrario.
En el gran Continente asiático a lo largo de la Edad Media fueron surgiendo una serie de grandes civilizaciones, la mayoría de las cuales serán una pura evolución de etapas históricas precedentes. Tal es el caso entre otros de los imperios del mundo indoiranio y la proyección de algunos de ellos por la península de Indochina e Insulindia. El Asia oriental con la gran civilización china y sus largos caminos de penetración, y el Japón siempre protegido por su situación insular. Como nexo de unión entre el Asia mas occidental y la oriental el mundo de las estepas se convertirá en más de una ocasión en el verdadero protagonista de la Historia continental, llegando incluso con su impulso a influir directa o indirectamente en la Historia del Continente europeo.
La irrupción del Islam en Asia occidental y central a través de la India -a partir de meditados del siglo VII- cambió radicalmente la estructura política del Continente, que a principios del siglo VIII estaba principalmente controlado en su mayor parte por aquél y el imperio chino de los T'ang, ambos en pleno apogeo. Pero el Continente continuara siendo una gran reserva de potenciales invasores que, entre los Urales y las murallas chinas, amenazaban constantemente a los pueblos sedentarios de ambos extremos. Eran, entre otros, los turco-mongoles, los hunos, los yuán-yuán, los uigures, los khitai, etc. Pero estos pueblos si pudieron ejercer en un determinado momento de verdaderos señores del Continente fue debido fundamentalmente a la inestabilidad del mundo asiático medieval, que propició como factor determinante una serie de crisis en los imperios tradicionalmente constituidos.