Comentario
A mediados de 1945, la Haganá detuvo la persecución: había que unir fuerzas. Derrotado el nazismo, se trataba de combatir a Gran Bretaña y al Libro Blanco. Londres había defraudado sus esperanzas y seguía impidiendo la entrada de inmigrantes, muchos de ellos supervivientes del Holocausto.
Los tres grupos terroristas firmaron un acuerdo de colaboración, La Resistencia Unida, para conseguir la creación del Estado judío. El mando conjunto correspondía a dos jefes de la Haganá, uno de la Irgun y otro del Lebi o Stern. En octubre, liberaron a 208 inmigrantes ilegales en el campo de detención de Atlit. Al mes siguiente, sabotearon en 153 puntos las vías del ferrocarril, los puertos de Jafa y Haifa y la estación de Lida, en una acción, conocida como "La noche de los trenes". Al mes siguiente, los hombres de Shamir asaltaron las oficinas jerosolimitanas de la inteligencia inglesa y mataron a siete policías británicos.
Al mismo tiempo, los sionistas reactivaron la campaña para traer inmigrantes ilegalmente. Crearon la Mossad Le Aliya Bet, organización clandestina que consiguió introducir bajo mano a más de 70.000 judíos en Palestina, entre agosto de 1945 y mayo de 1948.
A mediados de 1946, los grupos especiales de la Haganá destruyeron los puentes que unían Palestina con Transjordania, Siria, Líbano y el Sinaí. Los británicos replicaron con la Operación Agatha, en la que detuvieron a centenares de sionistas. La Agencia judía, que controlaba la Haganá, creyó que había que dar marcha atrás en la escalada militar, pero la Irgun procedió autónomamente y perpetró el más grave atentado de los años cuarenta. Con cargas explosivas metidas en contenedores de leche colocados en los sótanos, hizo volar por los aires un ala del Hotel King David de Jerusalén, donde se encontraba la sede administrativa civil y militar inglesa. Noventa y una personas perecieron sepultadas por los escombros. La Haganá se vio obligada a condenar la atrocidad y se desintegró La Resistencia Unida o Movimiento Hebreo de Rebelión.
A comienzos de 1947, Londres tiró la toalla; no podía apaciguar ese saco de gatos sanguinarios y, por otro lado, la región había perdido su interés estratégico. Las Naciones Unidas tendrían que lidiar con el problema. Los terroristas árabes y judíos se restregaban las manos. En marzo, los pistoleros de la Irgun asesinaron a 20 soldados británicos y Stern saboteó la refinería de Haifa, que ardió durante tres semanas. La Irgun asaltó la cárcel de Acre para liberar a sus prisioneros. Nueve asaltantes murieron y ocho fueron capturados y ahorcados. En represalia, la Irgun ahorcó a dos sargentos británicos. En Nueva York, el Comité Especial para Palestina de la ONU (UNSCOP) recomendó la partición del territorio; en septiembre, Londres decidió evacuar la región y quitarse la carga de encima y, en noviembre, la Asamblea General aprobó la partición de Palestina: los judíos recibieron la mayor parte del territorio y aceptaron encantados la decisión de la ONU. Los árabes, la rechazaron.
La sangre estaba a punto de llegar al río. Los terroristas de la Irgun celebraron la noticia asesinando a cinco palestinos y, en la mañana del 30 de noviembre, una banda terrorista árabe emboscó dos autobuses cerca de Kfar Sirkin y mató a siete judíos. Comenzaba, de hecho, la primera guerra entre palestinos y judíos.