Época: Area cultural andina
Inicio: Año 900 A. C.
Fin: Año 200 D.C.

Antecedente:
El Horizonte Temprano (900-200 a. C.)



Comentario

Chavín no es, como hemos dicho anteriormente, el único centro que define la etapa. En la costa norte, Virú tiene una agricultura evolucionada con métodos de intensificación agrícola a lo largo de la secuencia Guañupe desde el 1.200 a.C. Como consecuencia de la obtención de gran cantidad de excedentes, los gobernantes Virú pudieron controlar una masa importante de mano de obra y levantaron el Templo de las Llamas, denominado así porque se encontraron esqueletos de auquénidos en una ofrenda; lo cual demuestra que desde tiempos muy formativos se creó una red de intercambio sierra/costa que comprendía el traslado de estos animales a regiones costeras, además de la antigüedad del ritual que incluía el sacrificio de llamas, que estará documentado en buena parte de la secuencia de los Andes Centrales. La etapa final de Guañupe representa la influencia Chavín.
También en la costa norte, Chankillo fue un pequeño centro de integración a nivel local, que construyó un edificio de forma espiral levantado sobre lo alto de una colina, en posición defensiva. Continúa siendo importante Cerro Sechín, definido ahora por una gran plataforma piramidal cuyos muros están revestidos por losas talladas y lisas de forma rectangular y cuadrada, y colocadas alternativamente. Contienen representaciones de figuras humanas de cuerpo entero, cabezas trofeo y guerreros armados con macanas y porras; como si fuera un inmenso edificio memorial a las batallas que tuvieron que librar los gobernantes de Cerro Sechín para hacerse con el control de su territorio.

Coincidiendo con el final de Chavín el sur de los Andes Centrales tiene una etapa de apogeo, tanto en la costa -Paracas- a base de la explotación de los valles oasis y de los productos marinos, como en la sierra -Chiripa en el lago Titicaca-, que se fundamenta en la agricultura de altura (papas, quinua, oca...) y en el pastoreo de llamas. Ambas son los antecedentes de Nazca y Tiahuanaco.

La cultura Paracas está identificada en Cerro Colorado, donde las excavaciones de Tello permitieron aislar dos componentes distintos, Cavernas y Necrópolis, con base a diferencias en el estilo arquitectónico y de prácticas de deformación craneana. Es la primera sociedad compleja que se instala en la costa sur en localidades costeras y en los fértiles valles del interior; sus inicios se pueden establecer hacia el 600 a.C. y su secuencia se dilata hasta comienzos de nuestra era, distribuyéndose a los valles de Ica, Pisco, Chincha y Nazca.

Cavernas se caracteriza por la construcción de tumbas con chimenea en las que se depositaron entre 30 y 40 individuos que, sin embargo, tuvieron una ofrenda escasa. Sus cráneos fueron deformados en forma de cuña y la mitad de ellos trepanados. En las ceremonias funerarias ocultaron sus rostros con máscaras de madera cubiertas con algodón tejido en diversos colores, que incluyen tonos marrón, púrpura, rojo y gris, formando diseños de claro antecedente chavinoide.

Necrópolis incluye en su registro arqueológico enterramientos de mayor status y gran cantidad de ofrendas, aunque escasas por individuo, las cuales están organizadas en fardos funerarios. Algunos individuos tienen hasta 100 fardos de algodón de compleja elaboración y colorido rodeando al muerto; y en ocasiones estuvieron asociados a templos y a paredes de casas. El rito funerario consistió en colocar al individuo en posición fetal y atarlo; a continuación fue recubierto con sucesivas capas por mantas de algodón en las que se fueron colocando joyas y objetos como ofrenda. Por último, todo fue cubierto por una tosca manta y depositado sobre un petate, alcanzando en ocasiones una altura cercana a los 2 m.

Desde el punto de vista de la cultura material, Paracas estará identificada por estos objetos depositados en las ofrendas funerarias, en particular los textiles y las cerámicas. El motivo principal en las telas es el Ser Oculado o Manchado, que lleva como orejera una cabeza trofeo. Es un diseño que se repite también en el arte portátil, en especial la cerámica, que aparece en forma de botellas con doble pitorro hueco y con un asa que sirve de puente entre ambos. Hacia el 380 a.C. aparece la policromía y la pintura negativa, y con ellas la influencia Chavín en los diseños decorativos tanto de la cerámica, como de los textiles, que se decoran con la imagen del Dios de los Bastones, en una manufactura que parece proceder del exterior.

En la cuenca circundante del lago Titicaca se establecieron pueblos y aldeas hacia el 1.200 a.C., que tuvieron un sistema de subsistencia basado en el cultivo de tubérculos y quinoa y en el pastoreo de llamas; los asentamientos emplazados en las márgenes del Titicaca completaron su dieta con los recursos lacustres. Algunos sitios de la cultura Wankaraní como Chullpa Pampa, al sur del lago, llegaron a concentrar 3.900 habitantes. Se conoce poco de esta cultura, salvo que se desarrolló entre el 1.200 y el 800 a.C. y se caracterizó por la fundición de núcleos de cobre, siendo la industria más antigua de este tipo en los Andes. En este sitio aparece una de las cerámicas más tempranas de la región entre el 400 y 200 a.C. En Chiripa, al sur del lago, se construyó hacia 1.200 a.C. un montículo ceremonial que después fue rodeado de un gran muro en el 900 a.C.; entre el 500 y el 100 a.C. se instaló un patio perdido en su cima y se tallaron estelas asociadas a él. Este patio perdido se considera una conexión estilística e ideológica con las jefaturas de la costa norte y de la sierra, donde tales rasgos tenían ya una larga historia. También Qulayu tiene arquitectura de montículos y escultura monumental desde el 1.000 a. C., iniciando ambos sitios una línea evolutiva directa con Pukará y con el gran estado clásico de Tiahuanaco.

Más al sur, la agricultura y la cerámica comienzan a aparecer hacia el 600 a.C. en el noroeste argentino, mientras que en el resto del territorio persisten las prácticas recolectoras y cazadoras. Las primeras cerámicas detectadas corresponden a la cultura San Francisco, fechada desde el 600 a.C., cuya procedencia puede establecerse en la vertiente oriental de los Andes Meridionales. Junto a ellas aparece asociada con claridad la agricultura del maíz, porotos, zapallo y quinoa.