Época: India
Inicio: Año 1500
Fin: Año 1660

Antecedente:
India



Comentario

A comienzos del siglo XVI, la India estaba dividida en numerosos Estados, en su mayor parte regidos por príncipes musulmanes. El sultanato de Delhi era demasiado débil para poder imponer la unidad política, sobre territorios de hecho independientes: Cachemira (1315), Bengala (1348), Jaunpur (1394), Gujarat (1396), Khändesh (1399), Mälva (1401) y Multan (1444), y los sultanatos del Dekán, surgido de la división en cinco Estados, a finales del siglo XV, del sultanato de Bahmani: Bidar, Berar, Golkonda, Bijapur y Ahmadnagar. La mayoría de los príncipes eran conquistadores musulmanes, afganos o turquestanos, que mantenían sometida a la población hindú. En otras zonas la debilidad del sultanato de Delhi fue aprovechada por jefes hindúes para independizarse. Así ocurrió en el Rajastán, territorio ocupado por dos clanes, el del Marwar y el de Mewar, que eran de hecho agrupaciones de jefes de clanes independientes. A pesar de su enorme valor guerrero que los defendía de Delhi, eran incapaces de constituir una autoridad única. Al Sur, el poderoso Estado hindú de Vijayanagar, donde el sultanato de Delhi nunca había estado muy asentado, era el conservador de las tradiciones hindúes. A pesar de su fuerza militar y del aspecto deslumbrante que mostraban sus populosas ciudades, estaba debilitado por la autonomía creciente de los señores hindúes, que a mediados del siglo XVI eran incontrolables por los reyes.
Esta situación dejaba a merced de una invasión victoriosa todo el territorio, y fue lo que ocurrió cuando el señor de Kabul, Babur el León (1483-1530), tras invadir el Punjab, decidió en 1526 apoderarse de Delhi. Babur, turco chatagai, era descendiente del gran conquistador mogol Tamerlán y de Gengis Khan. Tras ser despojado de su reino de Ferghana, en el Turquestán, por los uzbekos, y no poder reconquistarlo, volvió sus ojos hacia Afganistán y se apoderó de Kabul en 1504. Desde allí estableció relaciones con diversos reinos del sultanato de Delhi, hasta que decidió entrar en el Punjab y marchar sobre Delhi, a cuyo sultán venció en 1526. Tras apoderarse de las ciudades de Delhi y Agra, fue investido emperador del Indostán. Así comenzó el Imperio mogol en la India. De momento no dominaba más que la llanura del Indo y el Ganges, pero la derrota en 1527 de los príncipes rajputas y afganos le dio el control de la India septentrional. Sin embargo, cuando murió en 1530 no había realizado ninguna reforma administrativa en los territorios apresuradamente reunidos, aunque sí había adoptado medidas discriminatorias hacia los hindúes, a quienes despreciaba, como la imposición de una tributación sobre las peregrinaciones y de la jizya, gravamen suplementario que pagaban los no musulmanes.

Al acceder al trono su hijo y sucesor Humayún (1530-1556) la presencia mogola no era apenas más que una ocupación militar mantenida por el prestigio personal de Babur. Pero Humayún, tan instruido como falto de energía, estuvo a punto de perder lo conquistado, entre conspiraciones de su familia, rebeliones de príncipes leales a la anterior dinastía y ataques exteriores. El peligro mayor vino de Shere Kan, gobernador afgano de Bihar, que sometió a los jefes afganos y se enfrentó y arrojó de Delhi a Humayún, convirtiéndose en emperador. Su breve reinado (1540-1545) fue fructífero en reformas centralizadoras de la Administración, en enorme mejora de las comunicaciones internas y en innovaciones en la recaudación de impuestos, más favorables al campesinado, que tendrán consecuencias beneficiosas en el futuro. En 1555, el exilado Humayún, con ayuda del rey de Persia, Thamasp, derrotó fácilmente al último de los varios e incapaces herederos de Shere Khan y se convirtió de nuevo en emperador.

El reinado de Akbar el Grande (1556-1605) fue uno de los más brillantes de toda la historia india y del mundo de su tiempo. A su llegada al trono, el sultanato de Delhi no era más que uno de los reinos que existían en la península y sólo abarcaba el Punjab, la llanura indogangética y algunas zonas de la India central. La política de Akbar estuvo dedicada a la construcción de ese Estado grande, fuerte y brillante que llegó a ser la India mogol. Para ello llevó a cabo una campaña expansionista, tanto por vía militar como diplomática; organizó una Administración fuerte y centralizada que pudiese asumir las anexiones, y practicó en la medida de lo posible la tolerancia necesaria para mantener unidos territorios de religiones y culturas diferentes.

La unificación de los diversos reinos bajo un mismo poder fuerte, y no nominal como había llegado a ser el sultanato de Delhi, supuso una guerra casi continua durante todo el reinado. La expansión comenzó en 1564 con la conquista del montañoso reino de Gondwana. Pero fue la anexión del Rajastán la que tuvo una importancia especial en su proyecto de unir a las dos comunidades religiosas del Indostán, musulmana e hindú, en un solo Estado, puesto que esta región representaba el auténtico espíritu de la India hindú, y sus príncipes se consideraban abanderados del hinduismo. La unión era además imprescindible si se quería seguir avanzando hacia el Sur sin dejar al lado un enclave especialmente hostil. Pese a su enemistad frontal hacia los soberanos musulmanes y a la dificultad añadida de que los príncipes rajastaníes fuesen considerados los más temibles guerreros de la India, Akbar consiguió la anexión por vía diplomática, desposando una princesa rajastaní en 1562 e involucrando a los príncipes rajastaníes en la gestión del Imperio. Durante el siglo siguiente, los ejércitos del Rajastán se hallarán al servicio de los mogoles, que aprovecharían además sus notables condiciones de gobernadores y administradores. A los príncipes que aceptaban pactar con él se les respetaba la autoridad política local y se les promocionaba en la política imperial, pero cuando se oponían, el castigo llegaba a ser ejemplar. Esto ocurrió con Mewar, que intentó resistirse al avance mogol desde su gran fortaleza de Chitor, cuyos defensores, tras un despliegue de valor extraordinario, decidieron morir en combate antes que entregarse, mientras sus mujeres siguieron la costumbre rajputana del "jauhar", consistente en arrojarse al fuego antes de que los hombres salgan para luchar hasta la muerte (1567-1569). Tras ese suicidio colectivo, unos 30.000 campesinos que habían ayudado a los sitiados fueron condenados a muerte como escarmiento general. De todas formas, la resistencia de los rajastaníes de Mewar continuó desde las montañas de Aravalli hasta fin de siglo.

Abiertas las rutas del Sur, Akbar marchó sobre el Gujarat, reino musulmán, especialmente floreciente gracias al comercio entre sus puertos y el Oriente Medio. Tras la unión voluntaria de unos jefes y la victoria militar sobre otros, en 1573 el Gujarat fue definitivamente incorporado al Gobierno central. El control sobre la mitad norte de la India, de mar a mar, se ultima con la conquista de Bengala, en 1576. No significaba esto, sin embargo, que sobre todos estos nuevos territorios el poder de Akbar reinase sin trabas. Las rebeliones e insurrecciones son constantes y a los levantamientos de tipo político se sumaron los religiosos de líderes musulmanes integristas, descontentos con la creciente heterodoxia de Akbar, deseoso de encontrar una posible asimilación de todas las religiones. La unión se mantuvo gracias a la acción continua del ejército y un permanente estado de guerra.

La actitud expansionista de los uzbekos y su amenaza sobre las fronteras del Noroeste, obligó a Akbar a asegurar la posesión de un territorio especialmente inestable. Las conquistas de Cachemira (1586), Multan (1591) y Qandahar y el Beluchistán (1595) le permitieron alejar el peligro por el Norte y volver de nuevo las miradas hacia el Sur. El intento de avance hacia el Sur ocupará los últimos años del reinado de Akbar, sin resultados positivos. Los sultanatos del Dekán, en la mitad sur de la península, eran regiones con un comercio floreciente con el Imperio otomano y la costa oriental de África y en contacto con las bases portuguesas asentadas en su costa occidental. En 1600 Akbar se anexionó los sultanatos de Ahmadnagar y Khandesh, y más tarde los de Berar, Bidar, Bijapun y Golkunda, todos ellos bajo un régimen autónomo, en el que los respectivos príncipes aceptaban la autoridad superior del emperador. Cuando Akbar murió en 1605 sólo quedaba independiente el gran reino hindú de Vijayanagar.

Una de las tareas que causan más admiración del reinado de Akbar son las crónicas que encomendó a Abdul Fazli, su favorito y mano derecha, coautor de gran parte de las reformas establecidas en este reinado, sean económicas, administrativas o religiosas. En ellas se recoge todo lo que la tradición oral del momento recordaba de los antecesores mogoles del emperador y, sobre todo, de las acciones de éste, cuyos mínimos actos están reseñados para la posteridad, incluyéndose además minuciosos datos y estadísticas económicas referentes al Imperio. El conocimiento de la India de Akbar y, sobre todo, de su Corte, se redondea con una abundante colección pictórica, donde quedan reflejadas detalladamente las escenas cotidianas, con alto grado de veracidad, ya que los artistas tenían órdenes de cuidar en lo posible el parecido de las personas retratadas.