Comentario
La intensificación de las relaciones comerciales en todos los ámbitos, pero muy especialmente en el internacional, fue una de las principales notas distintivas del siglo XVIII económico. Europa se erigió en el gran motor y beneficiario de este comercio y si hacia 1720, según la conocida estimación de Rostow, realizaba los dos tercios del comercio mundial, en 1780 la proporción se había elevado a las tres cuartas partes. Se afirmó la navegación atlántica y se avanzó en la incorporación de los espacios asiáticos al área de influencia occidental. Inglaterra, en rivalidad con Francia durante buena parte del siglo, consiguió hacerse con la preeminencia en este campo, mientras las Provincias Unidas, primera potencia comercial en el XVII, vivían un declive relativo y otras potencias menores se abrían un hueco en el concierto internacional. El desarrollo cuantitativo estuvo acompañado, además, por un esencial cambio cualitativo, por el que Europa daba un paso irreversible hacia la generalización de la economía mercantil, en la que todo es susceptible de convertirse en mercancía.