Época:
Inicio: Año 1660
Fin: Año 1789

Siguientes:
Las relaciones comerciales
La agricultura
Industria

(C) Antonio Blanco Freijeiro



Comentario

Superada la crisis del siglo XVII, la economía europea conoció durante el XVIII una etapa de expansión. Con diferencias cronológicas y de intensidad entre los diversos países, la oleada de crecimiento -más suave, por lo general, en una primera etapa y más acusada durante la segunda mitad del siglo, sin que falten problemas y tensiones en las dos últimas décadas- afectó a todos los sectores. Y a diferencia de lo que había ocurrido en el pasado, no desembocará en una nueva fase de recesión. Los cambios cualitativos que acompañaron a la expansión terminaron provocando el desbloqueo y abriendo el camino al crecimiento autosostenido.
Pero no conviene exagerar los cambios. Desde una perspectiva global, y ateniéndonos estrictamente al período cronológico de la centuria, la impresión dominante es la de que prácticamente toda Europa vivía todavía en pleno "antiguo régimen económico" (E. Labrousse), caracterizado por el predominio de la agricultura, el papel secundario de la industria, la fragmentación del espacio económico y la inexistencia de un mercado nacional y el alto grado de autoabastecimiento. Ahora bien, sobre este fondo tradicional, el movimiento existía. No en toda Europa ni en todos los sectores económicos al mismo tiempo y con la misma intensidad. El dinamismo fue particularmente notable en el ámbito del comercio internacional y de las finanzas. Frente a ello, la agricultura y la industria no dejan de ofrecer mayores permanencias. En especial, el crecimiento agrario parece modesto, casi meramente cuantitativo. Pero, además de alimentar a una población en constante crecimiento, un examen más atento revela que también hubo intensificación y cambio. Por último, la industria se desarrolló considerablemente. Sin salir de su modesta posición -al menos, en el Continente- y, en buena medida, en el marco de las estructuras tradicionales. Pero cada vez con una mayor penetración del capital comercial en la esfera de la producción, lo que sería en ciertos casos la vía hacia la industrialización. Y la conjunción de un cúmulo de factores de diversa naturaleza -de los que no se excluye el mero azar- hacia que en las últimas décadas del siglo se acelerara la producción en general, y la industrial en particular, comenzándose un proceso de aceleración y de mutación de las estructuras que puede denominarse con propiedad revolución industrial. Se estaba sólo en sus inicios y en el estrecho marco de un solo país y debería afianzarse en el transcurso del siglo siguiente. Pero su aparición en un siglo en cuyos inicios la aceptación de los principios mercantilistas era casi universal, habla bien a las claras de la profundidad de los cambios producidos en su transcurso.