Comentario
Supervisado por la Iglesia o el Estado, el nivel educativo que sigue al aprendizaje de las primeras letras se encontraba más estructurado, su plan de estudios era más definido y la admisión de estudiantes más selectiva en razón del origen social y sexo del alumnado. En general puede decirse que era una etapa dominada por los jóvenes de los grupos intermedios y superiores, encontrándose ausentes de él las integrantes femeninas de la población. Su evolución durante el siglo XVIII va a ir en el sentido de hacerlo nacional, secularizado y con carácter práctico.
Los colegios eran centros privados pertenecientes a órdenes religiosas o a corporaciones de profesores -Oxford y Cambridge-. Su enseñanza, heredera del Renacimiento, incluía: latín, religión, humanidades, gramática, retórica, lógica, metafísica y moral. Los estudios se dividían en dos ciclos: el primero, más concurrido y práctico, solfa ser el único que realizaban los primogénitos de familias nobles; el segundo, más teórico, incluía ya la controversia como método de enseñanza. Salvo excepciones -los benedictinos de San Mauro-, los programas están estrictamente definidos y se mantienen fieles a la tradición. El estudio de las lenguas vernáculas no se incluye hasta la segunda mitad del Setecientos, mientras que los nuevos saberes no conseguirán hacerse un lugar. Muchos de estos colegiales completaban después su formación con viajes al extranjero a fin de entrar en contacto con otras realidades. La costumbre estaba muy extendida entre los ingleses que, además, aconsejaban a los jóvenes escribir sus propios diarios con la imagen que percibían de las sociedades y los pueblos visitados. La relevancia de los colegios para el futuro de sus alumnos estribaba en que por el tipo de enseñanza impartida les preparaban tanto para ocupar un puesto dentro de la Iglesia, el Estado o la enseñanza como para integrar la elite cultural y participar en el mundo erudito internacional. Sin olvidarnos que los cualificaba para su ingreso en la universidad.
Junto a los colegios encontramos las academias, centros educativos que pueden subdividirse en varios o constituir un todo único las grammar schools-. A veces abarcan estudios superiores también. Son centros elitistas cuya formación, por responder a las formas clásicas, queda desfasado durante la época ilustrada respecto al ritmo que siguen la ciencia y el pensamiento. Su resistencia al cambio deja un vacío cubierto por las academias disidentes y las academias militares. Aquéllas nacen en Inglaterra durante el tercer cuarto del siglo XVIII, destacando las de Daventry y Warrington, esta última llamada la Atenas del Norte. En su seno se da gran importancia a la experimentación y los estudios superiores que impartían hicieron pronto dura competencia a las universidades. Desde las tierras británicas, el movimiento académico pasó al Continente, consiguiendo un gran dinamismo en el Imperio donde también se hizo menos elitista. Las academias modernas aparecieron en Berlín -1747-, Hamburgo -1763- y Dessau, donde Basedow fundó en 1774 la más importante de todas: el Filanthropinum, reuniendo a los principales maestros del momento. Residencial y coeducativa, sus miembros vestían en ella ropas sencillas y cómodas, los programas de estudio eran modernos y los métodos, vivos, incluyendo la enseñanza directa de las lenguas modernas.
No obstante los apoyos que recibe el movimiento académico disidente, las simpatías jacobinas de algunos centros y miembros dieron lugar a que se dudara de su lealtad y se extendiera la idea de que albergaban sentimientos revolucionarios, lo que unido a la pérdida de la original dedicación religiosa limitó mucho su implantación a este lado del Atlántico. Por contra, en Estados Unidos, las academias se dotaron tras la revolución de un programa realista, alejado de la tradición europea, que las convirtió en los antecedentes de las escuelas superiores estatales.
Por lo que respecta a las academias militares, fueron centros especializados desarrollados a lo largo del Setecientos con el objetivo de formar a los oficiales y mandos superiores del Ejército en lenguas extranjeras, geometría, historia, etc. La clave de su fundación radica, en palabras de Cepeda Gómez, en que para "una mentalidad como la de los ilustrados la formación de las minorías rectoras, de los núcleos dirigentes... tiene una importancia decisiva; para un hombre del siglo XVIII los resultados y rendimientos de las tropas vienen más determinados por la, calidad y conocimientos de sus generales que por capacidad de los soldados". Siguiendo este principio, nacen las academias de Bruselas -1717-, Viena -1718-, la de Ingenieros de Barcelona, la de Artillería de Segovia, la de Guardiamarinas de Cádiz, las Navales de Vanues y Alais -1786-, en Francia, etc.
Finalmente, dentro de este nivel educativo hemos de citar asimismo como centros de nuevas enseñanzas las escuelas técnicas o prácticas, según el modelo de la que Hecker fundase en Alemania en 1747 y que se multiplican con Federico II desde 1763. Los estudios en ellas comprendían dos grupos de asignaturas: obligatorias -religión, dibujo, lenguas vivas, historia, geografía, matemáticas, física- y de libre elección según especialidades -química, ciencias naturales, correspondencia comercial, contabilidad, cálculo de pesos y medidas, operaciones comerciales, cultivo, trabajo de taller-. Desde 1781 la cercana tierra francesa, por influjo germano, posee varias escuelas de comercio. También prolifera este tipo de centro en Holanda, donde imparten clases por la tarde, e Italia. Sin embargo, en la mayor parte de los países no surgen hasta finales del siglo ilustrado o en el siguiente.