Época: cultura XVIII
Inicio: Año 1660
Fin: Año 1789

Antecedente:
Arte y literatura en el XVIII

(C) Antonio Blanco Freijeiro



Comentario

Uno de los rasgos característicos de la cultura del siglo XVIII es su cosmopolitismo facilitado por la activación de los intercambios entre los distintos países producto de una serie diversa de circunstancias. Por un lado, el aumento del comercio de libros y de las traducciones de obras desde y hacia todos los idiomas, especialmente francés. Es cierto que a veces más que traducir se interpretaba lo escrito, pero el respeto mantenido hacia las ideas esenciales permitía su difusión. Por otro lado, tenemos el incremento de los viajeros bien por placer, con el único afán de conocer otros pueblos y regiones, bien en busca de empleo o formación, los artistas. Entre los primeros, Francia e Italia constituyen los destinos más concurridos; los segundos se extienden por todas las ciudades y cortes al amparo del patronazgo regio, noble o eclesiástico, siendo los italianos los que muestran mayor dispersión. Otros medios que contribuyen a la internacionalización cultural son el mimetismo detectable entre las elites europeas respecto a las modas y la existencia de lenguas internacionalmente utilizadas -latín, francés-. Todo esto hace que los grandes cambios culturales se produzcan a nivel de continente, aunque, eso sí, siguiendo las pautas que marcan sus principales centros de gestación. En primer lugar, París y la península italiana. Esta influirá, sobre todo durante la primera mitad de siglo, en el arte, la música y la literatura; aquélla, en la arquitectura, la pintura y el pensamiento, favorecida por su carácter de punto de encuentro obligado para cuantos se relacionan con el universo intelectual. Detrás de ellas encontramos a Alemania, cuya área de influencia está en el norte de Europa y Escandinavia, e Inglaterra, importante en el terreno de las ideas, el literario y el artístico, sobre todo a final de siglo cuando una ola de anglomanía recorre el Continente dictando, incluso en Francia, la moda del vestir masculino y extendiendo ciertas costumbres como las carreras de caballos. Ahora bien, esta internacionalización de la cultura no ha de interpretarse en el sentido de implicar circunstancias idénticas y está lejos de suponer un mapa europeo homogéneo. Sobre unos rasgos comunes se sitúan, lo hemos dicho, peculiaridades nacionales que dan lugar a que en la práctica encontremos una gran variedad tipológica y cronológica.