Comentario
Las tres célebres estatuas de Atenea creadas por Fidias representan otras tantas etapas en su obra. Nada sabemos de sus primeras creaciones, entre las que debió haber bronces. De bronce era una de las obras más antiguas que las fuentes sitúan en la Acrópolis de Atenas, la Atenea Prómachos, es decir, una Atenea armada en calidad de protectora del combate, cuyo casco refulgía al sol y cuyos destellos indicaban a los navegantes la proximidad de la costa del Atica. Ecos y resonancias del original se detectan en versiones y réplicas, pero la obra que mejor documenta el espíritu de una creación temprana de Fidias, anterior al año 450, es una copia única conservada en el Museo del Prado -la llamada Atenea de Madrid-, cuyo esquema convenientemente evolucionado se utiliza para alguna representación de Atenea en las metopas del Partenón.
Hacia el año 450 fue consagrada en la Acrópolis de Atenas una estatua de Atenea de bronce, de 2 m de altura, que había sido encargada a Fidias por los colonos que partían para la isla de Lemnos. Era la Atenea Lemnia, la belleza eximia. Así fue conocida en la Antigüedad, pues dice Plinio que era "tam eximiae pulchritudinis ut formae cognomen acceperit". A Luciano le entusiasmaba el perfil de Lemnia y eso da idea del buen gusto de Luciano y de lo mucho que entendía de arte. A diferencia de la Prómachos, la Lemnia representa a Atenea en actitud pacífica, vestida con peplo abierto por un costado y ceñido por encima del apoptygma, con la égida terciada sobre el pecho y la cabeza descubierta e inclinada, fija la mirada en el casco que sostiene en la mano derecha. La reconstrucción del original fue un acierto sonado de Furtwängler, que asoció la mejor copia del cuerpo conservada en Dresde con una copia de la cabeza conservada en Bolonia.
El nuevo esquema tipológico indica que, hacia mediados de siglo, hay una evolución que afecta también al estilo, pues la Atenea Lemnia tiene un ritmo más dinámico y una ponderación más avanzada que la Prómachos. Sin duda alguna el mayor atractivo de la obra reside en la cabeza, cuya estructura resalta admirablemente por medio de la taenia que la ciñe. La forma esférica de la cabeza y la belleza severa del rostro adquieren toda su fuerza plástica en el perfil, a la que contribuye tanto el modelado de las facciones como el tratamiento del peinado a base de mechones pequeños, independientes y finamente articulados. Las novedades introducidas por Fidias en esta obra, que afectan también al tratamiento de los paños, adquieren enorme trascendencia, porque constituyen el punto de partida respecto al nuevo estadio evolutivo alcanzado en la Partenos, de ahí que la Atenea Lemnia represente un hito en la producción fidíaca, además de ser el summum en el ideal de la belleza clásica.
Poco después de haber creado la Lemnia, Fidias alcanza su akmé con la Atenea Partenos. Para comprender la evolución del maestro, es importante tener en cuenta que el proyecto tuvo que estar a punto en 448, cuando empiezan las obras del Partenón, puesto que las inusitadas dimensiones de la estatua condicionaron la estructura y forma de la cella. La posición preeminente que ocupa la Atenea Partenos en la obra de Fidias y la alta estima en que fue tenida por los contemporáneos no se deben solamente a la rareza de la colosalidad y de los materiales utilizados -oro y marfil-, sino que vienen determinadas por la calidad artística que, a su vez, obedece a un sentido nuevo, más evolucionado y sorprendente en la forma de representación. La Partenos lleva el peplo como la Lemnia y como la Atenea de Mirón, o sea, abierto por un costado con caída de pliegues en zigzag y ceñido por encima del apoptygma. Sobre el pecho lleva la égida, se toca con casco ático, apoya la mano izquierda en el escudo que la flanquea y sostiene en la derecha una Nike (la Victoria).
Para enjuiciar la obra hemos de contentarnos con réplicas y versiones en pequeño formato, que reproducen rasgos del original. Las más valiosas son dos estatuillas de mármol del Museo Arqueológico Nacional de Atenas: la Atenea del Varvakeion, que mide aproximadamente un metro y es copia romana del siglo II d. C., y la Atenea Lenormant, que es algo más pequeña que la anterior y copia del siglo I d. C. Pese a la enorme diferencia de escala, tanto los efectos de la ponderación como la estructura de la composición demuestran que la Partenos sobrepasa a la Lemnia y a la Atenea de Mirón en el grado de tensión, en el ritmo más dinámico y en la relación con el espacio, como demuestran el esquema de la composición, el movimiento de las piernas y los motivos del plegado. Si bien las características citadas son todas relevantes, el síntoma más claro de evolución en la Atenea Partenos es la sensación de energía que causa, como si estuviera dispuesta a moverse o actuar. Este rasgo es aportación característica de Fidias, que encontramos también en el Zeus de Olimpia.
El programa iconográfico concebido por Fidias para decorar distintas partes de la estatua de Atenea Partenos, conecta directamente con el del Partenón y tiende a resaltar la gloria y grandeza de la diosa, de las que a través de ella participa Atenas. Los temas seleccionados no sólo dan idea del carácter emblemático de la obra, sino que ayudan a imaginar su colosalidad. En el escudo de 5 m de alto iba labrada por la cara exterior una amazonomaquia y en la cara interior, tal vez pintada, se representó una gigantomaquia. El borde de las suelas de las sandalias de Atenea fue decorado con una centauromaquia. En la cimera del casco ático hubo una esfinge entre dos pegasos y, por último, el basamento de la estatua fue aprovechado para representar en relieve el nacimiento de Pandora, tema que Fidias trata con estilo peculiar, como si fuera un acontecimiento cósmico contemplado por los dioses olímpicos.
Todas estas creaciones fueron tan famosas que todavía en época imperial romana se copiaban y reproducían como obras independientes. Copias y reproducciones, entre las que destaca el escudo Strangford, son lo único que ha quedado para conocer la estupenda labor complementaria realizada por Fidias para la estatua de Atenea Partenos, tanto más admirable por cuanto lo acredita como experto en otros campos de la creación artística, tales como la pintura y la metalistería.
Para intuir lo que pudo ser una obra de las características de la Atenea Partenos, basta pensar que la estatua medía 11 m de alto y que la Nike que sostenía en la mano derecha era mayor que el natural. Penetrar en el interior de la cella y descubrir a la Atenea Partenos debía causar una impresión especial en el espectador no sólo por la colosalidad, sino por el contraste entre la blancura del marfil utilizado para las partes corpóreas visibles y el fulgor del oro, envuelto el conjunto en la suave penumbra y en la luz tamizada a través de la puerta de la cella. Todo esto nos indica la culminación de un proceso de madurez ya preludiado por la serena belleza de la Lemnia, que en la Partenos alcanza la más resplandeciente y majestuosa expresión.
Por relación con estas obras que jalonan la trayectoria artística de Fidias, se le atribuyen otras mencionadas por las fuentes y reproducidas por las copias, entre las que sobresalen el Apolo Parnopios y el Anacreonte. El Apolo Parnopios, cuya mejor copia es el Apolo de Kassel, representa al dios en todo el esplendor de su epifanía y es obra decisiva para comprender cómo veían a los dioses los hombres de la época clásica, visión sin duda influida por las creaciones de Fidias. El Apolo de Kassel es la viva imagen de un ser radiante, nimbado de belleza y lozanía. El Anacreonte representa, en cambio, al hombre maduro que disfruta de la vida y se atrae a la juventud con el encanto de su canción y de su lira. Pausanias dice que la estatua estaba en la Acrópolis de Atenas y el hecho de que sea obra muy avanzada y similar a figuras del escudo de la Partenos demuestra la procedencia del círculo fidíaco. De la Afrodita Durania, que estuvo en el templo de la diosa en Elis, dice Pausanias que era también una estatua crisoelefantina y que apoyaba el pie en una tortuga. A partir de este dato se ha relacionado con el original fidíaco una copia de mármol conservada en Berlín, cuyo estilo evoca el de las esculturas del Partenón.