Comentario
En los años 30 Fidias sale de Atenas en circunstancias menos dramáticas de lo que algunas fuentes dan a entender, y se dirige a Olimpia para trabajar en la estatua de Zeus, destinada a ocupar la cella del templo construido hacia 460. De nuevo recurre Fidias al formato colosal y a la técnica crisoelefantina utilizados en la estatua de Atenea Partenos, y de nuevo deja testimonio de su vinculación a Atenas en la más extraordinaria de todas sus obras. En efecto, cuando firma el Zeus de Olimpia, Fidias utiliza la fórmula tradicional que hace constar su procedencia: "Fidias, hijo de Carmides, ateniense, me hizo". El dato, como tantos otros, procede de Pausanias (V.11.1), cuya descripción del Zeus es la más completa y detallada entre las innumerables menciones antiguas que se hacen de la obra.
Para su estudio hemos de basarnos en las fuentes literarias, en monedas adrianeas que lo reproducen de perfil y en copias y versiones parciales de algunos temas y motivos que lo decoraban. La descripción de Pausanias, sumamente detallada, nos informa de que Zeus aparecía sentado en un trono con el torso desnudo y el manto en torno a las piernas, llevaba la cabeza coronada de olivo y la mirada, dirigida hacia abajo le confería aspecto paternal; en la mano derecha sostenía una Nike y en la izquierda el cetro rematado por un águila; el manto estaba adornado de lirios y las sandalias eran de oro. El trono era en sí mismo una obra de arte, hecho a base de marfil, ébano, oro y piedras preciosas; el respaldo, los brazos, las patas y los travesaños entre ellas iban labrados y decorados con relieves posteriormente copiados y reproducidos por separado, como en el caso de la Atenea Partenos. Especial repercusión tuvo el relieve con la matanza de los hijos de Niobe, esculpido en el travesaño de las patas delanteras del trono.
Al igual que había hecho en Atenas, para decorar el basamento de la estatua de Zeus elige Fidias el tema del nacimiento de una divinidad, en este caso Afrodita, y lo trata de nuevo como un acontecimiento de orden cósmico presenciado por dioses olímpicos y divinidades astrales. Pausanias dice que se veía a Afrodita, que emergía del mar y era acogida por Eros, grupo central de la composición reproducido muy probablemente por el Medallón Galaxidi. De ser así, como hoy se cree, Afrodita salía del mar presa de agitación, en actitud patética y, por primera vez, desnuda. Desnudez y patetismo de la diosa son una verdadera revolución iconográfica e incluso teológica, puesto que significa que Afrodita experimenta las mismas pasiones que infunde a los mortales. Estamos, por tanto, ante una interpretación originalísima y nueva del tema de la Anadyomene, con larga repercusión a partir del siglo IV. El carácter fidíaco del Medallón Galaxidi está atestiguado por paralelo estilístico con uno de los grupos de Nióbides representado en el travesaño del trono de Zeus.
Las únicas reproducciones conocidas del Zeus de Olimpia nos las dan las monedas, más bien medallas conmemorativas, acuñadas en Elis en época de Adriano, en una de cuyas caras aparece Zeus entronizado y en la otra el detalle de la cabeza. Pese a la representación de perfil y al formato reducido, los aspectos esenciales coinciden con la descripción de Pausanias, de donde el interés especial de la reproducción de la cabeza con su noble porte y su peinado de rizos que cuelgan a ambos lados rematados en tirabuzón. No hay, desgraciadamente, copias en bulto redondo, pues la cabeza del Zeus de Otrícoli presupone un original de época helenística y la del Zeus de Mylasa, magnífica, aunque refleja mejor el espíritu clásico del modelado fidíaco, denuncia un estilo típico de mediados del siglo IV.
Si nos atenemos a las fuentes literarias, el aspecto más deslumbrante del Zeus de Olimpia era el religioso, pues, como resume Quintiliano, Fidias había logrado añadir algo nuevo a la religión tradicional. Dión Chrysóstomo llega a decir que cada cual había tenido una idea de Zeus hasta que Fidias fijó la idea de lo que el dios era, de ahí que se le pueda equiparar a Homero. Toda esta tradición conecta con una preciosa anécdota transmitida por Estrabón, según la cual, Panainos, el pintor que se supone hermano de Fidias, preguntó al maestro en qué se había inspirado para crear el Zeus y la repuesta de Fidias fueron unos versos de la "Ilíada":
"Diciendo así, el hijo de Cronos bajó las negras cejas, se agitó en la cabeza del inmortal soberano su cabellera perfumada de ambrosía y tembló el vasto Olimpo" (Il., 527 ss.).
No es el momento de ahondar en el significado de este nuevo aspecto de la cuestión, pero recordemos, al menos, su vinculación con el tema del límite entre poesía y arte, leit-motiv del "Laocoonte" de Lessing.
Hoy no se duda que el Zeus de Olimpia es obra de finales de los años 30 y, por tanto, posterior a la Partenos. Las reticencias respecto a esa cronología han sido acalladas por los resultados obtenidos en la excavación del taller de Fidias en Olimpia, que confirman plenamente la fecha propuesta para la estatua.
A finales de ese decenio y por paralelo estilístico con los temas esculpidos en el trono de Zeus se fecha la Amazona presentada por Fidias al concurso de Efeso. Es la última de sus obras y la que refleja la evolución final del maestro, tanto en la valentía y veracidad del motivo -la Amazona cojea, porque viene herida en una pierna-, como en el virtuosismo del modelado de los paños. La Amazona Mattei, que es la mejor de las copias, permite constatarlo. Volveremos sobre el particular cuando nos ocupemos de la obra de Policleto.