Comentario
A pesar de la estructuración realizada por Solón, las tensiones continúan. En el plano de las rivalidades gentilicias, un arconte, Damasias, pretendió prolongar el cargo de modo irregular. En el plano de la representación política, la importancia del arcontado se reveló, según Aristóteles, en que para intentar apaciguar la situación se eligieron nueve arcontes, cinco eupátridas, tres agroicos y dos demiurgos, representantes de la nobleza, el campesinado y las actividades artesanales que caracterizan ahora la ciudad.
Luego, el conflicto o stasis se había quedado definido, según Heródoto, como un enfrentamiento entre los atenienses de la costa, páraloi, de la paralia, lugar junto al mar o playa, y los de la llanura. Los primeros estaban encabezados por Megacles, del genos de los Alcmeónidas, que al parecer tenían sus tierras en las zonas costeras próximas a Laurio, al sur del Atica, y los segundos tenían como dirigente a Licurgo, de los Eteobútadas, que suelen situarse en el demos de Bútadas, al noroeste de la ciudad. En esa disputa vio la oportunidad de intervenir Pisístrato, a cuyo padre, Hiparco, mientras sacrificaba en Olimpia, se le había aconsejado que no tuviera hijos. Era un peligro para la estabilidad representada por la aristocracia olímpica y defendida por los espartanos frente a los tiranos.
Pisístrato pertenecía al genos de los Filaidas que se remontaba a Codro, rey de Atenas, descendiente de los Neleidas de Pilos. Se apoyaba en los diacrios o hyperakrioi, los que están a lo largo de o mas allá de las montañas. La Diakria se situaba al noroeste, entre Parnés y Braurón, donde se halla File y el demos de los Filaidas y se rinde culto a Artemis Brauronia. Fingió un atentado mientras se dirigía al campo y pidió ayuda al demos, apoyándose en el prestigio adquirido en su función como estratego frente a Mégara luchando por el puerto de Nisea y por Salamina, donde se sabe que se implantaron clerucos, colonos con una parcela de tierra, kleros, nuevo modo de solución de los problemas de la explotación agraria. La asamblea le concedió una guarnición de korynephoroi formada por individuos de la ciudad, astoi, ajenos al ejército hoplítico, con la misma denominación que la clase dependiente de Sición. Posiblemente, también en Atenas se vivían tensiones que podían llevarlos a la dependencia. El proceso iniciado con Solón tiene como virtual efecto su salvación, garantizada de hecho por Pisístrato. Así se introduce igualmente la práctica del misthós, de la paga para formar parte del ejército, medida alternativa y paralela, en desarrollo, a la exclusividad de los ejércitos hoplíticos. Según Aristóteles, los grupos en discordia podían definirse por los lugares en que cada uno practicaba la agricultura, pero también por criterios de orden político. Así, Megacles y los Alcmeónidas representaban la mese politeia, la constitución equilibrada tan querida por Aristóteles, la de Licurgo buscaba la oligarquía y Pisístrato resultaba ser el mas demótico y popular. Si las definiciones de los primeros grupos responden a los matices internos de la actitud que puede adoptar el genos aristocrático en su modo de distribución del poder, definida ésta más bien de acuerdo con las circunstancias de tiempos posteriores, Aristóteles especifica, en cambio, que en torno a Pisístrato se alineaban los que se habían quedado descargados de las deudas, porque continuaban en la miseria, aporía, y los que no estaban claramente integrados en el sistema gentilicio, es decir, los segregados y los absorbidos en la práctica política soloniana, que habían pasado a constituirse como thetes. Cuando se expulsó la tiranía, éstos serian sometidos a una revisión para la determinación del voto en las asambleas. Plutarco dice que sus partidarios estaban formados por la masa de los thetes. Es evidente que en la lucha gentilicia Pisístrato ganó apoyos ajenos a las clientelas aristocráticas y territoriales, lo que lo convirtió en el más próximo al demos.
Pisístrato fue expulsado por la alianza entre Licurgo y Megacles. Sin embargo, luego este último lo hizo volver con la promesa de entregarle la mano de su hija, pero Pisístrato no quería tener hijos con ella. Las alianzas entre familias no daban el resultado buscado y tuvo que marcharse. Había entrado en la ciudad bajo la protección de una curiosa Atenea, representada por una corpulenta mujer tracia vestida de hoplita, tal vez en busca de nuevos apoyos en la ciudad a través de un patriotismo algo burdo, según lo cuenta Heródoto, con el servicio de los tracios, donde Pisístrato busca metales y mano de obra esclava en una nueva visión de las relaciones económicas y sociales.
Pisístrato regresaría con nuevos apoyos, desde Eretria, en Eubea, con el respaldo económico de Tebas, ejércitos argivos que recibían un misthós, hombre y dinero de Lígdamis de Naxos, apoyado para obtener a su vez allí la tiranía. Nuevas relaciones internacionales se van fraguando en el desarrollo de las tiranías. Pero al desembarcar en Maratón, también recibió el apoyo, tanto desde la ciudad como de los distritos rurales.
Las minas de Laurio, en Ática, y Pandeo, en Tracia, se convertirían en su apoyo económico, el que le permitiría encargarse, él solo, de los problemas de la comunidad y prescindir del ejército del demos, al que hizo deponer las armas ante el templo de Teseo, en el ágora. Según Aristóteles, ayudaba a los pobres para que cultivaran la tierra y no tuvieran que estar constantemente presentes en la ciudad. Con ello pretende estabilizar a la clase campesina, lo que hace que en el futuro aparezca entre ellos como un nuevo representante de la edad de oro. Alternativamente, la ciudad adquiere un nuevo auge como centro cultural y religioso. Allí se traslada el culto de Ártemis Brauronia y los festivales rurales de Dioniso, transformados así en Dionisias Urbanas, lugar de desarrollo de los festivales dramáticos.
También las fiestas Panatenaicas adquirirían nuevo vigor, sobre todo en la época de sus hijos Hipias e Hiparco. Este fue considerado una especie de mecenas cultural de la ciudad y de su transformación edilicia. Pero fue muerto en uno de los festivales por rivalidades aristocráticas, complicadas al parecer por celos amorosos de tipo homosexual, por obra de Harmodio y Aristogitón, que luego recibirían culto como tiranicidas como si fueran héroes de la democracia. En el siglo V, Tucídides pondrá en guardia a sus lectores contra esta interpretación. El historiador advierte que sólo más tarde fue derrocada la tiranía y ello con el apoyo de los espartanos.