Época: Anzio/Cassino
Inicio: Año 1943
Fin: Año 1945

Antecedente:
Desembarco en Anzio

(C) Victor Nieto y Alicia Cámara



Comentario

En un determinado momento, el apurado Feldmariscal levantó la cabeza de los croquis y planos para preguntar tenso: "¿Cuánto han avanzado ya?". Poco tiempo después le llegaba la increíble respuesta confirmada: "Ni un metro más. El enemigo se atrinchera".Kesselring no se lo podía creer. Su jefe de Estado Mayor, teniente general Westphal, reconocería posteriormente: "El camino hacia Roma estaba abierto y una audaz columna volante hubiera tomado la ciudad. El enemigo, sin embargo, permaneció extrañamente pasivo".Durante la semana siguiente, un cansado y pesimista Old Luke, como llamaban también sus soldados al viejo general Lucas, que apenas salía del sótano que le habían preparado como puesto de mando, se limitó a ordenar concienzudamente los rebordes de su perímetro defensivo -una anchura de 25,5 kilómetros por una profundidad de 11 kilómetros-, convencido de que los alemanes podrían presentarse en cualquier momento y acarrear refuerzos mucho antes que él.Su falta de imaginación y su silueta baja y enfermiza -estaba efectivamente enfermo y moriría pocos años después- contagió con un extraño virus de apatía al resto de su cuartel general. No comprendía a aquellos ingleses -todo el mundo sabía que Anzio era una cabezonada de Churchill- y, en cualquier caso, su propio jefe Clark le había dicho confidencialmente: "Olvide ese maldito asunto de Roma" (5). Lo importante era consolidar la cabeza de puente y que no ocurriese otro desbarajuste como el de Salerno (6).Entretanto, los atareados infantes de la Hermann Göring fortificaban todo: pueblos enteros, granjas, huertas, hasta inofensivos montones de paja se tornaron en cuarenta y ocho horas en una topera gigantesca repleta de antitanques PAK 37 y 75 mm, y carros Panther y PZKW IV camuflados.Churchill, desesperado, bombardeaba a mensajes a un mediatizado Alexander, que sólo podía acuciar cortésmente a Clark. Finalmente el 28, Clark volvió a Anzio. Gracias a sus presiones, Lucas decidió atacar, aunque protestando "por tener tras de mi tanta gente controlándome".La acumulación de material era enorme y Churchill tuvo otro arranque de ira al enterarse de que para 72.000 hombres desembarcados había nada menos que 18.000 vehículos. Las cuatro divisiones reforzadas desplegaron confiadamente sus efectivos. Pero enfrente esperaban ya ocho divisiones alemanas.Los americanos se lanzaron de nuevo hacia Cisterna y los británicos hacia Campo Leone en pos de Aprillia y Carroceto. Los Rangers, que habían planeado una audaz incursión nocturna a través de un canal de riego parcialmente seco, la Fossa di Pantano, cayeron en una emboscada y, al retirarse, luchando sólo con armas ligeras, una compañía de carros les aniquiló: de 767 Rangers volvieron seis.Los ingleses, con legendarios regimientos a la cabeza, como los Duke of Wellington y el Sherwod Forester, atacaron valientemente. Ametrallados de flanco y sin medios acorazados fueron deshechos.El general Harmon, jefe de la 1ª División Acorazada, cuyos carros habían quedado enterrados en los numerosos fosos y barrancos que los reconocimientos aéreos no supieron revelar y rematados luego por los Tiger I, relataría conmovido: "El terreno estaba completamente cubierto de muertos. Jamás había visto tantos en un sólo sitio en toda la guerra".Encuadrados por la artillería pesada alemana que hacia blanco en la congestionada cabeza de puente, los aliados intentaban inútilmente salir de aquel avispero mortal. Aprillia, el bosque de Padiglioni, la colina de Buonriposo, se convirtieron en sinónimos de encarnizadas pugnas que nada resolvían.En la costa, el inalcanzable Anzio-Express, una pieza alemana de 280 mm, asentada en un túnel de Velletri, salía cada veinte minutos de su cubil para lanzar dos proyectiles de 250 kilos y volver a guarecerse.En el mar, los alemanes sorprendieron con una nueva arma, sus bombas planeadoras teledirigidas, que meses antes habían aniquilado al novísimo acorazado Roma, hicieron saltar por los aires al buque Elihu Yale, cargado de municiones.Los hospitales tuvieron que trasladarse a refugios subterráneos. La propaganda acosó psicológicamente con octavillas: "Anzio es un nuevo Dunkerque, ¿por qué vas a ser tú uno más de esos cadáveres en descomposición?" La moral aliada quedó bajo mínimos. Las escasas ganancias de los días tranquilos se perdieron irremisiblemente.La Luftwaffe, acumulando escuadrones sacados de Francia y los Balcanes, machacó insistentemente Anzio, mientras por tierra los alemanes pasaban al contraataque. La situación llegó a ser angustiosa en extremo el 7 de febrero.Se había llegado a una triste paradoja: Alexander decidía retirar del frente de Cassino a la División Acorazada 56.ª británica para reforzar Anzio.La operación Shingle era ya un fracaso aberrante. Cassino, el Rápido y la Línea Gustav dependían de ella, y ahora eran precisamente ellos los que tenían que ayudar a Anzio para que éste no se convirtiera en un desastre de incalculables consecuencias.